lunes, 25 de febrero de 2013

ARJÉ: Semillas

· Citando a Anaxágoras de Clazomene:

"Juntas estaban todas las cosas, infinitas en número y pequeñez; ya que también lo pequeño era infinito. Y mientras todas estaban juntas, nada era visible a causa de su pequeñez; pues el aire y el éter las tenían sujetas a todas, siendo ambos infinitos; puesto que éstos son los máximos ingredientes en la mezcla de todas las cosas, tanto en número como en tamaño."
 Simplicio, Fís. 155, 26.

 

"Pero antes de que estas cosas fueran separadas, mientras todas estaban juntas, no era visible ningún color tampoco; pues se lo impedía la mezcla de todos los colores, de lo húmedo y lo seco, de lo cálido y lo frío, de lo brillante y lo tenebroso, de la mucha tierra dentro de la mezcla y de las semillas innumerables, desemejantes entre sí. Tampoco ninguna de las demás cosas son parecidas unas a otras. En este caso debemos suponer que todas las cosas están dentro del todo."
Ibid. 34, 21.




"Los griegos no juzgan rectamente cuando admiten el nacimiento y la destrucción; pues ninguna cosa nace ni perece, sino que se compone y se disuelve a partir de las existentes. Y, en consecuencia, deberían llamar, con toda justeza, al nacer composición y al perecer disolución."
Ibid. 163,20.

viernes, 22 de febrero de 2013

Canción carcelaria


Fue en la calle del Mallo
Donde me trincaron,
Maluré,
Tres pillos de la pasma,
Lirlonfa marlurette,
Sobre mí se abalanzaron,
Lirlonfa maluré.

Sobre mí se abalanzaron,
Marluré.
Me pusieron las esposas,
Lirlonfa malurette,
Llegó el oficial,
Lirlonfa maluré.
En mi camino encuentro,
Lirlonfa malurette,
Un mangante del barrio,
Lirlonfa maluré.

Un mangante del barrio,
Marluré.
- Vete a decirle a mi mujer,
Lirlonfa malurette,
Que estoy encarcelado,
Lirlonfa malurette,
Mi mujer enfurecida,
Lirlonfa malurette,
Me dice: ¿Qué has confesado?
Lirlonfa malurette.

Me dice: ¿Qué has confesado?
Marluré.
- He matado a un hombre,
Lirlonfa malurette,
Le he robado su dinero,
Lirlonfa malurette,
Su dinero y su reloj,
Lirlonfa malurette,
Y sus hebillas de plata,
Lirlonfa maluré.

Y sus hebillas de plata,
Maluré.
Mi mujer se va a Versalles,
Lirlonfa malurette,
A los pies de su majestad,
Lirlonfa maluré,
Ella le entrega una súplica,
Lirlonfa malurette,
Para hacerme liberar,
Lirlonfa maluré.

Para hacerme liberar,
Maluré.
- Ah!, si de ésta salgo libre
Lirlonfa malurette,
A mi mujer engalanaré,
Lirlonfa marluré,
Le haré llevar cintas,
Lirlonfa marlurette,
Y zapatos con lazos,
Lirlonfa maluré.

Y zapatos con lazos,
Maluré.
Pero el gran rey que se enfada
Lirlonfa marlurette,
Dice: - Por mi corona,
Lirlonfa marluré,
Le haré bailar una danza,
Lirlonfa marlurette,
Donde no hay suelo,
Lirlonfa marluré.-


                                                                                        Recogido por Victor Hugo

Curiosa lista de precios

En 1918, a instancias de diversos amigos, Lovecraft se convirtió, a despecho de sus intereses narrativos, poéticos y periodístico-divulgadores, en lo que en inglés recibe el nombre de ghost-writer, esto es, colaborador anónimo, especie de corrector de estilo con ciertos poderes y ciertos servilismos, si no verdadero secretario debajo de otra firma. Fue ésta la principal ocupación de Lovecraft y su fuente de ingresos más sustanciosa. Sus tarifas no eran elevadas, antes bien, estaban muy por debajo de lo habitual. En 1933, confeccionó la lista siguiente (no se reproduce textual ni completa):



CORREGIR Y MECANOGRAFIAR, 330 PALABRAS PÁG.

