jueves, 30 de enero de 2014

Descripción de un aquelarre


El demonio, para propagar esta abominable y maldita seta, se aprovecha de los brujos más antiguos y más ancianos, que con mucho cuidado se ocupan en ser maestros y enseñadores de ella. Y á los que persuaden que sean brujos no los pueden llevar al aquelarre (que con este nombre llaman á sus ayuntamientos y conventículos, y en el vascuence suena tanto como decir prado del Cabrón; porque el demonio, que tienen por dios y señor en cada uno de los aquelarres muy ordinario se les aparece en ellos en figura de cabrón), sin que primero consientan en que serán brujos, y siendo de edad de discreción prometan que harán el reniego. Y habiendo consentido y prometidolo así, en una de las noches que hay aquelarre, va la persona maestra que le ha enseñado y convencido á que sea brujo, á su cama ó parte donde está durmiendo ó despierto, como dos ó tres horas antes de media noche, y habiéndole despertado primero si duerme, le unta con una agua verdinegra y hedionda las manos, sienes, pechos, partes vergonzosas y plantas de los pies, y luego le lleva consigo por el aire, sacándolos por las puertas ó ventanas que les abre el demonio, ó por otro cualquier agujero ó resquicio de la puerta, y con grande velocidad y presteza llegan al aquelarre y campo diputado para sus juntas, donde lo primero presenta al brujo novicio al demonio, que [...] se representa en figura de hombre negro con una corona de cuernos pequeños y tres de ellos son muy grandes, y como si fuesen de cabrón, los dos tiene en el colodrillo y el otro en la frente, con que da luz y alumbra á todos los que están en el aquelarre, y la claridad es mayor que la que da la luna, y mucho menos que la que da el sol, y la que basta para que todas las cosas se vean y conozcan [...] y cuando la bruja maestra le presenta el novicio le dice: Señor, este os traigo y presento; y el demonio se le muestra agradecido, y dice que le tratará bien, para que con aquel vengan muchos más. Y luego le mandan hincar de rodillas en presencia del demonio, y que reniegue en la forma y de las cosas que la bruja su maestra le lleva industriado, y diciéndole el demonio las palabras con que ha de renegar, las va repitiendo, y reniega lo primero de Dios, de la Virgen Santa María, su madre, de todos los santos y santas, del bautismo y confirmación y de ambas las crismas, y de sus padrinos y padres, de la fe y de todos los cristianos, y recibe por su dios y señor al demonio; el cual le dice que de allí adelante no ha de tener por su dios y señor al de los cristianos sino á él que es el verdadero dios y señor que le ha de salvar y llevar al paraíso. Y luego le recibe por su dios y señor, y le adora besándole la mano izquierda, en la boca y en los pechos, encima del corazón y en las partes vergonzosas, y luego se revuelve sobre el lado izquierdo, y levanta la cola (que es como la que tienen los asnos), y descubre aquellas partes, que son muy feas y las tiene siempre sucias y muy hediondas, y le besa también en ellas debajo de la cola. Y luego el demonio tiende la mano izquierda, y bajándosela por la cabeza hacia el hombro izquierdo ó en otras diferentes partes del cuerpo (según que á él le parece), le hace una marca, hincándole una de sus uñas, con que le hace una herida, y saca sangre, que recoge en algún paño ó en alguna vasija, y el novicio siente de la herida muy gran dolor, que le dura por más de un mes, y la marca y señal por toda la vida; y después en la niñeta de los ojos con una cosa caliente, como si fuese de oro, le marca (sin dolor) un sapillo, que sirve de señal con que se conocen los brujos unos á otros. [...] También es cosa notable que la marca que el demonio les hace, es de tal condición, que con ella les amortigua la parte por donde entra la uña del demonio; de manera que aunque por ella les metan una aguja ó alfiler, no sienten dolor ninguno. [...]
    Acabado de hacer el reniego, el demonio y demás brujos ancianos que están presentes advierten al novicio que no ha de nombrar el nombre de Jesús ni de la Virgen Santa María, ni se ha de persignar ni santiguar, y luego le mandan que se vaya á holgar y bailar con los demás brujos alrededor de unos fuegos fingidos que allí el demonio les presenta, y les dice que aquellos son los fuegos del infierno, y que entren y salgan por ellos, y verán como no queman ni dan pena ninguna; y que así pues no hay más pena que aquella en el infierno, que se huelguen y hayan placer, y no teman de hacer cuanto mal pudieren; pues los fuegos del infierno no queman ni hacen mal ninguno: con que se animan á cometer todo género de maldades, y se huelgan y entretienen bailando y danzando al son de tamborino y flauta [...] hasta que es hora de cantar el gallo, después de media noche, que se vuelven todos á sus casas acompañados de sus sapos vestidos, y se deshace la junta [...].
