Ni el joven postergue el
filosofar, ni el anciano se aburra de hacerlo, pues para nadie está fuera de
lugar, ni por muy joven ni por muy anciano, el buscar la tranquilidad del alma.
Y quien dice: o que no ha llegado el tiempo de filosofar o que ya ha pasado, es
semejante a quien dice que no ha llegado el tiempo de buscar la felicidad o que
ya ha pasado. [...] Busca pues, y practica las cosas que te he aconsejado
teniendo por cierto que los principios para vivir en forma honesta son éstos:
primero, creer que Dios es un ser viviente, inmortal y bienaventurado, sin
darle ningún otro atributo. Existen pues, dioses y su conocimiento es evidente
pero no son como los juzga la plebe que de ellos no tiene sino juicios falsos.
Por ello es más impío el que cree en los dioses del vulgo que el que los niega.
[...]
En segundo lugar, acostúmbrate
a considerar que la muerte nada es contra nosotros, porque todo bien y todo mal
residen en la sensibilidad y la muerte no es otra cosa que la pérdida de la
sensibilidad misma. Así, el perfecto conocimiento de que la muerte no es contra
nosotros hace que disfrutemos de la vida mortal [...] quitándonos el amor a
inmortalidad. Nada hay de molesto, pues, en la vida para quien está persuadido
de que no hay daño alguno en dejar de vivir. Así, es un tonto quien dice que
teme a la muerte, no porque le entristezca su presencia sino porque sabe que ha
de venir, pues lo que no nos perturba en el presente, tampoco podrá
perturbarnos o dolernos en tanto perspectiva futura. La muerte pues, el más
horrendo de los males, en nada nos pertenece, pues mientras nosotros vivimos no
ha llegado y cuando llegó ya no vivimos. [...] Por otra parte, muchos huyen de
la muerte como del mayor de los males pero la consideran un descanso de los
trabajos de esta vida. Por lo cual el sabio ni rechaza vivir ni teme no vivir,
pues no está atado a la vida, ni tampoco la considera algo malo. [...]
Se ha de tener en cuenta en
tercer lugar que el futuro ni depende enteramente de nosotros ni tampoco nos es
totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir
infaliblemente ni tampoco desesperamos como si no hubiera de venir nunca. Hemos
de recordar que de nuestros deseos, unos son naturales y otros son vanos. De
los naturales, unos son necesarios y otros naturales solamente. De los
necesarios algunos lo son para la felicidad, otros para la tranquilidad del
cuerpo y otros para la vida misma. Entre todos ellos, es la reflexión acerca de
las consecuencias posibles de nuestros actos la que hace que conozcamos sin
error lo que debemos elegir y lo que debemos evitar para la salud del cuerpo y
la tranquilidad del alma, pues el fin no es otro que vivir felizmente. Por la
felicidad hacemos todo, a fin de que nada pueda dolernos ni perturbarnos [...]
y no hay otra cosa, excepto ella, que complete el bien del alma y el cuerpo.
En cuarto lugar necesitamos el
placer cuando nos es doloroso no tenerlo, pero cuando no nos resulta dolorosa
su ausencia ya no lo necesitamos. Por eso decimos que el placer es el principio
y el fin del vivir felizmente: éste es el bien primero y principal, de él
provienen toda elección y rechazo y consideramos bienes, por regla general, a
los que no producen perturbaciones. También, por ser el placer el bien primero
y principal, no elegimos todos los goces, antes bien, dejamos de lado muchos
cuando de ellos se han de seguir dolores y llegamos a preferir ciertos dolores
cuando de ellos se ha de seguir un placer mayor. Todo deleite es un bien en la
medida en que tiene por compañera a la naturaleza, pero no se ha de elegir
cualquier goce. También todo dolor es un mal pero no siempre se ha de huir de
todos los dolores. Debemos pues, discernir tales cosas, y juzgarlas con
respecto a su conveniencia o inconveniencia. [...] Tenemos por un gran bien el
contentarnos con lo suficiente, no porque siempre debamos tener poco sino para
vivir con poco cuando no tenemos mucho, estimando por muy cierto que disfrutan
equilibradamente de la abundancia y la magnificencia los que menos la necesitan
y que todo lo que es natural es fácil de conseguir mientras que lo vano es muy
difícil de obtener. [...] No son las relaciones sexuales ni el sabor de los
manjares de una mesa magnífica los que producen una vida feliz sino un sobrio
raciocinio que indaga perfectamente las causas de la elección y rechazo de las
cosas, y elimina las opiniones que puedan acarrear perturbaciones. [...] Nadie
puede vivir felizmente sin ser prudente, honesto y justo; y por el contrario,
siendo prudente, honesto y justo, no podrá dejar de vivir felizmente pues la
felicidad es inseparable de las virtudes. Porque, ¿quién crees que pueda
superar a aquel que opina santamente acerca de los dioses, no teme a la muerte
y reflexiona adecuadamente acerca del fin de la naturaleza, que se propone como
bienes cosas fáciles de obtener y que considera a los males de poca duración y
molestia, que niega el destino, al que muchos conciben como dueño absoluto de
todo, y sólo acepta que tenemos algunas cosas por la fortuna mientras que las
otras provienen de nosotros mismos? [...] Estas cosas deberás meditar
continuamente, con lo cual nunca padecerás perturbación alguna, sino que
vivirás como un dios entre los hombres.
Epicuro de Samos; Carta a Meneceo.
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