    1. Pasar a máquina, doble espacio, 1 copia. Ninguna corrección, salvo en lo tocante a sintaxis y ortografía. 25 cts.
    2. Corrección por encima, sin pasar a limpio (mejora de la prosa, pero respetando el relato). 25 cts.
    3. Lo indicado en 1 mas lo indicado en 2. 50 cts.
    4. Corrección a fondo sin pasar a máquina. Amplias mejoras, incluso cambios de estructura, añadidos y supresiones; posible introducción de elementos nuevos. Exige manuscrito aparte. 75 cts.
    5. Punto 4, pero mecanografiado y 1 copia. 1 $.
    6. Reescribir manuscrito orig. con notas sobre la trama, la idea matriz o simplemente sugerencias. Corrección completa, tanto lingüística como narrativamente. 2,25 $.
    7. Punto 6, mecanografiado y 1 copia. 2,50 $.

(...)


                                                                                            Antonio Prometeo Moya

miércoles, 20 de febrero de 2013

Mercado de los Goblins

El Mercado de los Goblins del poema de Christina Rossetti es completamente diferente del tradicional Mercado de las Hadas o feria de los Pixies. Estos mercados feéricos se celebran para las propias hadas. Si un ser humano recibe algún daño en ellos, es tan sólo por su violación de la intimidad de las hadas o como castigo por la codicia humana. Las personas que se han acercado a las hadas con cortesía incluso han podido comerciar con ellas con provecho. El Mercado de los Goblins del poema, por otra parte, era un espectáculo mortífero organizado para seducir a los mortales para que probaran los frutos resplandecientes de la muerte, obra de la Corte Maldita. Es fiel a la tradición más sombría de las hadas de la corte de Finvarra, las hadas siniestras de Innis-Sark. Los esfuerzos de los Goblins, con pellizcos y bofetones, para obligar a Lizzie recuerdan a los siniestros danzantes del relato de <<Todos los Santos>> de Lady Wilde. En el mismo libro se encuentra la historia de un círculo de flores por medio del cual una muchacha fue atraída hasta el País de las Hadas de los muertos para encontrar a su amor, y el conjunto del cuento tiene un aire similar al motivo de Laura suspirando por los frutos feéricos perdidos. Los Goblins de Christina Rossetti son muy semejantes a los Bogies, de aspecto variable, maestros del Encanto. No son distintos de los Goblins de George MacDonald, aunque éstos eran de forma más uniforme, siendo sus animales los que cambiaban.


    El argumento del poema es una variante de tres temas feéricos principales: el peligro de espiar a las hadas, el Tabú contra el hecho de comer Comida de las Hadas, y el rescate del País de las Hadas.
    El metro del poema y el ritmo precipitado de los versos evoca muchos poemas tradicionales sobre las hadas:

Laughed every goblin
When they spied her peeping;
Came towards her hobbling,
Flying, running, leaping,
Puffing and blowing,
Chuckling, clapping, crowing,
Clucking and gobbling,
Mopping and mowing.

[Se rieron todos los goblins / cuando vieron que atisbaba; / fueron hacia ella renqueando, / volando, corriendo, brincando, / resoplando y jadeando, / con risitas, palmoteando, cacareando, / cloqueando y graznando, / fregando y segando.]

    La copla de ritmo atropellado es perfectamente adecuada para comunicar el talante del relato.


                                                                Katharine Briggs; Diccionario de las Hadas

Del título que conviene al presente tratado o compendio


Paréceme, Excelso Duque [de Milán], que el título conveniente a nuestro tratado ha de ser de La Divina Proporción, y ello por gran cantidad de correspondencias semejantes que encuentro en nuestra proporción, de la que tratamos en este nuestro muy útil discurso, que corresponden a Dios mismo. Para nuestro propósito será suficiente considerar cuatro de ellas, entre otras.

La primera es que ella es una sola y no más, y no es posible asignarle otras clases ni diferencias. Y dicha unidad es el epíteto supremo de Dios mismo, según toda la escuela teológica y también filosófica.

La segunda es la de la Santa Trinidad, es decir, que, así como in divinis hay una misma sustancia entre tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de igual manera una misma proporción se encontrará siempre entre tres términos, y nunca más o menos, como se verá.

La tercera es que, así como Dios no puede propiamente definirse ni darse a entender a nosotros mediante palabras, nuestra proporción no puede nunca determinarse con un número inteligible ni expresarse mediante cantidad racional alguna, sino que siempre es oculta y secreta y es llamada irracional por los matemáticos.

La cuarta consiste en que, así como Dios no puede cambiar nunca y está todo Él en todo y todo en todas partes, de igual manera nuestra proporción es siempre, en toda cantidad continua y discreta, grande o pequeña, la misma y siempre invariable, y de ninguna manera puede cambiar ni de otro modo puede aprehenderla el intelecto, como demostrará nuestra explicación.

