martes, 14 de enero de 2014

Solanáceas I

La familia de las solanáceas debe su nombre a la palabra latina solanum con la que se designaba la que hoy llamamos hierba mora. Es posible que solanum proceda del verbo solar, solatus sum, solari: consolar, mitigar, aplacar, aliviar, lo cual responde efectivamente al resultado que producen estas plantas; las solanáceas son propiamente las <<consoladoras>>.
    A la hierba mora se la llama también dulzamara, por el sabor que tiene cuando se mastica, entre azucarado y amargo. Es una planta que crece en lugares cultivados, entre escombros y junto a los muros. Las hojas y toda la planta se recogía en verano, cuando había florecido; se dejaba secar en un lugar oscuro y luego se conservaba en un recipiente hermético. Se empleaba como analgésico, antiespasmódico y sedante, para dolores de estómago, hígado y vesícula, y para el tratamiento de las enfermedades de la piel, principalmente el eczema, la psoriasis, las úlceras, el herpes, la artritis, etc. También se solía administrar hierba mora a mujeres embarazadas para provocar el aborto.
    Tres solanáceas son especialmente tóxicas: la belladona, el estramonio y el beleño. La más peligrosa es la primera. Crece a la sombra de los árboles, en colinas boscosas o yacimientos carboníferos; puede alcanzar una altura de metro y medio. Sus flores son de color púrpura oscuro y el fruto -una baya esférica y negruzca del tamaño de una cereza- contiene 0,1% de atropina. De ahí le viene su nombre científico: Atropa belladona, derivado de Atropos, una de las tres Parcas, la que cortaba sin ningún miramiento el hilo de la vida. El principio activo de la Atropa belladona es, en efecto, la atropina, una sustancia particularmente tóxica cuando se usa de manera indiscriminada; administrada en dosis un poco elevadas produce vértigos, náuseas, dilatación de las pupilas, delirios, alucinaciones y, con frecuencia, la muerte. Se supone que la belladona fue empleada para envenenar a las tropas de Marco Antonio durante la guerra de Esparta, según la descripción que Plutarco hizo sobre los extraños efectos que siguen a su uso. Con la misma planta fue envenenado Claudio, el emperador romano. Las ménades de las orgías dionisiacas en la mitología griega se arrojaban con los ojos dilatados a los brazos de los hombres, o bien <<con los ojos de fuego>> caían entre ellos para despedazarlos y comérselos. El vino de las bacanales era adulterado frecuentemente con jugo de belladona. En cuanto al nombre vulgar -belladona-, vendría del uso que las damas romanas hacían de su jugo para tratar el cutis; dilatar la pupila a fin de embellecer la mirada, etc. En la terapéutica herbolaria, la belladona se aplica en caso de neuralgias, tos nerviosa, asma, convulsiones, tos ferina, epilepsia, constricciones espasmódicas y algunas enfermedades de los ojos. En la medicina moderna se ha utilizado para combatir la enfermedad de Parkinson.
    El estramonio -Datura Stramonium- es tan venenoso como la belladona, ya que también contiene atropina. Algunos gramos de sus hojas, tomados en infusión, bastan para causar una muerte atroz, con delirio, alucinaciones, convulsiones y parálisis de los miembros. Aplicada externamente, la planta se utiliza para anestesiar. En uso interno sirve para tratar los espasmos de la musculatura y sedar el sistema nervioso central. Su toxicidad es elevadísima; es la planta que mayor número de intoxicaciones provoca.
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                                                                                                                   Joseph Pérez

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