El 1 de enero de 1814 nacía en Kuanlupu, una remota aldea china de la provincia de Kuantung, un tipo en apariencia humano. Al menos nada hacía presagiar que Jung Siu-chüan, hijo de unos lugareños, pudiese llegar a ser un dios y además un dios cristiano, y por si fuera poco, el propio hermano de Cristo.
La metamorfosis no habría sido posible sin el caldo de cultivo de la Guerra del Opio de 1840. Cuando los maoístas revisaron ese periodo, tuvieron razón al criticar el uso que dio el capitalismo al látex de la adormidera, y las enormes ganancias que obtuvieron unos pocos. Ya hacia 1850 la cuestión se había desbordado: <<La cantidad de narcóticos introducidos al país llegó a ser de 50-60 mil cajas por año>>. Un dineral en talees de plata, entre veinte y treinta millones, y la salud de los chinos por los suelos.
Jung Siu-chüan llegó a creerse de verdad hijo de Dios y hermano de Cristo, pero eso no habría sido posible sin la cortina de humo tejida entre el opio y la propia religión cristiana, la cual se presentaba como salvadora de las humillaciones sufridas por mucha gente durante la guerra y sus secuelas. Jung (el de Kuantung), si por un lado pretendía ser el hermano de Jesucristo, por otro destacó como revolucionario, y los maoístas acabaron canonizándolo, o absorbiéndolo con esa amplitud de mangas intelectuales de la que hacían gala. Después de morir Jung, y de no resucitar, fue declarado pionero del movimiento proletario y hombre progresista ante litteram. No extraña que a Jung se le acabase dedicando una biografía, si no una hagiografía, publicada por expertos de la Facultad de Historia de la Universidad Futan de Shaghai.
Pues bien, siguiendo los datos de los historiadores maoístas sabemos que Jung, dentro del aislamiento provinciano, se había amamantado intelectualmente él solo, y con libros como Exhortación al perfeccionamiento, que contiene una serie de extractos bíblicos con anotaciones. Al parecer ese libro le causó un gran impacto, y debió de leerlo además cuando cayó enfermo, tal vez de malaria. Las altas fiebres le hicieron delirar y ahí vino la duda de si abjuró de Confucio por esa razón. Después de todo, ¿qué le había hecho Confucio a Jung? Sin embargo, el que sería en el futuro hermano de Cristo empezó a gritar un día: <<¡Mueran los diablos! ¡Mueran!>>. Y aún era peor cuando Jung recitaba poemas de su propia cosecha: <<Tomar el poder para gobernar Cielo y Tierra; / matar los demonios para proteger lo justo y / aliviar las penas del pueblo>>.
Resulta curioso ver cómo se perfiló en el maoísmo una especie de plus a favor del cristianismo (aunque fuera de un exaltado como Jung), pero precisamente fue para denostar y minusvalorar a Confucio. La ideología de Confucio, tan anquilosada y deudora de tiempos remotos, daba sarpullidos a los maoístas: <<Creando su yen (benevolencia), él [Confucio] elaboró un completo sistema ideológico reaccionario y abogó por el "autodominio y retorno a los ritos", un programa de restauración del viejo orden>>.
Confucio hablaba de un mandato del cielo sobre la tierra, y de que la riqueza y la gloria venían predestinadas desde lo alto. Esto, con un aire claramente reaccionario, era poco presuntuoso comparado con lo que podía pensar un hombre como Jung que se presentaba como enviado del cielo y que predicaba que <<la Verdad viene de Dios>>.
Pues bien, al aliarse Jung con el Dios cristiano y en contra de Confucio, convino mucho a los marxistas, y a partir de ahí sus poemas se descodificaron, no como religiosos, sino como expresiones de lucha revolucionaria: <<Apresados en los cepos del Cielo, traidores y sanguijuelas serán eliminados>>.
Con el triunfo final del maoísmo en China, el odio a Confucio fue moneda corriente pese a encarnar valores muy integrados en el ethos del país desde tiempo inmemorial. Confucio, nacido en Ch'u Fu (Shantung) tal vez en el 551 a.C., escribió Las Analectas, libro de <<conversaciones>> repletas de buen sentido, no sólo de sentido común. Un ejemplo podría ser el significado que tenía la sabiduría para Confucio: <<Cuando sabes algo, reconocer que lo sabes; y cuando no lo sabes, saber que no lo sabes... eso es la sabiduría>>.
En 1845 Jung ejercía como maestro y empleaba su tiempo libre para escribir. Entre sus muchos libros destaca Doctrinas sobre el movimiento del mundo, un título que da pie a cierta confusión. Jung no trata de la física planetaria, sino que se lanza a una crítica contra la tortura infligida al pueblo por <<... los espíritus y demonios terrenales del sobrenatural sistema clasista del Monstruo Rey del Infierno>>. Jung todavía no era hermano de Cristo, aunque acumulaba méritos crecientes en esa carrera. Tenía por claro y meridiano que el pueblo lo pasaba mal a causa del Monstruo Rey del Infierno, al que identificaba con el Emperador Ching, y de forma vicaria con sus funcionarios. Tiempo después Jung demostró a los habitantes de Siangchou que el llamado <<Rey Kan>>, la estatua de un dios local, no tenía poderes sobrenaturales: cogió una vara de bambú y con ella golpeó al monarca de piedra mientras enumeraba <<... sus diez crímenes. Acto seguido, lo demolieron>>.
