Existe un bar, un viejo bar
detrás de un altozano,
donde hay cerveza tan oscura
que un día el Hombre de la Luna
bajó a tomar un trago.
Allí hay un gato borrachín
que en el violín es ducho.
Y su arco sube, y baja, y va
gimiendo aquí, siseando allá,
chirriando cual serrucho.
El posadero tiene un perro
amigo de las bromas.
Si cuenta un chiste algún cliente
alza la oreja y ríe fuerte
y a veces se sofoca.
Y tiene una vaca con cuernos
altiva cual princesa,
que con la música enloquece,
agita el rabo y se estremece,
mientras baila en la hierba.
Los platos, ¡oh!, de plata son,
igual que las cucharas.
Para el domingo, un juego fino
la víspera, con todo mimo,
se limpia y abrillanta.
Bebía el Hombre de la Luna,
y ya maullaba el gato.
El perro el rabo se cazaba,
la vaca, loca, y la cuchara
danzaba con el plato.
El Hombre un trago más tomó,
rodando de la silla.
Durmió, y soñaba con cerveza.
Palidecieron las estrellas,
el alba aparecía.
Le dijo al gato el postillón:
<<Relinchan muy ansiosos
los blancos potros de la Luna,
pues su amo ronca sin premura
y el Sol saldrá bien pronto>>.
El gato, entonces, comenzó
su música estridente,
chirriando y serruchando aprisa.
El dueño al Hombre sacudía:
<<¡Ya son las tres y veinte!>>.
Llevaron al Hombre a la Luna,
subiendo la lomada.
Detrás, los potros galopando;
la vaca iba saltando; un plato
huyó con la cuchara.
Pero el violín tocó más rápido,
rugía el perro, andaban
vaca y potros patas arriba,
y del lecho todos salían
a bailar a la sala.
¡Saltó la cuerda del violín!
Reía el perro; un brinco
sobre la Luna dio la vaca;
con el plato huyó la cuchara
de plata del domingo.
Así la Luna al fin partió
y el Sol se alzó en el cielo.
Mas ¡qué sorpresa se llevó,
pues todos al salir el Sol
a la cama se fueron!
J. R. R. Tolkien
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