sábado, 18 de mayo de 2013

Divagaciones sobre Stonehenge


Se cuenta que un día que pasaba por los páramos de Wiltshire y atravesaba la llanura de Salisbury, Jaime VI de Escocia (más tarde rey de Inglaterra con el nombre de Jaime I) llegó ante los extraños monolitos de Stonehenge. Acompañaba al rey Sir Iñigo Jones, el famoso arquitecto de Whitehall. Impresionado por la misteriosa grandeza de aquellos círculos de piedra, el rey interrogó a su compañero y le exigió una inmediata explicación de aquel enigma. Iñigo Jones, educado en la escuela de Palladio y, en consecuencia, imbuido en extremo de romanismo, respondió en el acto, sin titubear lo más mínimo: <<Stonehenge es un templo pagano dedicado a Celus, el dios del Cielo, y construido en el estilo toscano.>>
    <<Construido en el estilo toscano>>: Roma había hablado, y durante un siglo todos los anticuarios admitían que Stonehenge y las piedras que se levantaban en la Gran y la Pequeña Bretaña y demás eran columnas toscanas.
    A decir verdad, se había olvidado el viejo manuscrito que conserva la biblioteca del Colegio de Corpus Christi en Cambridge, en el que figura un dibujo que representa al círculo de piedras de Stonehenge y en su base puede leerse esta rúbrica: <<Stonehenge, en Amesbury, Inglaterra. En este año -léase 483 de nuestra era-, el mago Merlín transportó la danza de los Gigantes de Irlanda a Stonehenge.>>
    Detengámonos ante esta expresión de <<danza de los Gigantes>>. Por todo el medievo, las piedras enhiestas (dólmenes, menhires, crómlechs) se han conocido en Europa bajo los diferentes nombres de <<piedras de hadas>>, <<piedras oscilantes>>, <<piedras giratorias>>. Un arzobispo de Upsala (Suecia), Olaüs Magnus, gran polígrafo, bautizó, en algún lugar de los veintidós volúmenes que consagró a la Historia de las naciones de Europa del Norte, con el nombre de <<danza de los Gigantes>> a estos enigmáticos círculos de piedras, sin duda porque veía en ellos, como el escribano del manuscrito de Cambridge, a unos gigantes convertidos en piedra por obra de Merlín el mago en el curso de una misteriosa danza. Para san Gil eran obras del diablo, <<maravillas diabólicas -decía- que superaban por su talla y su número todo cuanto Egipto había producido>>.


                                                                      Maurice Bell; Centauros, Héroes, Druidas

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