miércoles, 10 de julio de 2013

Del espíritu filosófico y la feminidad


La cultura femenina debe distinguirse severamente del feminismo y de la feminidad. El feminismo es una política, una campaña política: en pro de una mejor situación material, social, jurídica de la mujer, en pro de la igualdad de los sexos, en contra de la preeminencia del varón, etc. El feminismo lucha por proporcionar a la mujer condiciones materiales, externas, de vida, más iguales a las que rodean al varón. Pero la cultura femenina es otra cosa. La cultura femenina es el conjunto de formas objetivas -de vida, de pensamiento, de sentimiento- que manifiestan, en lo exterior y comunicable, la esencia de la feminidad. La mujer realiza un tipo psicológico humano, que no es ni un estadio de tránsito, ni una desviación, sino que tiene por sí y en sí una sustantividad esencial. Hasta hace poco tiempo solía considerarse el varón adulto como el representante típico de la humanidad (y aún cabría decir: el varón adulto, blanco y civilizado), siendo todos los demás tipos humanos -las otras razas, los salvajes, los niños, las mujeres, los ancianos- estadios anteriores, posteriores o imperfectos del único y perfecto varón adulto. Pero hoy comprendemos ya suficientemente que existen en la humanidad y en la historia esencialidades anímicas, que tienen su sustantividad y que no pueden reducirse a etapas de un proceso. El niño realiza la esencia infantil, como el anciano la senil; el griego realizó la esencia helénica, como el chino la esencia china. Del mismo modo la mujer realiza un tipo de humanidad distinto del varón, con sus propios valores y sus propias características. La emancipación de la mujer -que ya casi es un hecho- no puede constituir un fin, sino que es tan sólo un medio para que comience a formarse la cultura femenina, es decir, una cultura que concrete, en productos objetivos -actividades, obras, descubrimientos, arte, ciencia, formas de vida, instituciones jurídicas, sociales, políticas, etc.-, las peculiaridades del alma femenina, de la feminidad eterna. De hoy en adelante la mujer asume, pues, la obligación de crear una cultura femenina, que sea la expresión externa, material, comunicable de la feminidad. Esta cultura femenina no necesita ser contraria ni hostil a la masculina. Y aunque sea distinta, puede armonizar con ésta, y aun llegar, en el concierto general, a destacarse como el canto o primera parte de la sinfonía.


Manuel García Morente; Introducción de una conferencia pronunciada
 en la Sociedad Lyceum-Club femenino español, el día 2 de marzo de 1929

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