jueves, 29 de noviembre de 2012

Alhireth-Hotep el profeta


Cuando Yug hubo dejado de existir, los hombres dijeron a Alhireth-Hotep:
"Sé tú nuestro profeta, y sé tan sabio como Yug".
Y Alhireth-Hotep respondió:
"Soy tan sabio como Yug". Y los hombres se congratularon.
Y Alhireth-Hotep dijo de la Vida y la Muerte:
"Éstos son los asuntos de Alhireth-Hotep". Y los hombres le trajeron regalos.
Un día, Alhireth-Hotep escribió en un libro:
"Alhireth-Hotep sabe Todas las Cosas, porque ha hablado con Mung".
Y Mung apareció detrás de él, haciendo la señal de Mung, diciendo:
"¿Sabes todas las cosas, Alhireth-Hotep?".
Y Alhireth-Hotep pasó a formar parte de las Cosas que Fueron.


                                      Edward John Moreton Drax Plunkett, Lord Dunsany

El Trol Nocturno


Un cuento islandés.

Sucedió en cierta granja, hace mucho tiempo, que la persona encargada de cuidar la casa durante la Nochebuena mientras los demás iban a misa, a la mañana siguiente siempre aparecía muerta o bien rematadamente loca.
Los habitantes de la granja estaban muy angustiados con este tema, y por tanto eran muy pocos los que se atrevían a quedarse en casa esa noche. Unas Navidades, sin embargo, una chica se ofreció voluntaria, lo que supuso un gran alivio para los demás moradores de la granja.
Después de que partieran, la chica se sentó en un estrado en la badstofa, mientras cantaba al niño que tenía en sus brazos. Ya con la noche avanzada, de pronto escuchó a alguien que desde la ventana decía:

"Qué bonita mano tienes,
mi muy sensible, y adorada brujilla".

A lo que la chica respondió:

"Mi mano nunca se ha ensuciado,
mi pretendiente, Kári, granujilla".

La voz desde la ventana dijo:

"Qué bonitos ojos tienes,
mi muy sensible, y adorada brujilla".

Y la chica replicó:

"Nunca han visto la vileza,
mi pretendiente, Kári, granujilla".

La respuesta vino de nuevo desde la ventana:

"Qué bonito pie tienes,
mi muy sensible, y adorada brujilla".

A lo que la chica repuso:

"Nunca ha hollado el fango,
mi pretendiente, Kári, granujilla".

Nuevamente la voz de la ventana intervino:

"El día comienza a despuntar por el este,
mi muy sensible, y adorada brujilla".

Y entonces la chica le respondió:

"Quédate y conviértete en piedra,
mas no dañes ni a una hiedra,
mi pretendiente, Kári, granujilla".

En ese instante el ser desapareció de la ventana. Por la mañana, cuando la gente volvió a la granja, hallaron un enorme pedrusco en el callejón entre las dos casas principales de la granja, y ahí permaneció para siempre.
La chica relató cuanto le había sucedido durante la noche. Y todos concluyeron que un trol nocturno había hablado con ella a través de la ventana.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Los Cuernos de Ylmir


"Tuor recordó en una canción cantada a su hijo Eärendel las visiones que las caracolas de Ylmir le provocaron una vez en el crepúsculo de la Tierra de los Sauces."

Fue en la Tierra de los Sauces donde la hierba es larga y verde;
yo estaba tocando las cuerdas del arpa, pues un viento se había arrastrado invisible
y hablaba en las copas de los árboles, mientras las voces de las cañas
susurraban tallosos susurros mientras la puesta del sol rozaba los prados,
melodías de tierra adentro sutilmente mágicas que sólo esas cañas podían tejer.
Fue en la Tierra de los Sauces cuando una vez Ylmir vino al anochecer.

En el crepúsculo junto al río en una cosa hueca de caracolas
creó música inmortal, hasta que mi corazón bajo su hechizo
se rompió en el crepúsculo, y las praderas se desvanecieron
en caudalosas aguas grises que se alzaban alrededor de las rocas donde nadan las aves
    marinas.

Las oí gemir a mi alrededor donde los negros riscos se cernían en la altura
y la primigenia luz de las estrellas titilaba pálidamente en el cielo.
En esa región sombría y peligrosa, por cuyos grandes y tempestuosos caminos
no oí ningún sonido de voces humanas, en aquellos días más antiguos,
me senté en la orilla devastada del profundo y reverberante mar
cuya rugiente y espumeante música rompía en incesante cadencia
sobre la tierra asediada para siempre en un eón de ataques
y desgarrada en torres y pináculos y metida en cuevas de grandes bóvedas;
y sus arcos se sacudieron con trueno y sus pies se vieron apilados con formas
rasgadas en vieja guerra marina de esos riscos y negros promontorios.

