Este mito patriarcal de Urano
obtuvo la aceptación oficial bajo el sistema religioso olímpico. Urano, cuyo
nombre llegó a significar «el firmamento», parece haber conquistado su
posición como Primer Padre al ser identificado con el dios pastoral Varuna, uno de los que constituyen la trinidad masculina aria; pero su
nombre griego es una forma masculina de Ur-ana
(«reina de las montañas», «reina del verano», «reina de los vientos» o «reina de los bueyes salvajes»): la diosa en su
aspecto orgiástico del solsticio
estival. El casamiento de Urano con la Madre Tierra explica una primera
invasión helénica de la Grecia septentrional, que permitió a los adoradores
de Varuna alegar que él prohijó a las tribus nativas que encontró allí, aunque
reconocían que era hijo de la Madre Tierra. Una enmienda del mito registrada
por Apolodoro, es que la Tierra y el Cielo se dividieron en una lucha mortal y
luego se volvieron a unir mediante el amor. Mencionan esto Eurípides (Melanipo el sabio, fragmento 484, ed. Nauck) y Apolonio de Rodas (Argonáutica, i.494). La lucha mortal tiene que referirse al choque entre los principios patriarcales y los
matriarcales causado por las invasiones helénicas. Giges («nacido de la
tierra») tiene otra forma, Gigas («gigante»)
y los gigantes se asocian en el mito con las montañas de la Grecia
septentrional. Briareo («fuerte») era llamado también Egeón (Ilíada, i.403), y
su pueblo puede ser, por lo tanto, el libio-tracio, cuya diosa cabra Egis (véase 8.1) dio su nombre al mar Egeo. Coto
era el antepasado epónimo de los cotianos, quienes adoraban a la orgiástica Cotito,
y difundieron su culto desde Tracia a
toda la Europa noroccidental. Estas tribus
son descritas como «de cien manos», quizá porque sus sacerdotisas estaban organizada en colegios de cincuenta, como
las Danaides y las Nereidas: o tal vez porque los hombres estaban
organizados en grupos guerreros de cien miembros, como los romanos
primitivos.
Los cíclopes parecen haber sido un gremio de
forjadores de bronce dela Hélade primitiva.
Cíclope significa «los de ojo anular», y es
probable que se tatuaran con anillos concéntricos en la frente, en honor del
sol. La fuente del fuego de sus hornos; los tracios siguieron tatuándose hasta
la época clásica (véase 28.2). Los
círculos concéntricos forman parte del misterio del arte de la herrería: para
batir cuencos, yelmos, o máscaras rituales, el forjador se guiaba por esos
círculos, trazados con compás alrededor del centro del disco plano en el
que trabajaba. Los cíclopes tenían también
un solo ojo en el sentido de que los herreros se cubren con frecuencia un ojo con un parche para evitar las
chispas que vuelan. Más tarde se olvidó su identidad y los mitógrafos
ubicaron caprichosamente sus espíritus en
las cavernas del Etna, para explicar el fuego y el humo que salen de su cráter (véase 35.1). Existía una
estrecha vinculación cultural entre Tracia, Creta y Licia; los Cíclopes estaban
en su elemento en todos esos países. La primitiva cultura heládica se extendió
también a Sicilia; pero también
es posible que (como Samuel Butler fue el primero en sugerir) la
composición siciliana de la Odisea explique la presencia de los Cíclopes allí (véase
170.b). Los nombres de Brontes, Estéropes y Arges («trueno», «rayo» y
«resplandor») son invenciones posteriores.
Robert Graves, Los mitos giegos.
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