martes, 12 de febrero de 2013

La visión de Hanrahan




¡Oh!, que el viejo y huesudo dedo de la Muerte
no nos encuentre nunca allí,
en el alto y cóncavo país de las ciudades,
donde el amor es dar y perdonar;
donde las ramas tienen fruto y flor
todas las estaciones del año;
donde los ríos van desbordados
de cerveza roja y de cerveza negra.
Un anciano toca la gaita
en un bosque de oro y plata;
reinas, de ojos azules como el hielo,
bailan entre la multitud.

El pequeño zorro murmuró:
<<¡Oh!, pero ¿dónde está la perdición del mundo?>>.
El sol sonreía dulcemente,
la luna tiraba de mis riendas;
pero el pequeño zorro rojo murmuró:
<<¡Oh!, no le tires de la rienda,
que cabalga hacia el país de las ciudades
que es la perdición del mundo>>.

Cuando sus corazones tan fogosos están
que a la acción quieren pasar,
descuelgan sus pesadas espadas
de ramajes de oro y plata;
pero todos los que caen en la batalla
a la vida despiertan de nuevo.
¡Suerte que su historia
no se divulgue entre los hombres!
Pues ¡ay de esos fornidos granjeros
que dejan descansar el arado!
Su corazón será como la copa
que alguien ha bebido hasta apurar.

Miguel descolgará su trompeta
de una rama que tiene sobre la cabeza,
y armará con ella un poco de ruido
cuando servida la mesa ya esté.
Gabriel saldrá de las aguas
con una cola de pez, y contará
los prodigios acaecidos
en los mojados caminos que transitan los hombres,
y alzando un viejo cuerno de plata labrada,
beberá hasta caer dormido
en los confines de las estrellas.


                                                                                     Hanrahan el Rojo; W. B. Yeats

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