He aquí que oí la tempestad en forma de batalla rugiendo detrás de la marea
cuando sonó la trompeta de los primeros vientos, y el mar gris cantó y gritó
cuando una nueva ira blanca despertó en él, y sus ejércitos se alzaron a la guerra
y lanzó su encrespada caballería hacia la costa amurallada e inmóvil.
Allí la ventosa y abanderada fortaleza de esas altas y vírgenes costas
repelió los primeros y finos tentáculos de las antiguas huestes de la marejada;
repelió los inquietos gallardetes que como los brazos de una cosa con tentáculos
retorciéndose y arrastrándose hacia adelante murmuraban, aspiraban y se aferraban.
Entonces un suspiro y un murmullo surgieron en esa furtiva vanguardia,
mientras por detrás los torrentes se agrupaban y las saltarinas olas corrían,
hasta que los caballos marinos de crines de espuma llegaron en verdes y rodantes
    cantidades,
una marea salvaje hollando hacia tierra, y su canción de guerra estalló en llamas.

Cabezas enormes se agitaron airadas y sus crestas fueron torres de espuma
y la canción que los grandes mares estaban cantando era una canción de cólera
    incontenida,
pues a través de esas gigantescas aguas las trompetas de Ossë sonaron,
y las voces del diluvio y las del Gran Viento se hicieron más profundas y sonoras;
profundos huecos zumbaron y silbaron mientras succionaban los vientos del mar;
espumas y grandes chorros blancos aullaron agudamente por encima del estrépito;
vientos fuertes soplaron las amargas trenzas del mar en el oscuro rostro de la tierra
y aires salvajes, espesos con la rociada, huyeron en una remolineante carrera
de batalla a batalla, hasta que el poder de todos los mares
se agrupó como una montaña en torno a las impresionantes rodillas de Ossë,
y una cúpula de aullante agua aplastó esas goteantes y negras fachadas
y sus catastróficas fuentes embistieron en ensordecedoras cascadas.
                               *                         *                         *
Entonces oí el inconmensurable himno del Océano mientras subía y bajaba
al ritmo de su órgano cuyas interrupciones eran el graznido de las gaviotas y el
    oleaje atronador;
oí la carga de las aguas y el canto de las olas
cuyas voces por siempre venían y entraban rodando a las cuevas,
donde una interminable fuga de ecos salpicaba sobre piedras mojadas
y subía y se mezclaba al unísono con un zumbido murmurante;
era una música de la máxima profundidad la que se agitaba en los abismos,
y todas las voces de todos los océanos se agrupaban en aquel sonido;
era Ylmir, Señor de las Aguas, con una mano que todo lo inmovilizaba
que creaba inconquistables armonías, que el rugiente mar obedeció,
y sus aguas se vertieron y la Tierra levantó lomas resplandecientes de nuevo
desnudas a los aires y las nubes a la deriva y el mar convirtiéndose en lluvia,
hasta que la succión y la succión de remolinos verdes y los golpes de las ondas fue todo
lo que llegó a mi isla de roca, salvo por la antigua llamada sobrenatural
de las aves marinas largo tiempo olvidadas y el chirrido de antiguas alas.

Así el murmurante sueño me tomó en medio de esas lejanas y viejas cosas
(en una región solitaria y crepuscular, por cuyos viejos y caóticos caminos
no oí ningún sonido de voces humanas, en aquellos días más antiguos
cuando el mundo se tambaleó en el tumulto mientras los Grandes Dioses desgarraban
    la Tierra
en la oscuridad, en la tempestad de los ciclos antes de nuestro nacimiento),
hasta que las mareas bajaron, y el Viento murió, y toda la música del mar cesó
y desperté en cuevas silenciosas y playas vacías y paz.

Entonces la magia se alejó de mí y aquella música soltó sus bandas;
caracolas lejanas, lejanas, que llamaban, y he aquí que estaba en las dulces tierras,
y las praderas me rodeaban donde crecían los sauces llorones,
donde la larga hierba se agitaba a mi lado, y mis pies estaban empapados de rocío.
Sólo las cañas susurraban, pero una niebla pendía sobre los ríos
como una niebla marina arrastrada tierra adentro, como un jirón de sueños salinos.
Fue en la Tierra de los Sauces donde oí el aliento insondable
de los Cuernos de Ylmir llamando, y los oiré hasta que muera.


                                                                                         J. R. R. Tolkien

Bote Pronto

"Prefiero que hagan lo que quieran con mi opinión
a que hagan lo que quieran con mi silencio".

La Vieja Edda













Al este de Midgård, en el bosque de hierro
Estaba sentada la vieja hechicera,
Alimentaba a la raza
Terrible de Fenrer,
Uno de ellos
Finalmente
Bajo la forma de un troll
Devorará la Luna.

Se alimentaba con los cuerpos
De los hombres que mueren;
Mancha con roja sangre
Los tronos de los dioses;
A su paso en verano
Se oscurece el sol
Y el tiempo se vuelve malo
¿Lo conocéis mejor ahora?

El vigía de la hechicera,
El alegre Edger,
Estaba sentado en la cima de la montaña
Y tocaba su arpa;
Cerca de él cantaba
En el bosque poblado de pájaros
Un hermoso gallo rojo
Que se llamaba Fjalar.

Entre los dioses cantaba
El gallo de la cresta de oro,
Aquel que despierta en el Valhal
A las legiones de héroes;
Bajo la tierra
Canta otro gallo,
El gallo de la cresta roja,
En el palacio de Hel.

Garm ladra ruidosamente
En la caverna de Gnipa;
Las cadenas se han desunido,
El lobo ha recobrado la libertad,
Vala conoce el futuro
Ve mejor
Que los dioses vencedores
La terrible caída.