La quinta correspondencia se puede añadir no sin razón a las cuatro anteriores: así como Dios confiere el Ser a la virtud celeste, por otro nombre llamado quinta esencia, y mediante ella a los otros cuerpos simples, los cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego, y a través de éstos da el ser a cada una de las otras cosas de la naturaleza, igualmente nuestra santa proporción confiere el ser formal, según el antiguo Platón en su Timeo, al cielo mismo, atribuyéndole la figura del cuerpo llamado dodecaedro, o cuerpo de doce pentágonos, el cual, como se demostrará más abajo, no puede formarse sin nuestra proporción. Y, del mismo modo, asigna una forma propia, diferenciada, a cada uno de los elementos: al fuego la figura piramidal llamada tetraedro, a la tierra la cúbica llamada hexaedro, al aire la figura llamada octaedro y al agua la conocida como icosaedro. Y según los sabios, todos los cuerpos regulares están ocupados por esas formas y figuras, como se explicará más abajo acerca de cada uno de ellos. Mediante éstos, nuestra proporción da forma a otros infinitos cuerpos llamados dependientes. Y no es posible proporcionar entre sí estos cinco cuerpos regulares ni se entiende que puedan circunscribirse a la esfera sin nuestra proporción. Aunque se podrían añadir otras correspondencias, baste con señalar éstas para la denominación adecuada del presente compendio.


                                                                                           Luca Pacioli; La Divina Proporción

martes, 19 de febrero de 2013

El cuento del Erudito

(Epílogo)

Griselda murió, también su paciencia.
Ambos están más muertos que un clavo de ataúd;
advierto a todos los maridos en audiencia
que no asalten en alud
de sus mujeres la paciencia, esperando encontrar
una Griselda; de seguro que quebrantan su testuz.
Vosotras, esposas de alta cuna, famosas por la prudencia.
Si dejaseis que la humildad clavara
vuestras lenguas, o bien a los eruditos evidencia
dieseis, para que aquí os contara
un cuento más increíble que el de Griselda, de presencia tan cara.
¡Vigilad que Chichevache no fuese y os devorara!

Imitad a Eco, cuya propia voz no silencia,
su actitud es de antífona;
no os volváis insensatos de tanta inocencia.
Poned los pies al suelo, tomad el control
y fijad esta lección en vuestra conciencia;
el bien general para todos brillará como el sol.

Vosotras, superesposas, alzaos en propia defensa.
Cada una es grande y fuerte como un camello.
¿Cómo permitís que un hombre os haga ofensa?
Y vosotras, esposas menores, aunque flojas en batalla,
sed feroces como tigres o diablos.
La brama fuerte, como el viento en los molinos, no falla.

¿Por qué debéis temer, o hacerles reverencia?
Pues si vuestro marido se cubre de malla,
las cortantes flechas de vuestra elocuencia
traspasarán su pectoral coraza y su dura pantalla.
Seguid mi consejo, sed celosas; no perdáis las agallas,
y le acobardará vuestra presencia.

Si sois bellas y hermosas, cuando otros estén presentes,
mostrad vuestras galas y belleza.
Si fueseis feas, utilizad la largueza
para ganar amigos y estar en su mente.
Sed alegres y ligeras como el viento de Oriente,
y dejad para él que se queje, preocupe, llore y lamente.


                                                                                  Geoffrey Chaucer; Cuentos de Canterbury

lunes, 18 de febrero de 2013

Matar legalmente por venganza

(Fragmento)
A nivel divino, los dioses siempre se han reservado el derecho a castigar con la muerte. Los relatos mitológicos y las tramas religiosas rezuman venganza. A menudo los argumentos están basados en interminables cadenas de brutales ajustes de cuentas y de siniestras y sucesivas revanchas. Los primeros reglamentos de justicia que conocemos asumían un origen sobrenatural. El hombre y la mujer de antaño adjudicaban la voluntad de los dioses a las fuerzas tan incomprensibles como devastadoras de la naturaleza. Cualquier persona que provocara la ira de estos poderes divinos cometía un crimen grave, era considerada una amenaza para la seguridad de la comunidad y no había otra alternativa que eliminarla.
    Los códigos antiguos de Hammurabi o de Moisés, aunque contenían el precepto moral de <<no matarás>>, utilizaban con frecuencia el castigo con la muerte. El Éxodo resume la proverbial ley del talión: <<vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura y herida por herida>>. Según el libro del Génesis, el Señor advirtió a Noé que <<quien derrame la sangre de un hombre, por ese hombre su propia sangre será derramada>>.
    Cuenta la Biblia que, después de que los judíos huyeran de Egipto y de la esclavitud, el Señor le dio a Moisés en el monte Sinaí las tablas inscritas con los diez mandamientos que deberían guiar su conducta. Para asegurarse obediencia, el Todopoderoso prescribió la pena capital para quienes desacataran sus leyes. Entre las ofensas merecedoras de la ejecución se incluían adorar a otros dioses, blasfemar, trabajar el día de descanso o hacer brujería.
    Sin embargo, la historia de Caín ilustra la ambivalencia divina hacia la última pena. Caín no fue ajusticiado por matar a su hermano Abel, sino solamente exiliado a andar errante sobre la tierra. Y para que no fuera víctima de la venganza de otros, Dios le protegió identificándolo con una marca especial. El indulto de Caín ha sido interpretado como ejemplo de que, a los ojos divinos, la violencia familiar es menos grave que cuando ocurre entre extraños.

