sábado, 19 de enero de 2013

"¿Cuál es tu religión?"



(...)

Y bien, se me dirá, "¿Cuál es tu religión?" Y yo responderé: mi religión es buscar la
verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas
mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi
religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como
dicen que con Él luchó Jacob. No puedo transigir con aquello del Inconocible - o
Incognoscible, como escriben los pedantes - ni con aquello otro de "de aquí no
pasarás". Rechazo el eterno ignorabimus. Y en todo caso, quiero trepar a lo
inaccesible.
    "Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto", nos dijo el
Cristo, y semejante ideal de perfección es, sin duda, inasequible. Pero nos puso lo
inasequible como meta y término de nuestros esfuerzos. Y ello ocurrió, dicen los
teólogos, con la gracia. Y yo quiero pelear mi pelea sin cuidarme de la victoria. ¿No
hay ejércitos y aún pueblos que van a una derrota segura? ¿No elogiamos a los que
se dejaron matar peleando antes que rendirse? Pues ésta es mi religión.
    Ésos, los que me dirigen esa pregunta, quieren que les dé un dogma, una solución en
que pueda descansar el espíritu en su pereza. Y ni ésto quieren, sino que buscan
poder encasillarme y meterme en uno de los cuadriculados en que colocan a los
espíritus, diciendo de mi: es luterano, es calvinista, es católico, es ateo, es
racionalista, es místico, o cualquier otro de estos motes, cuyo sentido claro
desconocen, pero que les dispensa de pensar más. Y yo no quiero dejarme encasillar,
porque yo, Miguel de Unamuno, como cualquier otro hombre que aspire a
conciencia plena, soy una especie única. "No hay enfermedades, sino enfermos",
suelen decir algunos médicos, y yo digo que no hay opiniones, sino opinantes.


                                                                                                 Miguel de Unamuno

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