Las primeras noticias que tenemos de Tartesos son de origen mítico. Allí vivía Gerión, el gigante de las tres cabezas, que pastoreaba los más hermosos toros de occidente. Hércules viajó hasta su isla para robar estos preciados animales. La leyenda de Hércules y Gerión es muy antigua, conservándose en numerosos textos e imágenes del mundo griego y romano. De Tartesos, encontramos referencias lejanas dentro de las primeras obras de nuestra civilización. Hesíodo nos dice que Crisaor se había unido a Caliroe, hija del Océano, para engendrar al monstruoso Gerión. Las expediciones marítimas de la Odisea nos hablan del misterioso Atlántico, donde se adivinan las comarcas tartésicas. Una ínsula en el delta de un gran río. Esteban de Bizancio y Posidonio sitúan Tartesos en la desembocadura del río Homónimo. Heródoto, en sus Nueve Libros de la Historia, también proporciona algunos datos sobre Argantonio, el rey longevo de Tartesos. Avieno el poeta que versificó la geografía arcaica de la península, nos refiere que hubo una ciudad rodeada de murallas y protegida por brazos fluviales llamada Tartesos. Según Hecateo, no sólo era una ciudad-estado, sino una monarquía cuyo poder político se extendía principalmente por todo el valle del Guadalquivir. Con una lengua, leyes, costumbres y economía propia, que se regía desde una capital dueña de las riquezas metalúrgicas de Andalucía. Su flota, poseía unas características nuevas, que en el mundo mediterráneo vinieron a simbolizar lo fuerte y poderoso. "Naves tartésicas", las llama también la biblia, comparándolas con el orgullo técnico de la humanidad. Con ellas, se explotaba la "Ruta del Estaño", que subía hasta las islas británicas, ya que España no era capaz de producir todo el estaño que necesitaban los países orientales. Y esta materia era indispensable para la obtención del bronce, y fabricar cascos, yelmos, hachas, espadas, etcétera.
Tartesos fue una civilización nacida en las tierras de occidente, ajena al mundo ibérico, y después de desarrollarse durante algunos siglos se diluyó en las influencias púnicas, griegas, romanas. Símbolos fenicios y egipcios, le dieron un aspecto orientalizante. Su arte se materializó en joyas, objetos preciosos, utensilios. Desgraciadamente esta materia prima fue siempre muy cotizada. De su arquitectura conocemos poco, aunque como afirmó el profesor Schulten es consecuencia de la falta de excavaciones. No existen tampoco monedas propiamente tartésicas, debido a la introducción tardía de este invento. De los hallazgos sobre esta cultura ninguno tan interesante como los grupos de joyas a los que se ha bautizado con el nombre de "tesoros" o "tesorillos". La obligada selección nos lleva a mencionar los tres principales: de la Aliseda, el Carambolo, y el del cortijo de Evora. En el Carambolo, un cerro de las cercanías de Sevilla se descubrieron en 1958 veintiuna piezas dentro de una vasija. Pectorales, brazaletes, placas, collares, totalizaban la mayor muestra de la orfebrería tartésica. Pese a estos descubrimientos, la civilización de este pueblo misterioso, es una civilización iceberg. Se han visto algunas muestras aflorando, aunque la mayor parte de su masa se encuentra oculta. Pero, ¿quiénes eran estos marinos de hace tres milenios, capaces de beneficiar los metales, y navegar por el Atlántico? No es sencillo dar una respuesta a este interrogante.
(...)
Historia de España (presentación); Editorial Genil, S.A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario