miércoles, 26 de diciembre de 2012

Islandia, el experimento republicano


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La época del asentamiento duró 60 años. En junio de 930, cuando ya había suficientes colonos como para necesitar una ley común bajo una única autoridad, se reunieron los hombres libres de Islandia en el lugar que desde entonces se llamaría Thingvellir -los Prados del Parlamento- para fundar un estado, pero no un estado al modo del que habían dejado atrás. Crearon una república, no exactamente una democracia en el sentido que entendemos hoy, pero alejados de los hábitos monárquicos imperantes en toda Europa. Aquel fue el único experimento republicano medieval y duró unos 330 años.
    En el Parlamento (Althing) se promulgaban las leyes, se tomaban decisiones importantes relativas al país y se juzgaba y dictaban sentencias inapelables hacia los infractores que se encontraban culpables, para lo cual se adoptó un código de leyes basado en el existente en el sudoeste noruego, de donde eran originarios la mayoría de los colonos. Se nombró a un <<lögsögumard>> (orador o recitador de las leyes), que era el encargado de dirigir las reuniones, de recitar las leyes de memoria desde la Roca de la Ley y de contestar cualquier pregunta concerniente a ellas; era elegido por un período de 3 años entre los godar -sacerdotes paganos- de los diferentes distritos y era el único que cobraba por su puesto.
    Se eligió este lugar de reunión por ser el más accesible para todos los islandeses, que vivían a lo largo de las tierras fértiles de las costas; los más alejados tardaban 17 días a caballo. Las reuniones eran a comienzo del solsticio de verano durante dos semanas. Cualquiera hombre o mujer libre, podía tomar la palabra en aquel impresionante anfiteatro rocoso. También era un gran encuentro social, con mercado, deportes, cómicos, recitales poéticos; así mismo, se aprovechaba para concertar los convenios matrimoniales.
    Poco a poco los islandeses cristianos llegaron a ser un número considerable y decidieron que no querían ser gobernados por paganos, llegando a esbozar una asamblea separatista; pero el líder cristiano, SiduHallur, antes de hacerla efectiva decidió que fuese el orador oficial del <<Althing>> quien arbitrase la situación; decisión arriesgada, ya que éste, Thorgeir Thorkelsson, era pagano, había sido reelegido durante 5 veces (15 años en el cargo) y era muy respetado por toda la comunidad.
    Las sagas nos presentan la escena decisiva de esta manera: Tras serle confiada la cuestión, Thorgeir se encierra en su tienda, se tumba en su cama y se cubre con su capa, permaneciendo así durante 24 horas, indiferente ante la imaginable tensión de quienes le esperaban fuera. La decisión era crucial: la nación podía dividirse en dos estados enemigos, aparte de la amenaza más o menos velada de invasión por parte del rey Olaf. A la mañana siguiente sale de su tienda, sube a la Roca de la Ley y expone el problema exclusivamente en términos de unidad del estado y de sentido común. No hay ningún tipo de disertación teológica o dogmática; simplemente es necesario acogerse a una sola fe para vivir bajo la misma ley y poder mantener la paz y la independencia. Decreta desde su posición de Orador oficial la conversión del país al cristianismo, pero manteniendo las viejas leyes y costumbres. Dadas las circunstancias, los paganos no tuvieron demasiado inconveniente en añadir un dios más, ya que, al principio no se les impedía seguir haciendo sacrificios a sus dioses, aunque lo tenían que hacer en privado.
    La cristianización del país como medio de unidad e independencia no funcionó durante mucho tiempo, si bien consiguió un corto período de paz social comparado con otros más turbulentos. Pero llegó una época en que las luchas internas ocasionadas por unas cuantas poderosas familias ávidas de poder, mas los continuos conflictos fruto del abandono de la ética cotidiana, donde ya parecen no tener cabida las ideas de honor y justicia, hicieron inútil cualquier resolución del Althing, que se vio obligado a poner a Islandia en 1262 bajo el dominio de la corona noruega, como único modo de evitar una guerra civil. Hubo paz, pero el declive fue ya imparable.


                                                                                                           Manuel Velasco

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