M. G. A., de 58 años, farmacéutico en G., declara:
<<Es completamente cierto que han sucedido en mi casa hechos anormales del 10 al 28 de diciembre de 1929, para volver a comenzar de nuevo el 3 de enero de 1930, tras una interrupción de seis días.
>>Martes, 10 de diciembre de 1929. En el laboratorio cayó un tubo de estufa; intenté colocarlo otra vez en su sitio, pero no tuve éxito. Puse el tubo encima de un mueble que estaba cerca y, por tercera vez, el tubo cayó al suelo sin que pudiera explicarme cómo pudo suceder tal cosa.
>>Miércoles, 11. Cuando la criada salía de la estancia, las cajas de pastillas y de sellos que estaban sobre una estantería cercana al tubo se cayeron delante de la mujer. Creí que sería debido al portazo, pero las cajas volvieron a caer luego varias veces.
>>Jueves, 12, hacia las 8 h. Igual que el día anterior, cayeron dos tarros, con una media hora de intervalo, siempre en la misma pieza.
>>Viernes, 13. En el transcurso del día cayeron 5 ó 6 tarros de la estantería ya citada.
>>El sábado, día 14, domingo 15 y lunes 16 pasaron sin incidentes.
>>Martes, 17, hacia las 17 h. La criada estaba haciendo la limpieza en la farmacia cuando cayó detrás de nosotros (mi esposa y yo) un tarro de dos litros. También cayeron al suelo varios tarritos de polvos. La criada seguía en la sala, aunque en el lugar opuesto.
>>Fui a hablar con el párroco, quien me entregó unas medallas de san Benito, que he puesto sobre las estanterías amenazadas.
>>Miércoles, 18. En la farmacia, alrededor de las 17 ó 18 h. cayeron los tarros de polvos, a pesar de las medallas. Algo más tarde, en el laboratorio, cayeron sobre la cabeza de la criada dos botellas de a litro, una botellita vacía y un mortero.
>>Jueves, 19. En el laboratorio cayó un tarro de dos litros, el cual contenía dos kilos de naftalina y que, vacío, pesaba dos kilos. En su caída esquivó un mueble antes de romperse a dos o tres metros de distancia del punto sobre el que hubiera debido caer normalmente. Una botella vacía que estaba en el suelo dio un salto para caer en el mismo sitio, con el consiguiente estrépito. Un tarrito de alcanfor en polvo, que estaba por el suelo, atravesó dos habitaciones para ir a estrellarse contra una puerta situada a cinco o seis metros de su punto de partida. Otro tarrito, que se hallaba sobre una estantería situada detrás de una pila de sacos, saltó por encima de éstos para irse a romper en medio de la pieza. Todos estos hechos parecían tener como objetivo a la criada, que trabajaba en la pieza contigua.
>>El viernes, 20, el señor párroco de E. bendijo la casa alrededor de las 5 h. Cinco minutos más tarde, un tarro fue a romperse cerca de la puerta de la sala en donde estaba reunido todo el mundo.
>>El sábado 21 me dirigí a E. Entre las nueve y las cinco, la criada hizo la limpieza de la farmacia; detrás de ella cayeron, de una altura de 1,50 m. y causaron gran ruido, 2 litros de vino de Breyne, unos paquetes y una balanza de precisión metida dentro de una campana de cristal. No se rompió nada. En el laboratorio se abrió un armario, del que cayó gran número de paquetitos.
>>Lunes, 23. Siempre entre las cinco y las nueve examiné mis tarros y advertí que faltaba uno de dos litros. Lo busqué por toda la casa y lo encontré sobre una pequeña estantería del laboratorio. Había salvado una distancia de 7 a 8 metros.
>>Martes, 24. Entre las cinco y las nueve cayeron, de golpe, una veintena de botellas vacías, produciendo gran estrépito. Doce de ellas se rompieron. Hacia las 20 h, cayó un tarro en la farmacia mientras la criada subía del sótano, que se hallaba en el otro extremo de la casa.
>>Miércoles, 25. Hacia las 20 h, un tarro fue proyectado a dos o tres metros, hasta alcanzar el centro de la farmacia.
>>Jueves, 26. De un armario empotrado salieron proyectados dos embudos y quedaron pulverizados; un mortero de mármol, de 20 kilos de peso, se volcó con su peana. En la farmacia, un tarro de 5 litros salvó una distancia de 4 ó 5 metros, para irse a romper en medio de la pieza, y armó tal ruido, que los vecinos acudieron para ver lo que sucedía.>>
Fenómenos análogos se produjeron el viernes 27 y el sábado 28 de diciembre, pero sería prolijo detallarlos. Tras una semana sin incidentes, las manifestaciones volvieron a producirse el 3 de enero y el martes 7 de enero. Se sucedieron con una intensidad singular.
Monsieur G. sigue relatando:
<<El martes 7 de enero se produjeron treinta y seis manifestaciones. Un rodillo cayó al suelo; lo recogí y lo puse en su sitio. Entré en la farmacia, e inmediatamente el rodillo se proyectó con fuerza hacia la puerta de la farmacia. Volví a recogerlo, y entonces todos los objetos que había en el laboratorio (sombrero, calzado, paraguas, periódicos, etcétera, y, particularmente, mi sombrero) saltaron varias veces. Un taburete puesto contra un armario empotrado, a fin de que éste no se abriera, fue arrojado al extremo opuesto de la pieza. Una silla colocada contra un aparador fue proyectada en el aire, y la criada, que se encontraba en la estancia contigua, la vio saltar a 2 metros de altura.
>>Mi yerno, L. R., puso en su sitio un bote de malvavisco, así como mi sombrero, y dijo: "Veremos si vuelven a caer." Inmediatamente, el sombrero cayó y fue a parar a sus pies. Cinco minutos más tarde, el bote fue rodando hasta sus pies.
>>Mi hijo A., que había venido a visitarme, me aconsejó que despidiera a la criada, puesto que los fenómenos parecían producirse por causa de ella. Dos minutos antes de su marcha, la familia, que estaba reunida en la farmacia, vio llegar de un salto mi sombrero. Lo volví a colgar, pero el sombrero dio un nuevo salto y pasó rozando la cara de mi hijo.
>>Desde que se marchó la criada no se volvió a producir ningún otro incidente y se restableció la calma.
>>Hecha la lectura, lo corrobora y firma.
>>(Firmado: Monsieur G., farmacéutico de G.).
Atestado n.º 29 del 29 de enero de 1930. Brigada de gendarmería de G.
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