    En las vísperas de ciertas fiestas principales del año, que son las tres Pascuas, las noches de los Reyes, de la Ascensión, Corpus Christi, Todos Santos, la Purificación, Asunción y Natividad de nuestra Señora, y la noche de San Juan Bautista, se juntan en el aquelarre á hacer solemne adoración al demonio, y todos se confiesan con él, y se acusan por pecados de las veces que han entrado en la iglesia, misas que han oído, y de todo lo demás que han hecho como cristianos, y de los males que pudiendo han dejado de hacer. Y el demonio los reprende gravemente por ello, y les dice que no han de hacer cosa ninguna de cristianos. Y entre tanto los criados del demonio (que son otros demonios del mismo talle y figura que el del aquelarre, aunque más pequeños, y de ordinario son seis ó siete, y cuando son menester se aparecen allí muchos en gran cantidad) ponen un altar con un paño negro, viejo, feo y deslucido, por dosel, y en el unas imágenes de figuras del demonio, cáliz, hostia, misal y vinajeras, y unas vestiduras como las que usan en la iglesia para decir misa [...]. Y luego prosigue su misa, y le hacen ofertorio, sentándose para ello en una silla negra que allí ponen; y la bruja mas antigua y preeminente (reina del aquelarre) se pone á su lado con un portapaz en la mano, en que está pintada la figura del demonio, y en la otra mano una vacinilla como las que usan en las iglesias con que piden para alumbrar los santos, con una cadena como de oro al cuello, que en cada uno de los dichos eslabones tiene esmaltada la figura del demonio, y todos los brujos, comenzando por sus antigüedades y preeminencias, van á ofrecer cada uno por sí, haciendo tres reverencias al demonio con el pié izquierdo hasta llegar á hincar las rodillas en el suelo, y luego besan la figura del demonio en el portapaz, y echan en la vacinilla el dinero que llevan para ofrecer, y [...] luego se hincan de rodillas junto á él, y le besan la mano izquierda y los pechos encima del corazón, y dos brujos que hacen el oficio de caudatarios le alzan las faldas para que le besen en las partes vergonzosas, y revolviéndose el demonio sobre la mano izquierda, le alzan la cola y descubren aquellas partes que son muy sucias y hediondas, y al tiempo que le besan debajo de ella tiene prevenida (que les da) una ventosidad de muy horrible olor, lo cual por la mayor parte nace siempre que le besen en aquellas partes [...]. Luego que el demonio acaba su misa, los conoce á todos, hombres y mujeres, carnal y sométicamente [es decir: sodomíticamente] [...]. Y luego que el demonio acaba de cometer las dichas maldades, y otras muy abominables que se dejan de referir, los brujos se mezclan unos con otros, hombres con mujeres, los hombres con hombres, sin consideración á grados ni á parentescos; y el demonio los aparea y señala con cuáles se han de juntar en forma de casamiento, diciéndoles: este es bueno para ti, y tú eres buena para este; y en aquellos torpísimos actos se juntan en el aquelarre, y fuera de él, con torpísimas y nefandas maldades, y en sus propias casas, y en los campos, y en otras partes [...]. Y estas mismas maldades hacen y ejercitan en todas las noches siempre que van al aquelarre, y después muchas veces de día, después de haber comido; fingiendo que están hilando, lavando los platos, ó en otros actos semejantes, ó saliéndose á pasear hacia el campo, el demonio los arrebata, y llevándolos cubiertos con sus malas artes (de manera que aunque ellos ven á la gente, no pueden ser vistos), van á cierta parte que tienen señalada para se juntar y mezclar en actos torpes y deshonestos los unos con los otros, y con el demonio. Y en sus casas de día ni de noche no los echan menos aunque duermen en una misma cama, porque de noche el demonio echa sueño á los maridos ó á las mujeres que no son brujos, de manera que no pueden despertar; y en el lugar que desocupa el brujo, cuando van al aquelarre, se pone un demonio de su mismo talle y figura, que está allí representando su persona hasta que vuelven, y cuando vienen les dice las cosas que han sucedido mientras han estado ausentes.


Auto de fe celebrado en Logroño los días 6 y 7 de noviembre de 1610

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