miércoles, 5 de diciembre de 2012

Esclavo de los dioses


Josef Klima da cuenta de que en la biblioteca de Nippur se conservaron fragmentos de un mito sobre la creación del hombre a cargo de los dos dioses antes citados, Enki y Ninmah. El material que emplearon para darle forma fue el barro, el mismo barro que el relato bíblico recogió mil años más tarde. Y lo que sí queda claro en ese mito es que el hombre fue creado para servir a los dioses, y no es el único relato donde se dice tal cosa.
    También de Nippur llega la noticia de que el dios del ganado, Lakhar, y la diosa de los cereales, Ashnan, cansados de los trabajos que ocasionaba el atender sus respectivos oficios, decidieron crear un esclavo -llamemos a las cosas por sus nombres- que los liberase de esas fatigas. Y así fue como crearon al hombre.
    Otro relato, denominado Atrahasis, insiste en este detalle turbador sobre el sentido de nuestras vidas:

    "Cuando los dioses, al igual que el hombre, soportaban la faena, cargaban las cestas de trabajo -las cestas de los grandes dioses-, el trabajo era pesado, mucho el infortunio...
    Cuarenta años más toleraron el trabajo día y noche. Se hastiaron, se lamentaron, refunfuñaron en las zanjas de trabajo...".

Esta situación generó la protesta de los dioses menores y hubo una rebelión contra Enlil. Ante esa situación, el dios se muestra de acuerdo con la creación del hombre para que éste lleve a cabo las terribles faenas que enojaban a las deidades:

    "En cuanto Nintu, la diosa de los nacimientos, esté presente, engendre la descendencia, que el hombre cargue la cesta de trabajo de los dioses".

Y así se hizo.
    El séptimo día, con luna llena, se preparó un baño purificador y We-ila, que poseía la racionalidad, fue sacrificado. Su carne y su sangre se mezcló con barro y así nació lullu, el hombre, el esclavo de los dioses.
    Tal vez, a la luz de estos relatos y teniendo presente lo que en el siguiente capítulo diremos a propósito del Jardín del Edén y de los desgraciados acontecimientos que allí tuvieron lugar, debamos interrogarnos sobre cuál es realmente nuestra misión en esta vida y qué papel desempeñan los dioses en ella, o nosotros en la de las divinidades.


                                                                                                        Mariano F. Urresti

No hay comentarios:

Publicar un comentario