jueves, 6 de diciembre de 2012
Dioses Menores
(Fragmento)
En el mundo hay billones de dioses. Hay más dioses que mosquitos en un pantano. La inmensa mayoría de ellos son demasiado pequeños para verlos y nunca llegan a ser adorados, al menos por nada más grande que las bacterias, las cuales nunca dicen sus oraciones y no son lo que se dice demasiado exigentes en cuestión de milagros. Son los dioses menores, los espíritus de los lugares donde se cruzan los caminos de dos hormigas, los dioses de los microclimas que hay entre las raíces de las hierbas. Y la mayor parte de ellos se quedan así.
Porque les falta fe.
Un puñado de ellos, no obstante, terminan subiendo de categoría. El cambio puede ser provocado por cualquier cosa. Un pastor busca a una oveja perdida, la encuentra entre los zarzales y dedica un par de minutos a levantar un montoncito de piedras en señal de agradecimiento general a cualquier espíritu que pueda haber por ahí. O un árbol de forma peculiar llega a ser asociado con una cura para la enfermedad. O alguien talla una espiral encima de una piedra solitaria. Porque lo que necesitan los dioses es que crean en ellos, y lo que quieren los humanos es dioses.
La cosa suele detenerse ahí. Pero a veces va más lejos. Más rocas son añadidas, más piedras son levantadas, un templo es edificado allí donde antes se alzaba el árbol. El dios se vuelve más fuerte y la fe de sus adoradores lo impulsa hacia arriba como mil toneladas de combustible para cohetes. Para unos cuantos, el cielo es el límite.
Y a veces ni siquiera eso.
Terry Pratchett
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