jueves, 3 de enero de 2013

Íncubos y Súcubos

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Fue en el siglo XII cuando los íncubos dieron motivos para que las crónicas hablasen de ellos. San Bernardo se encontró con un caso particularmente arduo: el de una mujer que desde hacía seis años recibía cada noche la visita de un demonio que abusaba de ella sin despertar ni una sola vez a su marido. Ni las oraciones ni las peregrinaciones habían producido efecto alguno. Bernardo le entregó a la mujer su cayado pastoral para que lo metiese en su cama, y aquella noche el íncubo se quedó tras la puerta lanzando espantosas imprecaciones. El domingo siguiente Bernardo convocó a toda la población a la iglesia, explicó la historia y lanzó anatema contra el diablo, prohibiéndole que molestase a ninguna mujer en su vida. La historia no menciona si fue la maldición o la publicidad lo que hizo efecto, pero el caso es que la mujer no volvió a ser importunada.
    Tal vez fue el auge del amor cortés lo que favoreció la aparición de íncubos a mujeres analfabetas, quienes, influidas por las modas de las clases refinadas, transformaban en sueños nocturnos la de tener un amante, hasta el punto de tomar esos sueños por realidades. El que no fuese tan corriente que los súcubos, o demonios femeninos, visitasen a los hombres sugiere que una nueva influencia exterior provocaba en las mujeres algo semejante a las poluciones nocturnas habituales en los hombres. Esta tendencia inquietaba gravemente a la Iglesia, y así santo Tomás de Aquino y otros no sólo estaban convencidos del poder de los demonios, sino que creían que éstos eran capaces de fecundar a las mujeres a las que visitaban. El método de estos demonios era ingenioso pues tomando la forma de un súcubo visitaba a un hombre y, tras recibir su esperma, se convertía de inmediato en un íncubo, visitaba a una mujer y le transmitía el semen de aquél. Lo cual constituía una suerte de inseminación artificial setecientos años antes de que ésta se inventase.
    Generalmente las mujeres implicadas en tales asuntos eran casadas o viudas de cincuenta o setenta años de edad, feas, y a menudo comadronas. Este hecho es importante, pues debido a la elevada mortalidad infantil las comadronas siempre estaban bajo sospecha, y sabido es que, según se decía, las brujas necesitaban, para sus banquetes, niños no bautizados.
    En España, contrariamente a lo que se cree, los procesos por brujería o posesión diabólica fueron escasos en comparación con otros países. Al respecto, vale la pena señalar que sólo en el cantón de Vaud, en Suiza, entre 1591 y 1680 fueron ejecutadas 3.371 brujas. En la pequeña población de Wiesensteig, en Alemania, sólo en el año 1562 fueron quemadas 63. En Obermarchtal, el siete por ciento de la población fue quemado en dos años, y en Oppenau en sólo nueve meses murieron en la hoguera cincuenta personas de una población de 650.
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                                                                                                             Carlos Fisas

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