(fragmento)
La gnosis aparecerá así, desde el principio, como una actitud. No simplemente una actitud psicológica o puramente intelectual, sino total, existencial, capaz de comprometer la vida, la conducta, el destino, el ser mismo del hombre entero. Convertida, de negación, exclusiva e incluso orgullosa, dotada de una superioridad absolutamente segura de sí misma, corresponde a los sucesivos pasos de un individuo lanzado en prosecución de su propia identidad. Al principio, la insatisfacción, la inquietud, la ansiedad. Decepcionado o herido por su actual condición en el seno de un mundo, de una sociedad, de un cuerpo, en los que no experimenta sino malestar; en un contorno por el que se siente encerrado, oprimido, humillado o sometido a servidumbre, el gnóstico comienza por reaccionar frente a él y contra él: al principio, mediante el disgusto, el desprecio y la hostilidad; luego, mediante un rechazo, si es que no mediante una rebelión. Rechaza su condición y se niega a aceptarla. Al sentirse extranjero a un mundo que ha acabado por concebir como radicalmente extraño, tiende a distinguirse, a apartarse, a desprenderse de él, a rechazarle o a romper con él. Lo que equivale a percibirse y a situarse frente al mundo por oposición a él. De aquí la necesidad de evadirse, de salir, de él, de liberarse de su abrazo y sus apremios, y, a la vez, de encontrarse fuera de él en plena y libre posesión de sí mismo (...) el gnóstico no hace otra cosa, a todo lo largo de su itinerario, que aspirar a descubrir y a recobrar su ser personal, auténtico, radical; a lo que tiende es a conocer en toda su extensión quién es él, y, mediante ello, a convertirse integralmente en lo que él es.
Henri-Charles Puech
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