Un tema interesante es el conocer cómo comenzaron la mayoría de los festejos populares, y hay muchas versiones diferentes.
Al principio, en la Antigüedad, a los toros los cazaban en el monte y los bajaban al poblado; seguramente lo hacían con dos sogas llevados pacientemente por los componentes de la tribu o cazadores. Una vez ya capturadas las reses, a las grandes se las comían y les quitaban las pieles, y a las más pequeñas las domesticaban para utilizarlas en las labores camperas, y al mismo tiempo, también las utilizaban para las celebraciones festivas soltándolas para divertirse. Lo único que tenía que hacer el pueblo era conseguir un motivo para poder realizar alguna celebración, que bien podía ser la de algún día de caza importante, una boda, o cualquier acontecimiento social que les motivara para ello.
Pero hay una cuestión que llama poderosamente la atención, y son las diversas formas que tenía el pueblo a lo largo de la historia para que les sirviera como motivo para poder soltar toros. Y desde luego que se calentaban la cabeza para salirse con la suya.
Conforme avanzaron los siglos y con los diferentes reinos ya establecidos, unas veces soltaban toros para celebrar algún acto importante, como el nacimiento de un príncipe, el coronamiento de un rey, el triunfo en una batalla, y otras veces, tal vez buscaban cualquier suceso que pudiese servir de excusa para poder soltar las reses a la calle.
Otros festejos empezaron porque hubo una peste, se sacó el santo pertinente y la peste paró de hacer estragos, y desde entonces se hizo la promesa de que todos los años por ese tiempo se correría un toro para rememorar aquel milagro.
Pero hay una particularidad que llama poderosamente la atención, y es que todas las fiestas taurinas se celebran siempre al amparo de una celebración religiosa, bien sea en honor de un santo o en honor de alguna virgen. Lo que quiere decir que el pueblo siempre se acercó a las festividades que celebraba la Iglesia para poder soltar toros, y en otros, fue la Iglesia la que se arrimó al pueblo en las fiestas taurinas para ir arropada con ellos. Esta sí que ha sido una larga historia de amores y odios, tanto, que a lo largo de los siglos, la Iglesia llegó a prohibir correr toros en varias ocasiones, muestra de ello son las conocidas bulas que emitieron los Papas Pío V y Sixto V en el siglo XVI.
Pero sin duda, la época más gloriosa de la fiesta taurina fue a partir del siglo XV, donde ya se empiezan a reseñar en libros y a tener constancia de los hechos y gastos de los señores en cuanto a celebraciones taurinas se refiere.
Esa época tuvo gran repercusión para el toreo porque fue cuando los caballeros, militares y la realeza tomaron participación directa en la fiesta y empezaron a lancear toros en las plazas de los pueblos, o incluso en la Plaza Mayor de Madrid, con la ayuda de sus lacayos.
Desde entonces hasta el día de hoy han pasado muchas cosas. La primera de todas fue que esos lacayos fueron tomando posiciones en la fiesta, adaptándola a sus gustos y circunstancias y así contar con un extensísimo abanico de fiestas, cada una con su peculiar forma de desarrollarlas y vivirlas.
Espasa Calpe S.A.; Cossío / Los toros
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