                                                            Luis Rojas Marcos; Las Semillas de la Violencia

sábado, 16 de febrero de 2013

Varios acertijos de Gestumblindi


Entonces dijo Gestumblindi:

¿Cuál es la bestia
que mata el ganado de los hombres
y está rodeada de hierro por el exterior,
tiene ocho cuernos
pero no cabeza,
y que muchos la siguen mucho?
Rey Heiðrekr,
piensa en el acertijo.

"Es el dado del ajedrez".
Entonces dijo Gestumblindi:

¿Cuál es la bestia
que protege a los daneses,
lleva la espalda ensangrentada
y saborea a los hombres,
se encuentra con las lanzas,
da vida a algunos,
apoya su cuerpo
contra la palma de la mano del hombre?
Rey Heiðrekr,
piensa en el acertijo.

"Es un escudo. Se ensangrenta a menudo en las batallas y protege bien a los que son hábiles en su manejo".
Entonces dijo Gestumblindi:

¿Quiénes son las compañeras de juego
que pasan sobre la tierra
para curiosidad del padre?
Un escudo blanco
llevan durante el invierno,
pero uno negro durante el verano.

"Son las perdices nivales. Son blancas durante el invierno, pero negras durante el verano".


                                                                                                       Saga de Hervör

viernes, 15 de febrero de 2013

La sabiduría de la vida


Por lo general, el hombre pone fin a su existencia tan pronto como los terrores de la vida sobrepasan a los terrores de la muerte. Pero los terrores de la muerte ofrecen una resistencia considerable; son como un alerta centinela de guardia a la entrada del camino que conduce afuera de este mundo... Cuando en un sueño temible y espeluznante alcanzamos el momento de mayor horror, nos despertamos, con lo cual se difuminan todas las siluetas espantosas que nacieron de la noche. La vida es como un sueño; cuando el momento más horripilante nos empuja a destruirla, nos pasa lo mismo.

