Podemos decir del erotismo que es la aprobación de la
vida hasta en la muerte.
Propiamente hablando, ésta no es una definición, pero
creo que esta fórmula da mejor que ninguna otra el sentido del erotismo. Si se
tratase de dar una definición precisa, ciertamente habríamos de partir de la
actividad sexual reproductiva, una de cuyas formas particulares es el erotismo.
La actividad sexual reproductiva la tienen en común los animales sexuados y los
hombres, pero al parecer sólo los hombres han hecho de su actividad sexual una
actividad erótica, donde la diferencia que separa al erotismo de la actividad
sexual simple es una búsqueda psicológica independiente del fin natural dado en
la reproducción y del cuidado que dar a los hijos. Así, a partir de esta
definición elemental, vuelvo inmediatamente a la fórmula que propuse para empezar,
según la cual el erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte. En
efecto, aunque la actividad erótica sea antes que nada una exuberancia de la
vida, el objeto de esta búsqueda psicológica, independiente como dije de la
aspiración a reproducir la vida, no es extraño a la muerte misma.
Hay ahí una paradoja tan grande que, sin esperar más,
intentaré dar a mi afirmación una apariencia de razón de ser con dos citas:“Por desgracia el secreto es demasiado firme”, observa
Sade, “y no hay libertino que esté un poco afianzado en el vicio y que no sepa
hasta qué punto el acto de quitar la vida a otro actúa sobre los sentidos...”.
El mismo escribe esta frase, más singular aún:
“No hay mejor medio para familiarizarse con la muerte
que aliarla a una idea libertina”.
He hablado de una aparente razón de ser. En efecto, este pensamiento de Sade
podría ser una aberración. De todos modos, aunque sea verdad que la tendencia a
la que se refiere no es tan rara en la naturaleza humana, se trata de una
sensualidad aberrante. Pero no por ello deja de existir una relación entre la muerte
y la excitación sexual. La visión o la imagen del acto de dar muerte pueden despertar,
al menos en algún enfermo, el deseo del goce sexual. Pero no podemos limitarnos
a decir que la enfermedad es la causa de esta relación.
Personalmente, admito que en la paradoja de Sade se
revela una verdad. Esta verdad no está restringida a lo que abarca el horizonte
del vicio; hasta creo que podría ser la base de nuestras representaciones de la
vida y de la muerte. Y creo finalmente que no podemos reflexionar sobre el ser
independientemente de esta verdad. El ser, las más de las veces, parece dado al
hombre fuera de los movimientos de la pasión. Diré, por el contrario, que jamás
debemos representarnos al ser fuera de esos movimientos. […]
Georges Bataille; El
erotismo.
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