lunes, 7 de octubre de 2013

Mani

Mani surge del movimiento gnóstico como un pensador sensible y complejo, y posiblemente capaz de desafiar la dominación del pensamiento cristiano. Como Jesús, experimentó profundas visiones arquetípicas del ámbito espiritual, y llegó a considerarse a sí mismo un apóstol de Dios. El maniqueísmo ha proporcionado un rico legado de literatura mística y, según el estudioso religioso Kurt Rudolph, debería considerarse como una religión mundial mayoritaria, junto con el budismo, el cristianismo y el islam.
    Según su propio relato, registrado por el erudito árabe Al-Biruni, Mani nació en el año 216 d. C., en la aldea de Mardinu, en el norte de Babilonia, aunque creció en una comunidad de mandeanos -miembros de una secta gnóstica palestina-. A la edad de doce años, Mani recibió una revelación espiritual inspirada por el <<Rey del Paraíso de Luz>>. A partir de este momento renunció a la comunidad a la que pertenecía por nacimiento y se convirtió en una especie de apóstol espiritual. Según el texto maniqueo Kephalaia, después de su revelación Mani se convirtió en el <<gemelo>> del Espíritu Santo. Se le atribuye haber dicho: <<... el Paracleto viviente bajó y me habló [por primera vez]. Me reveló el misterio oculto, oculto desde los tiempos y las generaciones del hombre: el misterio de lo profundo y lo elevado; el misterio de la luz y de la oscuridad, el misterio de la contienda, de la guerra, y de la gran guerra, todos ellos me fueron revelados>>.
    Como ocurrió con Mahoma -cuyas revelaciones también tuvieron lugar a través de visiones angelicales- Mani fue nombrado <<mensajero>> o profeta de Dios. Después de convertir a su padre y a otros miembros de su familia, Mani salió a predicar su doctrina, para lo que viajó a las provincias persas de Turan y Makran y también visitó el noroeste de la India. Más tarde volvió a Babilonia. Parece que Mani quedó fuertemente impresionado por el budismo durante su viaje a la India, pero su religión es principalmente una síntesis gnóstica de creencias cristianas y persas. Como ocurre en el gnosticismo clásico, Mani distingue entre Dios y material, aunque con tintes de dualismo persa y el eterno conflicto entre Ohrmazd/Ahura Mazda (simboliza el bien) y Ahriman/Ahra Mainyu (el mal). En el maniqueísmo, el bien es inherentemente superior al mal, y al final triunfa.
    Durante el tiempo de Mani, prevaleció una forma de zoroastrismo según el cual Ohrmazd y Ahriman fueron engendrados por un ser primordial divino llamado Zervan, que era andrógino. El zervanismo influyó sobre el mitraísmo -la religión del misterio que llegó a ser popular en la antigua Roma- y también se cree que Zervan guarda una relación con la entidad cósmica Abraxas, que aparece en la cosmología de Basilides como el gran arconte que rige sobre los 365 cielos.
    Mani rechazó el concepto zervanita de que las fuerzas del bien y del mal eran como <<hermanos>> en el mismo panteón de seres arquetípicos. En cambio, describió una cosmología en la cual la realidad espiritual suprema era el <<el Dios el Padre de la luz bendita>>. En esta forma sagrada incorpora los principios divinos de la luz, la fuerza y la sabiduría. Dios el Padre <<llama>> a la vida a la Madre de la Vida, y ella a su vez <<llama>> al Hombre Primario -que es su hijo-. Ellos componen la trinidad maniquea.
    El Hombre Primario lucha contra las fuerzas del mal y la oscuridad, y finalmente vence. En una leyenda maniquea, es derrotado por el Príncipe de la Oscuridad y pierde su armadura, y en otra sus cinco hijos son devorados por demonios. De vez en cuando el Hombre Primario vuelve en gloria al abrazo acogedor de su madre en el paraíso. Como enfatiza el erudito gnóstico Geo Widengren en su estudio de 1965 sobre Mani, el Hombre Primitivo simboliza al redentor, que a su vez necesita redención, y éste se convierte en el mito gnóstico central. El Hombre Primario debe superar los formidables obstáculos en la oscuridad para encontrar su auténtico <<yo>> o <<alma>>. Su retorno al hogar celestial representa la liberación del alma y su regreso al mundo de la luz.
    Éste es, en gran parte, un mensaje de gnosis, el retorno de la <<chispa divina>> al ámbito del espíritu de donde provino. Es un tema de <<eterno retorno>> que también se encuentra en la tradición hermética, en la cábala medieval y en la tradición esotérica de la alta magia occidental. Esta cuestión también se trata en las enseñanzas de Plotino, el filósofo neoplatonista del siglo III que alcanzó un amplio reconocimiento durante el renacimiento.


                                                                                         Nevill Drury; Magia y Hechicería

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