Durante las primeras fases de su evolución, el hombre diferente se adaptó a un esquema geográfico originario del Cercano Oriente y retomado y perfeccionado por los griegos. El mundo habitado, o ecúmene -oikuménë- tenía en sus orígenes la forma de un círculo o un rectángulo. Una gran isla rodeada por el río Océano, cuya ribera exterior daba al espacio indefinido, en cualquier caso desconocido. Las tierras de los confines del mundo -situadas a lo largo de la ribera interior o en islas- ofrecían el espectáculo de las maravillas o anomalías más diversas, evocadas por Homero, Hesíodo y otros poetas de la época arcaica.
En el frondoso decorado de estas tierras, uno de los elementos esenciales era una pradera suave y florida, símbolo de la vida, del nacimiento y también de la muerte. Morada de dioses y diosas, como la famosa isla de Calipso; residencia de seres monstruosos: gorgonas, glifos, cíclopes, sirenas; residencia también de pueblos felices para los cuales la historia se había detenido en la edad de oro y que, en consecuencia, nada sabían de nuestras inquietudes y miserias. Los etíopes pertenecían a ese espacio ahistórico; según Homero, vivían alegremente y compartían sus festines con los dioses.
Como vemos, en esta amalgama originaria los tres componentes del universo -naturaleza, hombre y dios- todavía no se han separado.
Después, a partir del siglo sexto a.C., los sabios asumieron la responsabilidad del mundo. Modificaron algunos detalles, pero el edificio se mantuvo sobre los viejos cimientos. El río Océano se convirtió en un océano auténtico con sus mares adyacentes. Al interior de la gran isla, se individualizaron tres continentes: Europa, Asia y África. No cambió nada esencial. Las relaciones entre el centro (Grecia) y la periferia (los bordes del Océano) siguieron sometidas a los mismos criterios y valores.
Inventado por los griegos, el método científico no se opone a la mitología o a su parodia, que es la ideología. Lejos de anular los mitos, la ciencia los analiza, los transfigura y acaba por asimilarlos en su nueva forma.
Lucian Boia; Entre el ángel y la bestia
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