                                                           
                                                                          Arthur Schopenhauer

METALITERATURA: Ciencia ficción



En primer lugar, definiré lo que es la ciencia ficción diciendo lo que no es. No puede ser definida como “un relato, novela o drama ambientado en el futuro”, desde el momento en que existe algo como la aventura espacial, que está ambientada en el futuro pero no es ciencia ficción, se trata simplemente de aventuras, combates y guerras espaciales que se desarrollan en un futuro de tecnología superavanzada. ¿Y por qué no es ciencia ficción? Lo es en apariencia y Doris Lessing, por ejemplo, así lo admite. Sin embargo, la aventura espacial carece de una nueva idea diferenciadora que es el ingrediente esencial. Por otra parte, también puede haber ciencia ficción ambientada en el presente: los relatos o novelas de mundos alternativos. De modo que si separamos la ciencia ficción del futuro y de la tecnología altamente avanzada, ¿a qué podemos llamar ciencia ficción?
Tenemos un mundo ficticio, éste es el primer paso. Una sociedad que no existe de hecho, pero que se basa en nuestra sociedad real; es decir, ésta actúa como punto de partida. La sociedad deriva de la nuestra en alguna forma, tal vez ortogonalmente, como sucede en los relatos o novelas de mundos alternativos. Es nuestro mundo desfigurado por el esfuerzo mental del autor, nuestro mundo transformado en otro que no existe o que aún no existe. Este mundo debe diferenciarse del real al menos en un aspecto que debe ser suficiente para dar lugar a acontecimientos que no ocurren en nuestra sociedad o en cualquier otra sociedad del presente o del pasado. Una idea coherente debe fluir en esta desfiguración; quiero decir que la desfiguración ha de ser conceptual, no trivial o extravagante... Ésta es la esencia de la ciencia ficción, la desfiguración conceptual que, desde el interior de la sociedad, origina una nueva sociedad imaginada por la mente del autor, plasmada en letra impresa y capaz de actuar como un mazazo en la mente del lector, lo que llamamos el shock del no reconocimiento. Él sabe que la lectura no se refiere a su mundo real.
Ahora tratemos de separar la fantasía de la ciencia ficción. Es imposible, y una rápida reflexión nos lo demostrará. Fijémonos en los personajes dotados de poderes paranormales; fijémonos en los mutantes que Ted Sturgeon plasma en su maravilloso Más que humano. Si el lector cree que tales mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia ficción. Si, por el contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los dragones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía trata de aquello que la opinión general considera imposible: la ciencia ficción trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias. Esto es, en esencia, un juicio arriesgado, puesto que no es posible saber objetivamente lo que es posible y lo que no lo es, creencias subjetivas por parte del autor y del lector.
Ahora definiremos lo que es la buena ciencia ficción. La desfiguración conceptual (la idea nueva, en otras palabras) debe ser auténticamente nueva, o una nueva variación sobre otra anterior, y ha de estimular el intelecto del lector; tiene que invadir su mente y abrirla a la posibilidad de algo que hasta entonces no había imaginado. “Buena ciencia ficción” es un término apreciativo, no algo objetivo, aunque pienso objetivamente que existe algo como la buena ciencia ficción.
Creo que el doctor Willis McNelly, de la Universidad del estado de California, en Fullerton, acertó plenamente cuando afirmó que el verdadero protagonista de un relato o de una novela es una idea y no una persona. Si la ciencia ficción es buena, la idea es nueva, es estimulante y, tal vez lo más importante, desencadena una reacción en cadena de ideas-ramificaciones en la mente del lector, podríamos decir que libera la mente de éste hasta el punto de que empieza a crear, como la del autor. La ciencia ficción es creativa e inspira creatividad, lo que no sucede, por lo común, en la narrativa general. Los que leemos ciencia ficción (ahora hablo como lector, no como escritor) lo hacemos porque nos gusta experimentar esta reacción en cadena de ideas que provoca en nuestras mentes algo que leemos, algo que comporta una nueva idea; por tanto, la mejor ciencia ficción tiende en último término a convertirse en una colaboración entre autor y lector en la que ambos crean... y disfrutan haciéndolo: el placer es el esencial y definitivo ingrediente de la ciencia ficción, el placer de descubrir la novedad.

Philip K. Dick; fragmento de una carta, 14 de mayo de 1981.

