lunes, 27 de enero de 2014

Irrupción de los mongoles en Oriente Próximo


El gran Imperio mongol no tuvo parangón en la historia ni antes ni después. No sólo resultaba asombroso por su tamaño, sino por la explosiva celeridad con la que surgió. Fue precisamente esta expansión extraordinariamente rápida la que llevó a los musulmanes a infravalorar su peligro, sobre todo mientras se interpuso entre ellos el reino hwarizmí. Los mongoles, un pueblo nómada dividido en varias tribus, procedían, como los turcos, de las áridas estepas que se extendían entre el lago Baikal y los montes Altai. Hicieron su primera aparición en la historia en el siglo X, cuando se expandieron hacia el sur y los hitai, expulsados por ellos, establecieron en el norte de China el reino de los liao, destruido hacia 1125, tras lo cual los liao se replegaron hacia el oeste y constituyeron el reino de los qara hitai al este del Jaxartes. Tras este primer contacto con la cultura china, los mongoles volvieron a verse involucrados en un caos de luchas tribales. Su ascenso meteórico se inició poco después de 1200. En el plazo de una década, Temüyin, uno de sus jefes, se había convertido en señor de las tribus mongolas. En el año 1206 una asamblea popular le eligió gran kan de todos los mongoles con el título de Yingiz Kan, poco claro desde el punto de vista lingüístico. A partir de este momento, las enormes masas mongolas pasaron a considerarse como una unidad política; creían en una misión divina: unir el mundo bajo dominio mongol (<<un sol en el cielo, un señor sobre la Tierra>>). Yingiz Kan organizó su Imperio en pocos años. Recopiló la tradición legal mongola en un código, el llamado Yasak, que protegía la propiedad privada con penas draconianas. El ejército estaba organizado en grupos y múltiplos de diez, con lo que las decenas de miles de sus efectivos constituían unidades operativas autónomas. Además de su temerario arrojo, que despreciaba la muerte, su fuerza residía en su extraordinaria movilidad, que permitía a los jinetes mongoles atacar al adversario antes de que éste hubiese organizado su defensa. Las puntas perforadas de sus <<lanzas sibilantes>> producían al viento un fragor que despertaba miedo y espanto. Una férrea disciplina mantenía unido al ejército, que en el curso de la conquista se fue reforzando cada vez más con unidades turcas. La estrategia de los mongoles era de una brutalidad extrema. Uncían a sus súbditos sin ninguna consideración para transportar enormes cantidades de material de asedio. Bastaba que no hubiesen capitulado desde un principio para que los habitantes de las ciudades conquistadas fueran degollados en su mayoría. Los hombres aptos para la lucha podían contar, en el mejor de los casos, con que los mongoles los utilizasen en posteriores asedios como escudos humanos. Las mujeres y los niños eran esclavizados, y sólo aquellos que tuviesen alguna capacidad técnica y les fuesen útiles a los conquistadores podían esperar misericordia. De este modo, los nómadas mongoles destruyeron la prosperidad económica y cultural del Asia Central, que descansaba en una antigua cultura urbana, y separaron definitivamente el Irán persa del mundo árabe, mientras que más al este, seducidos por la superioridad de la cultura china, adoptaron sus usos y costumbres.


                                                                                                 Hans Eberhard Mayer

No hay comentarios:

Publicar un comentario