La fiesta del Sol Invictus era una celebración Romana de los primeros siglos en que se conmemoraba el nacimiento del dios Sol. El culto al Sol fue ampliamente festejado y especialmente difundido por los emperadores Heliogábalo y Aureliano. La fecha que se estableció para conmemorar este aniversario fue el 25 de diciembre, día en el que también nacen gran parte de las divinidades solares orientales.
Estrechamente relacionado con las estaciones, el solsticio de invierno en el hemisferio norte tiene lugar generalmente entre el 21 y el 22 de diciembre (aunque es normalmente fechado en el 21 de diciembre). Anterior a esta fecha, a partir del solsticio de junio (normalmente el 21 de junio), las noches se tornan paulatinamente cada vez más largas, hallando su cúspide en la noche del 21 de diciembre -la noche más larga en el hemisferio norte-. Durante los días 22, 23 y 24 de diciembre el sol parece morir en el mismo punto pero, finalmente, el 25 de diciembre se mueve de nuevo hacia el norte, por lo que se dice que el sol nace, dando origen a la celebración del Sol Invictus. De este modo, la oscuridad y las sombras que parecían cubrir por entero la Tierra, son finalmente derrotadas el 25 de diciembre con el nacimiento del dios Sol que, a la postre, se presenta como el salvador de la humanidad. Esta fiesta, que tuvo gran auge en los dos primeros siglos de nuestra era en Roma, fue finalmente prohibida por el emperador Teodosio I (que también reconoció al cristianismo como la religión oficial del imperio). En su lugar fue instituida, hasta nuestros días, la celebración de la natividad de Jesús, que también se celebra el 25 de diciembre. Es posible que el cristianismo, como una forma de permear en la sociedad romana, hubiera hecho coincidir la fecha del nacimiento de Jesús con la fecha de celebración del Sol Invictus para presentarlo como el nuevo dios, vencedor de las tinieblas y salvador de la humanidad.
Durante los días de diciembre son visibles, alzándose desde el Oriente, tres estrellas pertenecientes al cinturón de la constelación de Orión (denominadas los tres reyes) que se alinean con el sol Sirio de modo que pareciera que los tres reyes siguieran a la estrella de Oriente, visiblemente más brillante. La ruta que parecen seguir indica hacia el sol naciente del 25 de diciembre, hacia el punto en que ha de nacer el <<salvador de la humanidad>>, es decir: el Sol Invictus. En el lenguaje bíblico, el lugar del nacimiento del <<salvador de la humanidad>> es Belén o, en lenguaje hebreo, bet léhem, que literalmente significa casa del pan. Paradójicamente, este es el mismo nombre que suele dársele a la casa zodiacal de Virgo (Virgen, del latín Virgo), representada con una o dos brazadas de trigo. En otras palabras, los tres reyes y Sirio indican que el Salvador nacerá de la Virgen, en la casa del pan (lo que tiene un elevado simbolismo esotérico). Belén, sin embargo, es asociado también a Beleno (Belenus, Belanus o Belenos), el dios celta del Sol. Esto, incuestionablemente, representa al nacimiento del Sol o al nacimiento del hijo del Sol. En todo caso, la asociación de Jesús con el culto solar resulta innegable.
Así las cosas, el hecho de que se sitúe a Jesús naciendo de una virgen no tiene tanta significación literal como astrológica y simbólica. Él es la encarnación del logos solar, el nuevo Hombre-Dios, el nuevo Cristo. Y no ha existido, ni existirá, el primer Cristo que no nazca de una virgen.
J. Lallemant
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