Los espíritus son las inteligencias secundarias o creadas.
Son de tres naturalezas: los fijos, los errantes y los mixtos.
Los fijos son espíritus puros liberados de las leyes que gobiernan la materia.
Los errantes son los que habitan en la luz astral.
Los mixtos son los errantes que operan y pueden llegar a fijarse parcialmente en la materia.
Entre los fijos se puede distinguir: los muy puros, los más puros y los puros.
Entre los mixtos: los dominantes, los militantes y los dominados.
Entre los errantes: los conductores, los inconstantes y los animados.
Los fijos son los ángeles.
Los mixtos son los hombres evolucionados.
Los errantes son los hombres brutos.
Los espíritus se atraen y se rigen jerárquicamente unos a los otros.
Ellos se unen por cadenas y círculos. Entrar en un círculo significa conjurarse con los espíritus de ese círculo.
Conjurando a los espíritus superiores no se los atrae hacia abajo, uno se eleva hacia ellos.
La conjuración por medio de la evocación no puede ejercerse más que hacia los espíritus inferiores.
Para conjurar a los espíritus superiores es necesario entregarse a ellos, para conjurar por medio de la evocación a los espíritus inferiores, es necesario obligarlos a darse a nosotros.
Se evoca a los espíritus superiores haciéndoles ofrendas y se los compromete de ese modo a evocarnos.
Se evoca a los espíritus inferiores halagando sus atractivos o incitando sus avideces.
Las palabras son las fórmulas que sirven para fijar la voluntad.
Los espíritus inferiores al hombre son los elementales y los errantes del último orden.
A éstos, los antiguos teúrgos los llamaban demonios.
Estos demonios son mortales y procuran vivir a expensas del hombre, buscan las efusiones espermáticas y sanguíneas, el vapor de la carne y temen la punta y el filo de las espadas.
La jerarquía de los espíritus es infinita. Ella comienza en Dios, quien en nada tiene comienzo.
Los astros tienen almas astrales, los soles almas solares y los universos son regidos por los dioses que están en Dios: los Elohim vivientes.
La vida de los espíritus es un continuo ascenso y cambio, ellos suben y descienden por la gran escala simbólica de Jacob.
Los ángeles, gobernantes espirituales de los astros, alcanzan un día el gobierno de los soles y son sustituidos a su vez por los "jefes de las almas".
Los "jefes de las almas" son los reyes espirituales de la humanidad.
Los "jefes de las almas" de la Tierra llevan el nombre de Métatron-Sarpanim, que significa "Príncipe de las luces".
Un "jefe de las almas" no muere, se eleva vivo al cielo. Enoch fue, en tiempos anteriores a la creación de Moisés, el primero elevado al rango de Métatron-Sarpanim.
Después de Enoch reinó Moisés.
Después de Moisés, Elías.
Después de Elías, Jesus.
Todos los Métatron deben tener dos reinados, ellos regresan a la Tierra después de recorrer todas las esferas de nuestro sistema solar. Es por eso que el retorno de Enoch y Elías precederá al segundo advenimiento de Jesús.
En su primer advenimiento, Jesús se reveló como pontífice.
En su segundo advenimiento se revelará como Rey.
Él fue el Cristo.
Debe ser el Mesías que los judíos tienen razón de esperar.
Enoch fue quien, sobre el Sinaí, dio la ley divina a Moisés. Moisés y Elías, sobre el monte Tabor, enseñaron a Jesús los grandes misterios de la revelación cristiana.
Jesús transmitió la iniciación a San Juan el Evangelista, y por esta razón este apóstol debe permanecer hasta el segundo advenimiento de su Maestro.
En las épocas de descomposición, los espíritus interiores se manifiestan como gusanos sobre cadáveres.
Se los evoca por la corrupción y haciéndose devorar por ellos.
Éstos son los vampiros de las almas malvadas.
Estas descomposiciones preceden y anuncian siempre la llegada a la Tierra de un espíritu regenerador en la persona del Métatron solar.
Las mesas parlantes y los espíritus anunciaron el regreso de Enoch. Él vendrá cuando el papado haya perdido su autoridad en el mundo y los cabalistas resplandezcan. El advenimiento de Elías seguirá de cerca al de Enoch, y luego Jesús, el Salvador del mundo, llegará a la Tierra una segunda vez.
Él será precedido por el Anticristo, cuya misión será preparar el gran imperio temporal del revelador del Evangelio.
La luz astral se mueve en los espíritus elementales, pues una nueva creación se prepara.
Se reencuentran las claves de Salomón y los misterios de la alta Masonería se revelan.
Una escuela, cuyos comienzos son aún oscuros y casi invisibles, se formará en el imperio eslavo, en Alemania y en Francia.
En un siglo, esta escuela contará con siete mil adeptos, y su último Gran Maestro será Enoch.
Enoch aparecerá en el año 2000 de la era cristiana. Después, el Mesianismo, del que él será precursor, florecerá en la Tierra durante mil años.
Estas previsiones son el resumen de todas las profecías y de todos los cálculos cabalísitcos... ellas deben mantenerse en secreto para no exponer los trabajos más respetables del genio humano y de la ciencia adivinadora a las profanaciones de la ignorancia.
Eliphas Levi; anotaciones a las clavículas de Salomón
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