jueves, 14 de febrero de 2013

En el espejo del espejo

Pesado paño negro perdiéndose hacia los lados y hacia arriba en la oscuridad cuelga en pliegues verticales que movidos por una corriente de aire imperceptible ondean un poco de vez en cuando.
    Le habían dicho que ése era el telón del escenario y que en cuanto empezase a alzarse, él debería iniciar inmediatamente su baile. Le habían inculcado que no se dejase confundir por nada, pues desde allí arriba se tenía a veces la impresión de que el patio de butacas no era más que un oscuro abismo vacío, otras veces parecía que se contemplaba el ajetreo de un mercado o una calle animada, un aula de colegio o un cementerio, pero que todo eso era una ilusión de los sentidos, en una palabra, que sin preocuparse lo más mínimo por la sensación que tuviese, por si alguien le miraba o no, empezase, al mismo tiempo que se alzaba el telón, a bailar su solo.
    Así estaba, pues, allí, con una pierna cruzada sobre la otra, la mano derecha colgando, la izquierda apoyada sueltamente en la cadera esperando el comienzo. De tiempo en tiempo, cuando el cansancio le obligaba, cambiaba esa postura, convirtiéndose, por así decirlo, en su imagen inversa reflejada.
    Todavía no quería alzarse el telón.
    La poca luz que venía de algún lugar en lo alto, se concentraba sobre él, pero apenas era lo bastante fuerte como para que él pudiese ver sus propios pies. El círculo de claridad que le rodeaba le permitía distinguir vagamente el pesado paño negro que tenía delante. Ese era el único punto de referencia para la dirección que tenía que seguir, pues el escenario se hallaba en absoluta oscuridad y era vasto como una llanura.
    Se preguntó si había decorados y lo que podían representar. Para su baile no tenían mayor importancia, pero le hubiera gustado saber en qué entorno le iban a ver. ¿Un salón festivo? ¿Un paisaje? Sin duda, al alzarse el telón cambiaría la iluminación. Entonces también se aclararía esa cuestión. Estaba de pie esperando, con una pierna cruzada sobre la otra, la mano izquierda colgando, la derecha apoyada descuidadamente en la cadera. De tiempo en tiempo, cuando el cansancio le obligaba, cambiaba de postura, convirtiéndose de nuevo en la imagen inversa de su imagen reflejada.
    No debía dejarse distraer, pues en cualquier momento podía alzarse el telón. Entonces tenía que estar presente con cuerpo y alma. Su baile comenzaba con un poderoso golpe de timbal y un furioso torbellino de saltos. Si se retrasaba en la entrada todo estaba perdido, nunca recuperaría el compás inicial. Mentalmente repasó una vez más todos los pasos, las piruetas, entrechats, jettés y arabesques.
    Estaba satisfecho, tenía todo presente. Estaba seguro de que estaría bien. Ya oía crecer los aplausos como el dorado fragor del mar. También repasó una vez más el saludo, pues era importante. Quien lo hacía bien podía a veces prolongar considerablemente el aplauso. Mientras pensaba todo esto estaba de pie esperando, una pierna cruzada sobre la otra, la mano derecha colgando, la izquierda apoyada ligeramente en la cadera. De tiempo en tiempo, cuando el cansancio le obligaba, cambiaba de postura, transformándose de nuevo en la inversa imagen reflejada de su imagen reflejada.
    El telón seguía sin alzarse y se preguntó cuál podría ser la causa. ¿Habían olvidado quizás que él ya estaba allí en el escenario, listo para empezar? ¿Le buscaban quizás en su camerino, en la cantina del teatro o incluso en su casa, le buscaban angustiados y desesperados? ¿Debía hacerse notar en la oscuridad del escenario, avisar o hacer una señal con la mano? ¿O no le buscaban y había sido aplazada la representación por algún motivo? ¿La habrían suspendido al final sin avisarle? Quizás se habían ido todos hacía tiempo sin acordarse de que él estaba allí esperando su actuación. ¿Cuánto tiempo llevaba ya allí? ¿Quién le había asignado además ese lugar? ¿Quién le había dicho que ése era el telón y que en cuanto se alzase debía iniciar su baile? Empezó a calcular cuántas veces se había convertido ya en su imagen reflejada y en la imagen reflejada de su imagen reflejada, pero inmediatamente se lo prohibió para no verse sorprendido por el súbito alzamiento del telón o quedarse mirando impotente al público sin recordar su papel. ¡No, tenía que permanecer tranquilo y concentrado! Pero el telón no se movía.
    Poco a poco la feliz excitación inicial fue dando paso a una profunda amargura. Tenía la sensación de que estaban abusando de él. Tenía ganas de echar a correr del escenario para quejarse enérgicamente en alguna parte, para gritar a alguien a la cara su desilusión, su rabia, para armar un escándalo. Pero no sabía muy bien a dónde tenía que correr. Lo poco que veía del paño negro que tenía delante era su única orientación. Si abandonaba aquel lugar, andaría a ciegas en la oscuridad y perdería infaliblemente toda orientación. Y era muy posible que precisamente en ese instante se alzase el telón y sonase el golpe de timbal del comienzo. Y entonces estaría en un lugar totalmente incorrecto, con las manos extendidas como un ciego, quizás incluso de espaldas al público. ¡Imposible! La idea le hizo enrojecer de vergüenza. No, no, tenía que permanecer a toda costa donde estaba, quisiera o no, y esperar a que le diesen una señal, si es que se la daban. Así que estaba allí de pie, con una pierna cruzada sobre la otra, la mano izquierda colgando lacia, la derecha apoyada pesadamente en la cadera. De tiempo en tiempo, cuando el agotamiento le obligaba, cambiaba de postura, convirtiéndose por enésima vez en su imagen reflejada.
    En algún momento perdió la fe en que el telón se alzase alguna vez, pero al mismo tiempo supo que no podía abandonar su sitio, ya que no podía descartarse la posibilidad de que a pesar de todo se alzase, contra todo pronóstico. Hacía tiempo que había desistido de abrigar esperanzas o de irritarse. Sólo podía seguir de pie donde estaba, sucediera lo que sucediera. Ya no le importaba su actuación, que se convirtiese en un éxito o un fracaso o que no tuviese lugar. Y como ya no le importaba nada su baile, olvidó uno tras otro todos los pasos y saltos. De tanto esperar, olvidó incluso por qué esperaba. Pero se quedó de pie con una pierna cruzada sobre la otra, ante sí el pesado paño negro que se perdía hacia arriba y hacia los lados en la oscuridad.


                                                                        Michael Ende; El espejo en el espejo

miércoles, 13 de febrero de 2013

Cosmología a martillazos

(...)