Jung predicaba la equidad entre hombres y países, y su mensaje fue calando y haciendo adeptos, por ejemplo en la región de Kuiping-Kuisien, donde recluto a los cien primeros combatientes de lo que luego sería un formidable ejército. En junio de 1850 ya fueron más de diez mil los miembros del Taiping Tien Kuo, o Reino Celestial de Taiping, y se organizaron en Chintien, al pie de las montañas Tsichinshan. Una de sus cinco normas era: <<Ser desinteresado y servicial y obedecer a los jefes>>. Y otra era de este tenor: <<Coordinar su acción y jamás retroceder en la batalla>>.
El ejército de Taiping ganó batallas en varias provincias, como Junán, Kuangsí y Kuangtung. Los revolucionarios no sólo tomaban el poder político y militar, sino que proclamaban su <<Calendario Celestial>>, como hicieron en Yungan, y con eso pensaban que cambiaban China hasta las raíces. Todo tenía que ser nuevo en el cómputo del tiempo, y sin llegar a los extremos de Vendimiario, Brumario, Frimario y demás meses del calendario republicano francés, impusieron meses impares de 31 días y meses pares de 30 días hasta formar un singular año de 366 días. La Tierra no tarda en girar tanto como eso, siendo su órbita en torno al sol de 365,25 días. Pero el objetivo de Jung no era tanto el de ponerse exquisito con la astronomía, cuanto el de acabar con las supersticiones, buenas suertes y malas suertes, aparejadas a las viejas fechas.
Nivoso, Pluvioso, Ventoso... pasaron los meses, los meteoros, como pasó la Revolución francesa bajo el sable de Napoleón, pero Jung era más que eso y más que nadie. El hermano de Jesucristo llegó a mandar un ejército de un millón de hombres y se apoderó de Nanking, rebautizada como Tienching, o Capital Celestial. Poco después, consiguió derrotar al <<Destacamento de los Rifles Extranjeros>>, fuerzas al mando del mercenario norteamericano Frederick Townsend Ward. Después de lo cual Jung tomó nada menos que Shanghai y fue cuando el movimiento Taiping supuso el contrapeso, y el contrapoder, de la dinastía Ching en el país. Siempre con ideas utópicas como abolir el comercio, porque <<... todas las cosas están garantizadas por el Padre Celestial>>. Siguiendo ese camino, los taiping llegaron a la conclusión de que China era indirectamente suya: <<Toda la tierra y las riquezas pertenecían al "Dios Emperador">>.
Hay quien vio las ideas de los taiping como intentos larvados de comunismo: <<Bajo el cielo, todos los hombres son hermanos, todas las mujeres hermanas>>. Las revoluciones, incluso en fase embrionaria, obtuvieron comentarios positivos por parte de Marx y luego de los maoístas. Messidor, Thermidor, Fructidor... Hay meses para la cosecha revolucionaria, y en el Reino celestial de Taiping todo fue fantástico mientras duró. El hombre que se tenía por hermano de Jesucristo empezó a perder batallas importantes, como la de Anching, aunque luego tuviese a raya al mismísimo capitán Charles George Gordon, que había sucedido a Ward, Burgevine y Holland, jefes mercenarios, y que acabaría siendo famoso por su penosa actuación bélica y por la gloria de su muerte en Jartum. Para Jung, el Cristo chino redivivo, Gordon fue un auténtico azote al conquistar las ciudades cercanas a la Capital Celestial de Taiping. Si bien, fue precisamente a causa de esa hazaña por lo que a Gordon se le concedió el mayor honor de China, el Chaleco Amarillo de Caballero y la Pluma de Doble Ojo de Pavo Real. Al revisar esta parte de la historia, los maoístas criticaron con dureza a Gordon por su capacidad de combinar agresores extranjeros y reaccionarios domésticos <<para reprimir la revolución china>>.
Al final, nada del cielo ni de la tierra evitó la derrota de Jung. Su capital fue cercada y él animó a la gente a comer hierbas. Eso minó la salud de muchos, en especial la del Cristo chino que, según los maoístas, fue <<presa de una enfermedad que acabó con su vida el 1 de junio de 1864>>. Tenía cincuenta años, pero según otras versiones Jung se suicidó, una manera trágica de culminar una historia extraña y sangrienta como pocas. Los mesianismos traen tragedias para los que se encuentran en medio del delirio. El movimiento Taiping pudo haber generado por activa o por pasiva entre veinte y cincuenta millones de muertos, una hecatombe sin precedentes hasta que llegó la segunda guerra mundial, y sepultó con sus horrores muchos tomos de la historia universal de la iniquidad.
Confucio tenía un diagnóstico modesto, pero no despreciable: <<Dijo Tseng Tzu: talentoso, aunque buscando sabiduría en los ignorantes; de gran virtud, aunque buscando sabiduría en aquellos que no eran virtuosos; rico, aunque actuando como si no lo fuera; colmado, aunque se comportaba como alguien vacío; atacado, aunque jamás respondía a las ofensas... una vez tuve un amigo que vivía de este modo>>. Los maoístas pensaron a toro pasado que Taiping había sido algo así como una panacea ideológica, una primera revolución popular, especialmente valorada por la lucha de Jung contra la escuela confuciana y sus <<libros de hechicería>>: <<¡Abajo la tienda de Confucio!>>. Eso decían los taiping como si Confucio fuese un monstruo. <<¡Los mártires del Reino Celestial Taiping vivirán para siempre en el corazón del pueblo!>>.
Después de todo, Confucio conocía bien el alma humana en general y el alma china en particular: <<Es difícil ser pobre y no quejarse; es fácil ser rico sin ser arrogante>>. No siempre la línea recta es la más corta. Ni pretender ser Jesucristo en China, como Jung, lleva a ser santo de otra iglesia que la de los maoístas.
Luis Pancorbo; Los dioses increíbles
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