lunes, 4 de marzo de 2013

FICCIORAMA: Lo que se espera de nosotros



Esto es una advertencia. Por favor, lea detenidamente.
Probablemente ya habrá visto un Predictor; se habrán vendido millones para el momento en que esté leyendo esto. Para quienes no hayan visto uno, es un pequeño dispositivo, como el mando a distancia para abrir la puerta del coche. Sus únicos elementos son un botón y una luz led verde. La luz se enciende cuando aprietas el botón.  Concretamente, la luz se enciende un segundo antes de que aprietes el botón.
La mayoría de la gente dice que al probarlo por primera vez, sienten como si estuvieran jugando a un juego extraño, donde la meta es presionar el botón después de ver la luz, y es fácil de jugar. Pero cuando tratas de romper las reglas, te das cuenta de que no puedes. Si intentas apretar el botón sin haber visto la luz, la luz aparece inmediatamente, y no importa lo rápido que seas nunca consigues apretar el botón hasta pasado un segundo. Si esperas a la luz, con el propósito de no pulsar el botón después, la luz no aparece. No importa lo que hagas, la luz siempre precede el momento de apretar el botón. No hay modo de engañar a un Predictor.
La esencia de un Predictor es un circuito con un cronómetro de tiempo negativo que envía una señal hacia atrás en el tiempo. Las consecuencias de esta tecnología se harán evidentes más tarde, cuando se consigan cronómetros negativos de más de un segundo, pero de eso no trata esta advertencia. El problema inminente es que los Predictores demuestran que el libre albedrío no existe.
Siempre ha habido argumentos que demuestran que el libre albedrío es una ilusión, algunos basados en física pura, otros basados en simple lógica. La mayoría está de acuerdo en que estos argumentos son irrefutables, pero nadie acepta nunca realmente la conclusión. El sentimiento que tenemos de libre albedrío es demasiado poderoso como para que lo derrote un argumento. Lo que se necesita es una demostración, y eso es lo que proporciona un Predictor.
Generalmente, una persona juega con un Predictor compulsivamente durante varios días, mostrándoselo a los amigos, ideando varias estratagemas para ganarle al aparato. Puede parecer que la persona pierda interés en él, pero nadie puede olvidar lo que significa en las semanas que siguen se asumen las consecuencias de un futuro imposible de cambiar. Algunos, al darse cuenta de que sus elecciones no importan, se niegan a tomar ninguna. Como una legión de Bartlebys Escribientes, ya no actúan de forma espontánea. Finalmente, la tercera parte de los que juegan con un Predictor deben ser hospitalizados por no comer. El estado final es un mutismo acinético, una especie de estado de coma despierto. Seguirán el movimiento con los ojos, y cambiarán de posición ocasionalmente, pero toda motivación ha desaparecido.
Antes de que la gente empezara a jugar con los Predictores, el mutismo acinético era muy raro, resultado de daños en la región cingular anterior del cerebro. Ahora se extiende como una plaga cognitiva. La gente solía especular sobre un pensamiento que destruye al que piensa, algún horror indescriptible, o una frase de Gödel que desmorona el sistema lógico humano. Resulta que el pensamiento más destructor es uno que ya conocíamos: la idea de que no existe el libre albedrío. Pero no se vuelve verdaderamente dañino hasta que  lo  has  creído.

Los médicos tratan de discutir con los pacientes que aún responden a la conversación. Todos hemos sido felices, con vidas activas, razonan, y tampoco entonces teníamos libre albedrío. ¿Por qué ha de cambiar nada? “Ninguna acción que decidiera usted el mes pasado era más libre que una decisión que tomara hoy”, diría un médico. “Puede seguir comportándose del mismo modo ahora.” A lo que todos los pacientes contestan: “Pero ahora lo sé.” Y algunos de ellos nunca vuelven a decir nada.
Algunos pensarán que el hecho de que el Predictor provoque este cambio en la conducta significa que seguimos teniendo libre albedrío. Un autómata no puede desalentarse, sólo una entidad con pensamiento libre puede hacerlo. El hecho de que algunos individuos desciendan al mutismo acinético mientras otros no, remarca la importancia de la decisión.
Por desgracia, ese razonamiento es fallido: toda forma de conducta es compatible con el determinismo. Un sistema dinámico podría caer en un campo atractivo y rotar a una distancia fija, mientras que otro podría manifestar una conducta caótica indefinidamente, estando los dos completamente determinados.
Les estoy transmitiendo esta advertencia desde algo más de un año en su futuro: es el primer mensaje de cierta extensión recibido cuando los circuitos con cronómetros negativos se usan para construir aparatos de comunicación. Otros mensajes seguirán a éste, refiriéndose a otros temas. Mi mensaje para ustedes es el siguiente: finjan que tienen libre albedrío. Es esencial que se comporten como si sus decisiones importaran, aun cuando sepan que no es así. La realidad no importa: lo que importa es lo que ustedes crean, y creer la mentira es el único modo de evitar un coma despierto. La civilización ahora depende del autoengaño. Tal vez siempre ha sido así.
Y sin embargo sé que, ya que el libre albedrío es una ilusión, está totalmente predeterminado quién pasará a tener coma  acinético y quién  no. No  hay  nada  que se pueda hacer al respecto, no puedes elegir el efecto que el Predictor tiene sobre ti. Algunos sucumbirán y otros no, y que yo envíe esta advertencia no alterará esas proporciones. ¿Por qué lo hago entonces?
Porque no tengo elección.
Ted Chiang

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