La Esfinge de los monumentos egipcios (llamada "Androesfinge" por Heródoto, para distinguirla de la griega) es un león echado en la tierra y con cabeza de hombre; representaba, se conjetura, la autoridad del rey y custodiaba los sepulcros y templos. Otras, en la avenida de Karnak, tienen cabeza de carnero, el animal sagrado de Amón. Esfinges barbadas y coronadas hay en los monumentos de Asiria y la imagen es habitual en las gemas persas. Plinio, en su catálogo de animales etiópicos, incluye las esfinges, de las que no precisa otro rasgo que "el pelaje pardo rojizo y los pechos iguales".
La Esfinge griega tiene cabeza y pechos de mujer, alas de pájaro, y cuerpo y pies de león. Otros le atribuyen cuerpo de perro y cola de serpiente. Se refiere que desolaba el país de Tebas, proponiendo enigmas a los hombres (pues tenía voz humana) y devorando a quienes no sabían resolverlos. A Edipo, hijo de Yocasta, le preguntó:
-¿Qué ser tiene cuatro pies, dos pies o tres pies, y cuántos más tiene es más débil?
Edipo contestó que era el hombre, que de niño se arrastra en cuatro pies, cuando es mayor anda en dos y a la vejez se apoya en un báculo. La Esfinge, descifrado el enigma, se precipitó desde lo alto de la montaña.
De Quincey, hacia 1849, sugirió una segunda interpretación, que puede complementar la tradicional. El sujeto del enigma, según De Quincey, es menos el hombre genérico que el individuo Edipo desvalido y huérfano en su mañana, solo en la edad viril y apoyado en Antígona en la desesperada y ciega vejez.
Jorge Luis Borges; El libro de los seres imaginarios.
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