I.- Instintos vacilantes, creencias corrompidas, manías y cocheces. Por todas partes conquistadores jubilados, rentistas del heroísmo, frente a jóvenes Alaricos que acechan a las nuevas Romas; por todas partes paradojas de linfáticos. En el pasado, las ocurrencias de salón atravesaban los países, desconcertaban a la estupidez o la aguzaban. Europa, coqueta e intratable, se encontraba en la flor de la edad; decrépita hoy, a nadie excita ya. Los bárbaros, sin embargo, esperan aún heredar sus galas y se irritan ante su larga agonía.
II.- Francia, Inglaterra, Alemania; Italia quizás. El resto... ¿Por qué causa se detiene una civilización? ¿Por qué la pintura holandesa o la mística española sólo florecieron un instante? ¡Cuántas naciones han sobrevivido a su genio! Su ocaso es por ello trágico; el de Francia, Alemania e Inglaterra procede, sin embargo, de algo irreparable, del fin de un proceso, de un deber cumplido; es natural, explicable, justo; ¿podría ser de otra manera? Son países que han prosperado y se han arruinado juntos, por espíritu de competencia, de fraternidad y de odio; mientras tanto, en el resto del globo, el hampa nuevo almacenaba energías, se multiplicaba y esperaba.
Tribus de instintos imperiosos se aglutinan para formar una gran potencia; pero llega un momento en que, resignadas y agotadas, ya sólo aspiran a un papel subalterno. Cuando se cesa de invadir, se acepta ser invadido. El drama de Aníbal fue haber nacido demasiado pronto; algunos siglos más tarde hubiera encontrado abiertas las puertas de Roma. El Imperio estaba vacante, como la Europa de hoy.
III.- Hemos saboreado todos el mal de Occidente. Sabemos demasiado del arte, del amor, de la religión, de la guerra, para creer aún en algo; hemos perdido además tantos siglos en ello... La época de la perfección en la plenitud está terminada. ¿La materia de los poemas? Extenuada. ¿Amar? Hasta la chusma repudia el "sentimiento". ¿La piedad? Visitad las catedrales: ya no se arrodillan en ellas más que los ineptos. ¿Quién desea aún combatir? El héroe está superado; únicamente la carnicería impersonal sigue de moda. Somos fantoches clarividentes, ya sólo capaces de hacer muecas ante lo irremediable.
¿Occidente? Una posibilidad sin futuro.
IV.- No pudiendo defender nuestras frivolidades contra los músculos, seremos cada día menos utilizables para cualquier fin: el primero que llegue nos maniatará. Contémplese a Occidente: desborda de saber, de deshonor y de pereza. En esto tenían que acabar los cruzados, los conquistadores, los piratas, en el estupor de una misión cumplida.
Cuando Roma replegaba sus legiones, ignoraba la Historia y las lecciones de los crepúsculos. No es ése nuestro caso. ¡Qué terrible Mesías nos aguarda...!
E. M. Cioran; Silogismos de la amargura.
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