En primer lugar,
definiré lo que es la ciencia ficción diciendo lo que no es. No puede ser
definida como “un relato, novela o drama ambientado en el futuro”, desde el
momento en que existe algo como la aventura espacial, que está ambientada en el
futuro pero no es ciencia ficción, se trata simplemente de aventuras, combates
y guerras espaciales que se desarrollan en un futuro de tecnología
superavanzada. ¿Y por qué no es ciencia ficción? Lo es en apariencia y Doris
Lessing, por ejemplo, así lo admite. Sin embargo, la aventura espacial carece
de una nueva idea diferenciadora que es el ingrediente esencial. Por otra parte,
también puede haber ciencia ficción ambientada en el presente: los relatos o
novelas de mundos alternativos. De modo que si separamos la ciencia ficción del
futuro y de la tecnología altamente avanzada, ¿a qué podemos llamar ciencia
ficción?
Tenemos un mundo
ficticio, éste es el primer paso. Una sociedad que no existe de hecho, pero que
se basa en nuestra sociedad real; es decir, ésta actúa como punto de partida.
La sociedad deriva de la nuestra en alguna forma, tal vez ortogonalmente, como
sucede en los relatos o novelas de mundos alternativos. Es nuestro mundo
desfigurado por el esfuerzo mental del autor, nuestro mundo transformado en
otro que no existe o que aún no existe. Este mundo debe diferenciarse del real
al menos en un aspecto que debe ser suficiente para dar lugar a acontecimientos
que no ocurren en nuestra sociedad o en cualquier otra sociedad del presente o
del pasado. Una idea coherente debe fluir en esta desfiguración; quiero decir
que la desfiguración ha de ser conceptual, no trivial o extravagante... Ésta es la esencia de la ciencia ficción, la
desfiguración conceptual que, desde el interior de la sociedad, origina una
nueva sociedad imaginada por la mente del autor, plasmada en letra impresa y
capaz de actuar como un mazazo en la mente del lector, lo que llamamos el shock del no reconocimiento. Él sabe que
la lectura no se refiere a su mundo real.
Ahora tratemos de separar la fantasía de la ciencia ficción. Es
imposible, y una rápida reflexión nos lo demostrará. Fijémonos en los
personajes dotados de poderes paranormales; fijémonos en los mutantes que Ted
Sturgeon plasma en su maravilloso Más que humano. Si el lector cree que
tales mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia
ficción. Si, por el contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los
dragones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía
trata de aquello que la opinión general considera imposible: la ciencia ficción
trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas
circunstancias. Esto es, en esencia, un juicio arriesgado, puesto que no es
posible saber objetivamente lo que es posible y lo que no lo es, creencias
subjetivas por parte del autor y del lector.
Ahora definiremos lo que es la buena ciencia ficción. La
desfiguración conceptual (la idea nueva, en otras palabras) debe ser
auténticamente nueva, o una nueva variación sobre otra anterior, y ha de estimular
el intelecto del lector; tiene que invadir su mente y abrirla a la posibilidad
de algo que hasta entonces no había imaginado. “Buena ciencia ficción” es un
término apreciativo, no algo objetivo, aunque pienso objetivamente que existe
algo como la buena ciencia ficción.
Creo que el doctor Willis McNelly, de la Universidad del estado de
California, en Fullerton, acertó plenamente cuando afirmó que el verdadero
protagonista de un relato o de una novela es una idea y no una persona. Si la
ciencia ficción es buena, la idea es nueva, es estimulante y, tal vez lo más
importante, desencadena una reacción en cadena de ideas-ramificaciones en la
mente del lector, podríamos decir que libera la mente de éste hasta el punto de
que empieza a crear, como la del autor. La ciencia ficción es creativa e
inspira creatividad, lo que no sucede, por lo común, en la narrativa general.
Los que leemos ciencia ficción (ahora hablo como lector, no como escritor) lo
hacemos porque nos gusta experimentar esta reacción en cadena de ideas que
provoca en nuestras mentes algo que leemos, algo que comporta una nueva idea;
por tanto, la mejor ciencia ficción tiende en último término a convertirse en
una colaboración entre autor y lector en la que ambos crean... y disfrutan
haciéndolo: el placer es el esencial y definitivo ingrediente de la ciencia
ficción, el placer de descubrir la novedad.
Philip K. Dick; fragmento de una carta, 14 de mayo de 1981.
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