Como punto de partida adoptemos, pues, la Divinidad. Con respecto a esta Divinidad en sí misma, sólo no es imbécil, sólo no es impío, el que no propone nada. <<Nous ne connaissons rien -dice el barón de Bienfeld-, nous ne connaissons rien de la nature ou de l'essence de Dieu: pour savoir ce qu'il est, it faut être Dieu même.>> <<No conocemos nada acerca de la naturaleza o de la esencia de Dios: para saber qué es, se necesita ser Dios mismo.>>
    ¡Se necesita ser Dios mismo! Con una frase tan alarmante que aún vibra en mis oídos, me atrevo sin embargo a preguntar si nuestra presente ignorancia de la Divinidad es una ignorancia a la cual el alma está eternamente condenada.
    Por Él, sin embargo -ahora, al menos, el Incomprensible-, por Él, considerado como Espíritu, es decir como no-materia, distinción que a los efectos de la inteligibilidad utilizamos en lugar de una definición, por Él, entonces, existente como Espíritu, contentémonos esta noche con suponer que ha sido creado o sacado de la nada gracias a su voluntad, en algún punto del espacio que tomaremos como centro, en algún período que no pretendemos determinar, mas en todo caso remotísimo, por Él, repito, supongamos que ha sido creado ¿qué? Éste es un momento de vital importancia en nuestras reflexiones. ¿Qué es eso que tenemos derecho de suponer (la única cosa que tenemos derecho de suponer) que fue primaria y solamente creado?
    Hemos llegado a un punto en que sólo la intuición puede ayudarnos; pero permítaseme repetir la idea que ya he sugerido como la única adecuada para expresar qué es la intuición. No es sino la convicción que surge de esas inducciones o deducciones cuyos procesos son tan oscuros que escapan a nuestra ciencia, eluden nuestra razón o desafían nuestra capacidad de expresión. Entendido esto, afirmo ahora que una intuición por completo irresistible aunque inexpresable me fuerza a la conclusión de que lo que Dios creó originariamente, esa materia que por obra de su voluntad sacó primero de su espíritu o de la nada, no pudo haber sido sino materia en su extremo estado concebible ¿de qué? De simplicidad.
    Ésta será la única suposición absoluta de mi discurso. Uso la palabra <<suposición>> en su sentido corriente; sin embargo, sostengo que aun esta primera proposición está lejos, muy lejos de ser realmente una simple proposición. Nada, ninguna conclusión humana ha sido nunca deducida en realidad con más certeza, con más regularidad, con más rigor; pero, ay, el proceso cae fuera del análisis humano, en todo caso más allá de las posibilidades del lenguaje humano.

(...)

                                                                                               Eureka; Edgar Allan Poe

martes, 12 de febrero de 2013

La visión de Hanrahan




¡Oh!, que el viejo y huesudo dedo de la Muerte
no nos encuentre nunca allí,
en el alto y cóncavo país de las ciudades,
donde el amor es dar y perdonar;
donde las ramas tienen fruto y flor
todas las estaciones del año;
donde los ríos van desbordados
de cerveza roja y de cerveza negra.
Un anciano toca la gaita
en un bosque de oro y plata;
reinas, de ojos azules como el hielo,
bailan entre la multitud.

El pequeño zorro murmuró:
<<¡Oh!, pero ¿dónde está la perdición del mundo?>>.
El sol sonreía dulcemente,
la luna tiraba de mis riendas;
pero el pequeño zorro rojo murmuró:
<<¡Oh!, no le tires de la rienda,
que cabalga hacia el país de las ciudades
que es la perdición del mundo>>.

Cuando sus corazones tan fogosos están
que a la acción quieren pasar,
descuelgan sus pesadas espadas
de ramajes de oro y plata;
pero todos los que caen en la batalla
a la vida despiertan de nuevo.
¡Suerte que su historia
no se divulgue entre los hombres!
Pues ¡ay de esos fornidos granjeros
que dejan descansar el arado!
Su corazón será como la copa
que alguien ha bebido hasta apurar.

Miguel descolgará su trompeta
de una rama que tiene sobre la cabeza,
y armará con ella un poco de ruido
cuando servida la mesa ya esté.
Gabriel saldrá de las aguas
con una cola de pez, y contará
los prodigios acaecidos
en los mojados caminos que transitan los hombres,
y alzando un viejo cuerno de plata labrada,
beberá hasta caer dormido
en los confines de las estrellas.


