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Imbolc, entonces, es el primer día de la primavera, tal como se refieren convencionalmente en inglés al segundo Cuarto del año celta (earrach, gwanwyn o nevez-amzer). Para los que estamos condicionados a pensar en la primavera, específicamente, como el tiempo de las hojas nuevas y de las flores, elegir el frío febrero cubierto de nieve como la fecha de su comienzo, puede resultar un tanto extraño. Pero ahora vamos a tener que acostumbrarnos al concepto celta de las cosas que comienzan en la oscuridad, en el oculto vientre de la Diosa. El fuego de la primavera se enciende en secreto, mientras el invierno aún rige el mundo de la superficie. Los signos del fallecimiento del invierno son pequeños y oscuros, la lactancia de las ovejas, por ejemplo, pero para aquellos que pueden leerlos, éstos representan una garantía segura de que el frío y la nieve no van a durar. En el calendario de Coligny, la fecha que coincidiría con el comienzo de Imbolc se denomina Ogronios, la cual aparentemente significa "el fin del frío" (por analogía con Samonios, "fin del verano"). Es muy posible que los druidas del sur de Galia llamaran Ogronia a su equivalente de Imbolc.
En algunas comunidades se consideraba de buena suerte que cayera nieve el día de Imbolc, como si toda la fuerza del invierno se gastara de esta manera y dejara el camino despejado para el buen tiempo. Desde la Isla de Man nos llegan estos versos relativos a la estación:
Laa'l Breeshey bane: / El día de la blanca Brígida:
Dy chooilley yeeig lane / Todas las zanjas se cubrieron
Dy ghoo ny dy vane. / De negro o de blanco.
En este día de transición, la nieve transfigura la tierra y revela que está hecha de la dualidad primigenia de giamos y samos.
Alexei Kondratiev
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