Es evidente que el origen general de la poesía se
debió a dos causas; cada una de ellas parte de la naturaleza humana. La
imitación es natural para el hombre desde la infancia, y esta es una de sus
ventajas sobre los animales inferiores, pues él es una de las criaturas más
imitadoras del mundo, y aprende desde el comienzo por imitación. Y es asimismo
natural para todos regocijarse en tareas de imitación. La verdad de este
segundo punto se muestra por la experiencia; aunque los objetos mismos resulten
penosos de ver nos deleitamos en contemplar en el arte las representaciones más
realistas de ellos, las formas, por ejemplo, de los animales más repulsivos y
los cuerpos muertos. La explicación se encuentra en un hecho concreto: aprender
algo es el mayor de los placeres no sólo para el filósofo, sino también para el
resto de la humanidad, por pequeña que sea su aptitud para ello; la razón del
deleite que produce observar un cuadro es que al mismo tiempo se aprende, se
reúne el sentido de las cosas, es decir, que el hombre es de este o aquel modo;
pues si no hubiéramos visto el objeto antes, el propio placer no radicaría en
el cuadro como una imitación de éste, sino que se debería a la ejecución o al
colorido o a alguna causa semejante. La imitación, entonces, por sernos natural
(como también el sentido de la armonía y el ritmo, los metros que son por
cierto especies de ritmos) a través de su original aptitud, y mediante una
serie de mejoramientos graduales en su mayor parte sobre sus primeros
esfuerzos, crearon la poesía a partir de sus improvisaciones.
La poesía, sin embargo, pronto se dividió en dos clases
según las diferencias de carácter en los poetas individuales; pues los más
elevados entre ellos debían representar las acciones más nobles y los
personajes más egregios; mientras los de espíritu inferior representaban las
acciones viles. Estos últimos producían invectivas primero, así como otros
componían himnos y panegíricos. No conocemos ningún poema de los poetas prehoméricos,
aunque sin duda hubo muchos autores entre ellos; pueden hallarse ejemplos, por
cierto, desde Homero en adelante, tal su margites
y poemas similares de otros. En esta poesía de invectiva su natural adecuación
produjo el metro yámbico que quedó en uso; de aquí nuestro presente término
"yámbico", porque era el metro de sus yambos o invectivas de unos
contra otros. Como resultado se obtuvo que los viejos poetas se convirtieron,
algunos de ellos, en autores del verso heroico y otros del yámbico. La posición
de Homero, no obstante, es peculiar: así como fue en el estilo serio el poeta
de los poetas, elevado no sólo por su excelencia literaria, sino también
mediante el carácter dramático de sus imitaciones, fue asimismo el primero en
bosquejar para nosotros las formas generales de la comedia al producir no una
invectiva dramática, sino un cuadro dramático de lo ridículo; sus margites en verdad se hallan, respecto a
nuestras comedias en la misma relación que la Ilíada y la Odisea frente a nuestras tragedias. Pero tan pronto
como la tragedia y la comedia aparecieron en el ambiente, aquellos naturalmente
atraídos por cierta línea de poesía se convirtieron en autores de comedias en
lugar de yambos, y los otros inclinados por su índole a una línea distinta, en
creadores de tragedias en lugar de epopeyas, porque estos nuevos modos del arte
resultaban más majestuosos y de mayor estima que los antiguos.
En cuanto a cuestionar si la tragedia es ahora todo lo
que debe ser en sus elementos formativos, considerar todo ello y decidirlo
teoréticamente y en relación a las representaciones, es un problema para otra
investigación.
Esta comenzó ciertamente mediante improvisaciones,
como también la comedia; la primera se originó con los autores de los
ditirambos, la otra con las canciones fálicas, que todavía perviven como
instituciones en algunas de nuestras ciudades. Y su avance desde entonces fue
lento, a través de su transformación y luego de superar etapas en cada paso.
Sólo después de una larga serie de cambios el movimiento de la tragedia se detuvo
al alcanzar su forma natural. 1) El número de actores fue primero aumentado a dos
por Esquilo, quien disminuyó la importancia del coro, e hizo que el diálogo, o
la parte hablada, asumiera la misión decisiva en el drama. 2) Un tercer actor y
la escenografía se debieron a Sófocles. 3) La tragedia adquirió también su
magnificencia. Descartó los relatos breves y el lenguaje chabacano, que debía a
su origen satírico, alcanzó, aunque sólo en un momento tardío de su progreso,
un tono de dignidad; su metro cambió, pues, del trocaico al yámbico. La razón
para su uso originario del tetrámetro trocaico yacía en que su poesía era
satírica y más relacionada con la danza que lo que sucede ahora. Empero, tan pronto
como se introdujo la parte hablada, la naturaleza misma encontró el metro
adecuado. El yámbico, según sabemos, es el más flexible de los metros, como se
muestra por el hecho de que muy a menudo caemos en él en el diálogo, mientras
que resulta raro que hablemos en hexámetros, y esto sólo cuando nos separamos
del tono hablado de la voz. 4) Otro cambio fue la pluralidad de episodios o
actos. En cuanto a los problemas restantes, los adornos sobreagregados y el
relato de su introducción, éstos deben ser aceptados según se dijo, pues
demandaría una tarea muy larga revisar los detalles.
Aristóteles; Poética. (Capítulo IV)
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