(...) Su tesis era que los antagonistas potenciales se complicaron en cierta clase de danza diplomática de guerra con características articulables específicas. La fase de guerra en danza creaba una psicología que finalmente garantizaba un encuentro armado porque tendía a hacerse cargo del momento de los acontecimientos. Decía que esto era particularmente cierto en las democracias. Este proceso, una vez iniciado, no se interrumpe con facilidad. Una vez que se ha derramado sangre, es casi imposible retroceder. Las ambiciones y los objetivos originales se pierden, cada bando pasa a creer nada más que en su propia propaganda, la economía se torna dependiente del ambiente hostil y las carreras políticas se arman en base al peligro común. En consecuencia, el ciclo de mercado de guerra se cierra y no cede hasta que uno de los contendientes queda exhausto.
A menos que emerjan simultáneamente líderes en ambos lados, reconozcan la situación tal como es y posean el carácter y el soporte interno para actuar, no puede haber otra solución que la militar. Por desgracia, los sistemas políticos rara vez son aptos para producir políticos capaces o siquiera concebir, mucho menos llevar a cabo, una estrategia de no alineación. La posibilidad de oposición contra las personas que erigieran de tal modo en un momento de crisis, es, digamos, bastante alta.
Jack McDevitt; Un Talento para la Guerra
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