jueves, 25 de julio de 2013

Ejemplo de menú feérico


Una vez puesta la mesa sobre un pequeño champiñón,
tras breves oraciones, atacan el pan;
un grano del más puro trigo tostado a la luz de la luna,
con algún granito de arena brillante sobre el que comer
sus bocados selectos; luego por tres veces
celebran un banquete menos grande que encantador.
Y ahora, debemos imaginar primero
a los elfos presentando, para calmar su sed,
un puro aljófar de rocío recién caído,
servido y endulzado en una azul
y grande violeta; tras lo cual,
sus ojos alegres empiezan a recorrer
toda la mesa, en la que avista
las antenas de mariposas finas como el papel,
de las que come, y prueba un poco
de lo que llamamos baba de cuclillo.
Al lado se encuentra un pudin de bejín,
pero no lo bendicen sus manos,
que estaba demasiado crudo; pero luego, sin tardanza,
se arroja intrépido sobre la médula
de junco azucarada, y come la dulce bolsa
de las sabias e hinchadas abejas:
alegrando su paladar con cierto acopio
de huevos de hemíptero; ¿qué más querrá?
Barbas de ratón, un muslo hervido de salamandra,
una tijereta ahumada y una mosca;
con el gusano del jilguero, encerrado
en la concavidad de una nuez,
tostado como su diente. Una pequeña polilla
recién cebada en un trozo de tela:
con cerezas mustias; orejas de mandrágora;
ojos de topo; con ello, lágrimas de venado muerto:
la untuosa papada de un caracol;
el corazón roto de un ruiseñor
celebrado con música; con un vino
no arrebatado de la embellecedora parra,
sino suavemente prensado del lado tierno
de la más dulce y exquisita rosa de té,
y servido en una exquisita margarita,
que él bebe ávidamente para hechizar
la sangre y fortalecerla; hecho lo cual hizo bendecir
la mesa a su sacerdote; el banquete ha terminado.

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