lunes, 30 de septiembre de 2013

Tuergos

Veamos primero algunos nombres de estos seres: Artesano, Consejero, Cuidadoso, Dormilón, Herrero, Listo, Mago, Meticuloso, Sabio, Sapientísimo, Tímido, Tonto, Torpe.
    Nuevamente la dualidad sabio-tonto, pero ahora se añaden calificativos que nos indican la función primordial de los tuergos: la artesanía, más específicamente el trabajo de la forja. Y efectivamente, estos seres aparecen siempre que los dioses -pero también los hombres favorecidos por éstos- deben hacerse con algún objeto de especial valor. Sigurð o Sigfrido deberá a un tuergo la espada con la que podrá matar al dragón Fáfnir, en la Saga de los Volsungos y los poemas correspondientes de la Edda. Freya obtiene de ellos su collar, mientras que Odín, Thor y Frey también utilizan armas y objetos fabricados por tuergos. Lotte Motz cree descubrir aquí una reminiscencia de primitivos astrónomos de tiempos neolíticos: si los etones eran los pueblos que habitaban el norte a la llegada de los indoeuropeos, los tuergos podían ser sus sacerdotes, dedicados a la observación astronómica desde los monumentos megalíticos.
    Personalmente me inclino más a interpretarlos como una mitologización de los primeros herreros, como veremos con más detalle al estudiar los tesoros de los dioses. Si esos herreros eran celtas, tenemos ya la diferencia basada en la lengua; seguramente los herreros ambulantes se desplazaban sin mujeres, igual que los tuergos son exclusivamente masculinos. Probablemente, como en tantas culturas, los antiguos herreros rodeaban de secreto buena parte de sus actividades, como una forma más de garantizar el monopolio de su oficio, y lo disfrazaban de magia, de saber misterioso. Y aunque eran fuertes, la ceniza y el humo de la forja les darían un aspecto poco atractivo, rasgo permanente de los tuergos. Y finalmente, pese a esas peculiaridades que los apartaban de los demás hombres, mantenían tratos normales con ellos; eran accesibles, aunque ciertamente no sería recomendable romper los tratos: el precio de lo que fabricaban los tuergos y los herreros siempre debía pagarse. En esta interpretación, sin embargo, no encaja tan fácilmente su vivienda debajo de las rocas o junto a ellas ni su palidez cadavérica. Tal vez, como sucede con tantos otros personajes mitológicos germánicos, se confundieron con otros seres fúnebres subterráneos, lo que se reflejaría en su identificación por Snorri con los <<elfos negros>>.
    En todo caso, y como sucedió con los etones, la evolución posterior los transformó en seres de talla pequeña o incluso diminuta, que habitan bajo las rocas e incluso debajo de las setas y que llamamos enanos o gnomos. Igual que con los gigantes, he evitado estos términos para reconducir a los tuergos a su auténtica naturaleza de seres sobrenaturales pero accesibles a personas, dioses y etones, que con sus misteriosas artes son capaces de producir todos los objetos maravillosos que puedan apetecer unos u otros y cuya talla no se distinguía de la de los etones o los humanos.


                                                                       Enrique Bernárdez; Los mitos germánicos

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