                                                                                     Hanrahan el Rojo; W. B. Yeats

FICCIORAMA: Moriana



Las ciudades y los ojos. 5

Vadeado el río, cruzado el paso, el hombre se encuentra de pronto frente a la ciudad de Moriana, con sus puertas de alabastro transparentes a la luz del sol, sus columnas de coral que sostienen los frontones con incrustaciones de mármol serpentín, sus villas todas de vidrio como acuarios donde nadan las sombras de las bailarinas de escamas plateadas bajo las arañas de luces en forma de medusa. Si no es su primer viaje, el hombre ya sabe que las ciudades como ésta tienen un reverso: basta recorrer un semicírculo y será visible la faz oculta de Moriana, una extensión de chapa oxidada, tela de costal, ejes erizados de clavos, caños negros de hollín, montones de latas, muros ciegos con inscripciones borrosas, armazones de sillas desfondadas, cuerdas que sólo sirven para colgarse de una viga podrida.
Parece que la ciudad continua de un lado a otro en perspectiva multiplicando su repertorio de imágenes: en realidad no tiene espesor, consiste sólo en un anverso y un reverso, como una hoja de papel, con una figura de un lado y otra del otro, que no pueden despegarse ni mirarse.

Italo Calvino, Las ciudades invisibles.

lunes, 11 de febrero de 2013

Testimonio


Lo que más me disgusta de Lovecraft es su amor por los gatos... Lo que más me confunde es su capacidad de soñar, de imaginar, de inventar, de ver lo invisible, de intuir lo infinito del universo, y su sentido de la angustia, del terror, del pánico ante lo insondable -desconocido, adivinado, buscado, vislumbrado- que siempre se halla presente en los límites de la percepción humana, pero que, cuando ésta intenta captarlo, se evade como algo gelatinoso, informe, aterrador...
    Lo que me maravilla es el lado mágico de su delirio verbal, rico en palabras enteramente cinceladas por la belleza de su consonancia y el poder conjurador de su arquitectura sonora: Nyarlathotep, Inquanok, Kadath... En ellas se evoca Babilonia, y, a la vez, a los indios chickasha y el espacio intersideral.
    Lo que me divierte es haber conocido personalmente a su Randolph Carter en Oklahoma City. Con él viajé hasta Nueva Orleans. Y este Randolph Carter no parecía sino uno de esos cerebros vegetales, habitantes futuros de los cometas radiactivos, aunque su apariencia fuese la de un campesino bien forrado de dinero que se rascaba el trasero descaradamente, y cuyo deseo principal era poder contemplar en el parque junto al Mississippi, los pechos enormes de Rita Alexander, alias <<Champagne Girl>>, alias <<Miss Goldfinger>>...
    -Lleva usted un nombre célebre -dije a este hombre simple y ordinario, cuya mujer escribía recetas de cocina para el Arcadia Post.
    -Yo soy ese hombre célebre -me dijo masticando un mondadientes-. Soy descendiente de Edmund Carter el brujo, de Salem, naturalmente -añadió sonriendo-, y antepasado de Pickman Carter, que dentro de doscientos años rechazará las hordas mongolas procedentes de Oceanía...
    Me estremecí de estupor al escuchar tales palabras en la boca, más bien vulgar, de mi interlocutor.
    -¿Lovecraft? -le pregunté yo, preso de la más intensa emoción-. ¿Le dice algo este nombre?
    El individuo bajó los ojos, pareció meditar un momento, y, luego, habló con voz sorda:
    -Escúcheme bien. Él, o Ward Phillips Warren, o puede que los dos sean el mismo, me dijo estas palabras: <<¡Carter, por el amor de Dios, vuelve a colocar la losa y márchate de ahí si puedes...! Déjalo todo y vete... ¡Es tu única oportunidad! ¡Hazlo así y no preguntes nada!>>.
    Eso me recordaba algo; mi interlocutor lo sabía y jugaba con mi inquietud y mi turbación. En el Brennan's, donde comimos un <<Papa Brûlot>> flameado con el mejor ron de St. John the Baptist, se inclinó sobre la mesa y me dijo con toda claridad, separando bien las sílabas cuando lo creía necesario:
    -Inquisitive! Unreasonable writer! ¿Por qué ese deseo de comprender? ¿Para qué intentar retener lo que no hace más que pasar? Howard Phillips ha muerto por haberse acercado al vacío central donde Azathoth, sultán de los demonios, gruñe furioso en las tinieblas.
    Hizo un gesto de impaciencia y de desesperación, volcando sin querer un vaso de agua lleno de cubitos de hielo que acababan de ponerle delante.
    -¡Loco -gritó a continuación-, Warren ya está MUERTO!
    Se levantó y abandonó el salón vacilando, provocando a su paso estupor y pena.
    Yo me quedé en mi sitio, inmovilizado en mi dignidad impasible.
    Un criado negro trajo después otro vaso de agua con hielo.


                                                                                                          Thomas Owen