viernes, 30 de agosto de 2013

Apuntes en torno a la Guerra de las Castas

Hablando de la situación en Yucatán en la época en que se inició la Guerra de las Castas (1847-1848), expresa la mejor autoridad sobre el tema [Nelson Reed]:
Sabemos que el país estaba dividido por la raza, pero mayor aún era la escisión debida a las concepciones opuestas de un mundo común. El maíz, que para el blanco es un simple bien de consumo, era sagrado para el maya; para el blanco la tierra sin cultivar no era más que tierra baldía, pero para el maya era la legítima morada de los dioses de la selva.
Por supuesto, hay que recordar que los mayas habían aceptado con total sinceridad el cristianismo. La notable síntesis de ideas cristianas y bíblicas con los vestigios de la estructura social maya, erigida sobre el complejísimo y casi místico sistema de calendario que se remontaba a épocas anteriores a Cristo, asumió un carácter profundamente escatológico en los libros mayas de Chilam Balam. Estos libros proféticos y apocalípticos habían sido conservados y estudiados en secreto desde el tiempo de la Conquista, y en ellos se aludía al justo castigo que habría de recaer sobre los conquistadores llegados desde el sol naciente, no porque fueran cristianos sino, precisamente, porque no eran cristianos.
    Es curioso ver el fervor con que, al mismo tiempo, algunos de los profetas mayas aceptaban el mensaje de Cristo y rechazaban, por indignos, a los mensajeros (aun admitiendo la necesidad de sacerdotes católicos como mediadores). En el libro de Chumayel, del Chilam Balam, leemos la siguiente evaluación de la conquista:
Los hombres <<más cristianos>> llegaron aquí con el verdadero Dios; pero ese fue el comienzo de nuestra desdicha, el comienzo de los tributos, el comienzo de la <<caridad>>, la causa de que salieran a la luz secretas discordias, el comienzo de las luchas con armas de fuego... el comienzo de la esclavitud por deudas y de las deudas cosidas en los hombros...
    Tal fue el Anticristo sobre la tierra, el tigre de los pueblos, el gato montés de las naciones, que se bebía la sangre de los pobres indios. ¡Pero se acerca el día en que las lágrimas de los indios llegarán a Dios y en que la justicia de Dios descenderá sobre el mundo con un golpe aplastante!
A mediados del siglo XVIII había tenido lugar una breve rebelión, que fue brutalmente sofocada. En ese momento, dado el fermento de inquietud y cambio, los mayas empezaban a evaluar la nueva situación en sus propios términos, que eran los del Chilam Balam. Sabemos que el libro estaba nuevamente en circulación (la edición española impresa del Chilam Balam de Chumayel está basada en un manuscrito que cambió de dueño en 1831) y que los indios estaban reinterpretando su rol en el mundo revolucionario de la época: debían afirmar una vez más su propia identidad y repudiar la perversa sociedad de los conquistadores, y quizás incluso prepararse para el juicio de Dios. Más aún, podía resultar que fueran ellos mismos los instrumentos de ese juicio. Evidentemente, tales ideas eran objeto de las secretas cavilaciones de unos pocos y no se les daba amplia publicidad, pero ejercían su efecto.
    A los ojos de los mayas, el carácter <<no cristiano>> de la sociedad ladina se hacía evidente no tanto por su falta de ortodoxia formal como por su desprecio por el hombre, por las cosas que viven y crecen, por la tierra, por la sagrada planta de maíz -el don de los dioses- y por el propio indio. Un portavoz de los indios mayas resumió las razones por las cuales se proponían resistir a los blancos, con la violencia si era necesario:
Nosotros, los pobres indios, nos damos cuenta de lo que están haciendo los blancos para dañarnos, de cuántos males cometen en contra de nosotros, e incluso de nuestros hijos y de nuestras indefensas mujeres. Tanto perjuicio sin base alguna nos parece un crimen... Si los indios se levantan, es porque los blancos les dieron motivos; porque los blancos dicen que no creen en Jesucristo, porque han incendiado los campos de maíz. Ellos han dado justa causa para las represalias de los indios, a quienes ellos mismos han matado...
(La declaración continúa diciendo que no importa qué fuerzas usen los blancos en contra de ellos, los mayas no abandonarán la lucha porque...)
Somos los sacrificios de Dios. Ellos tendrán que decir si Dios les dio permiso para asesinarnos a todos, sin que nosotros tuviéramos decisión en el asunto... Por lo tanto, si morimos a manos de los blancos, paciencia. Los blancos piensan que estas cosas están terminadas, pero eso nunca ocurrirá. Así está escrito en el libro de Chilam Balam, y así lo ha dicho también Nuestro Señor Jesucristo sobre la tierra y más allá, que si los blancos se vuelven pacíficos, nosotros también lo seremos.


                         Thomas Merton; Los luchadores de la cruz

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