miércoles, 9 de enero de 2013

El entierro de los reyes escitas

La sepultura de los reyes escitas está en el país de los Gerrhi, donde el río Borístenes (Dniéper) empieza a ser navegable. En este país, cuando muere el rey, hacen una gran excavación cuadrada; en cuanto ésta está lista, extraen el cuerpo que previamente han cubierto de cera y han abierto, limpiado, rellenado de juncia prensada, de perfumes, de grano de perejil y de anís; después de recosido, conducen el cadáver en un carro hacia otra tribu, donde los que lo reciben se dedican a las mismas demostraciones de dolor que ya han practicado los escitas reales que lo transportan: se cortan un pedazo de oreja, se rapan la cabeza, se hieren con varias incisiones ambos brazos, se despellejan la frente y la nariz, y se hunden puntas de flecha en la mano izquierda. Después, transportan otra vez en carro el cuerpo del rey a otra de las tribus de su gobierno, acompañados ahora por los súbditos que acaban de visitar. Cuando ya han llevado el cuerpo a todas las tribus, acaban por los Gerrhi más alejados de los que les están sometidos, y llegan a las sepulturas. Entonces, depositan el muerto en el foso, extendiéndolo sobre un lecho de hierba; lo sujetan por ambos lados mediante dardos clavados en el suelo, y extienden por encima una serie de vigas que recubren con cañizos. En el espacio que queda vacío entierran a una de sus concubinas, expresamente estrangulada, a un copero, a un cocinero, a un palafrenero, a uno de sus servidores personales, a un mensajero, varios caballos, primicias de todas sus riquezas y copas de oro, porque los escitas no usan ni plata ni bronce. Para terminar, y rivalizando en ardor, llenan el foso con tierra y se dedican a cubrirlo con un montículo de gran altura.
    Transcurrido un año hacen lo siguiente: se llevan a los más fieles de los servidores que han quedado (todos ellos escitas de nacimiento, pues sirven a su rey en todo lo que él les ordene y no hay entre ellos ningún esclavo comprado con dinero) y estrangulan a cincuenta de ellos; también estrangulan cincuenta caballos de entre los mejores. De todos estos cuerpos retiran las entrañas; los limpian, los llenan de paja y los cosen. Acto seguido, sostienen con dos estacas media rueda cuya circunferencia se apoya en el suelo; sostienen de la misma forma la otra mitad de la rueda, y así, hasta alcanzar gran número de ellas. Al mismo tiempo, atraviesan con otras estacas largas y fuertes los cuerpos de todos los caballos, hasta el cuello, y los colocan encima de las medias ruedas dejando que las patas cuelguen por ambos lados; a estos caballos así mantenidos de pie les colocan los frenos y las bridas, que tienden con la ayuda de palos. Por fin, sobre cada caballo, montan a uno de los jóvenes estrangulados, a los que previamente han introducido a lo largo de la espina dorsal una estaca que por arriba les llega hasta el mentón, y por abajo encaja con la pieza que atraviesa al caballo. Cuando han colocado esta singular caballería en círculo alrededor de la tumba, se alejan. Éstos son los funerales que los escitas dedican a sus reyes.


                                                                                                                 Heródoto

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