martes, 8 de enero de 2013

La rebelión de los gigantes


De entre todas las estrellas del firmamento -escribe Theodor Gaster en su obra ya citada en este capítulo- pocas son más brillantes e impresionan más a la imaginación como las que forman la constelación de Orión. Era, por tanto, natural que nuestros antepasados vieran en ésta un retrato particularmente conocido o apreciado (...). Esta constelación representaba el Gigante cazador, el más alto, el más fuerte y el más bello de todos los hombres, que había osado ultrajar a la diosa de la caza y a quien ella por tanto condenó a muerte...

Las leyendas de los titanes rebeldes a las divinidades son comunes a casi todos los pueblos del mundo. Es también Gaster quien vuelve a exhumar la hitita, según la cual un ministro de los seres celestes, Kumarbi, echado del trono que, a su vez, había usurpado, recurrió al <<señor del mar>> que accedió a ayudarle. -Ve a la montaña -le dijo-. Túmbate sobre ella y pídele que para un hijo. Dentro de pocos meses la montaña parirá una criatura hecha de piedra. Tan pronto esta criatura haya visto la luz, llévala a los abismos bajo las profundidades del mar y ponla sobre la espalda de Upelluri, el gigante que vive allí y sostiene el peso de la Tierra y del Cielo. Día tras día la criatura crecerá en altura, hasta que su cabeza choque con el pavimento del cielo: entonces todos los dioses saltarán de sus tronos y huirán, aterrorizados.
    La profecía se cumplió. Así nació Ullikummi, el titán de roca contra el cual toda defensa de las divinidades es vana, hasta que Ea, el <<señor de la sabiduría y de la prudencia>>, tiene la genial idea que resuelve la situación. Sugiere recurrir al mágico cuchillo que en tiempos sirviera para <<separar la Tierra del Cielo>> y, efectivamente, el arma destruye al tremendo Ullikummi.


                                                                                                            Peter Kolosimo

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