jueves, 27 de febrero de 2014

Kaltes


Kaltes, deidad del pueblo uguric de Siberia, es una diosa de la Luna que cuida de los nacimientos, y a veces, como la Luna, sufre una metamorfosis. Los conejos y las liebres son para ella sagrados, pues el pueblo uguric, al igual que muchas otras culturas, ven en las marcas de la Luna la forma de una liebre. (Las liebres son más grandes que los conejos y llevan una vida solitaria, mientras que los conejos viven en colonias.) Generalmente, la naturaleza de Kaltes es dulce y solitaria, como la de su animal sagrado, pero a veces muestra un aspecto aterrador, dado que puede decidir el destino de una persona. Antiguamente era tabú matar o comer un conejo o una liebre; comer un conejo era semejante a comerse a la propia abuela.
    En el festival celta de Beltane se levantaba esta prohibición, así como en el festival anglosajón de Ostara, donde se llevaban a cabo cacerías rituales de liebres. Estos animales suelen esconderse en los campos de trigo hasta la siega final, por eso a la última espiga suele llamársele "la liebre", y cortar la última espiga se conoce como "cortarle la cola a la liebre". En algunos lugares, los segadores tiraban las hoces al simbólico conejo escondido entre el trigo.


Julie Loar; Diosas para cada día

lunes, 24 de febrero de 2014

La mirada de la Luna

El primer vampiro, entendido como perfectamente diferenciado del hombre bestializado o del ogro, es Lilit, primera esposa de Adán en el Génesis, repudiada por éste por no obedecer a Dios. En el culto rabínico el personaje se caracteriza por asesinar a los recién nacidos y por beber la sangre humana, y su nombre puede traducirse como "espectro nocturno". Según la misma tradición talmúdica, es una bella mujer de largos cabellos negros, una diosa alada que trae la muerte y que ataca preferentemente a los hombres. El escritor Primo Levi afirma de ella que no sólo está ávida de sangre masculina sino también de semen, que rebusca allí donde se haya derramado aunque no sea su lugar legítimo, la matriz. También golpea los cristales de las casas donde hay niños recién nacidos buscando ahogarlos: quiere vengarse en todos los hijos de mujer por su arraigado odio a Eva, mujer legítima de Adán. Habita en el Mar Rojo, en las ruinas y en los desiertos. Lilit es además la mayor transgresora de una ley talmúdica básica: "Por eso dije a los hijos de Israel: no comeréis la sangre de carne alguna, pues el alma de toda carne es su sangre: aquel que la comiere será exterminado" (Levítico, 17: 10-14).
    Pero las menciones y los antecedentes históricos de este personaje están en la gran factoría de mitos de Mesopotamia: Lilit es un demonio que en la mitología asiria se hace acompañar por Lilu y Ardat Lilit, espíritus del viento y el huracán, encarnación de la lujuria sin fin reproductivo. Es posible que surgiera como demonio de acompañamiento a la diosa babilonia de la fertilidad Ishtar -llamada Inanna en Sumeria-, donde se la representa en terracota antes del segundo milenio antes de Cristo. Del sumerio lilitu habría salido el hebreo lilith, siempre asociada a las aves nocturnas o a las panteras, reafirmando la derivación hacia el bestialismo.
    Siguiendo el itinerario cultural de la vampira, el mismo esquema se traslada a Egipto pero es en el mundo grecolatino donde acompaña a Hécate, la diosa del mundo de los fantasmas, y donde se acentúa su cualidad de amante y succionadora de la fuerza vital de los hombres. El estudioso italiano Erberto Petoia afirma que adopta diversos aspectos bastante curiosos, como el de perra o vaca, que la acercan a la forma ya no de animales nocturnos sino domésticos. Tal demonio súcubo llegó a Grecia posiblemente desde Palestina, y Aristófanes lo menciona con el nombre de Empusa.
    Es de hecho una empusa la que aparece en la popular obra de Apuleyo Vida de Apolonio de Tiana, aunque posteriormente se tradujo como lamia latina, adaptación romana más vinculada a los monstruos marinos como las sirenas y las arpías, de las que nos llega una explícita referencia con las gorgonas. Una de las más destacadas es la medusa. Mientras ésta tiene de manera manifiesta un fin sexual, las estriges son monstruos menos humanos que tienen más de animal aéreo. El poeta clásico Ovidio las define como:
"Pájaros voraces que tienen una cabeza grande, ojos fijos,
picos aptos para la rapiña, las plumas blancas y anzuelos por
uñas. Vuelan de noche y atacan a los niños desamparados de
nodriza y en su cuna. Desgarran con el pico las vísceras de quien
todavía es lactante y tienen fauces llenas de la sangre que beben,
su nombre es estriges (similar a la terminología rumana y
balcánica actual) porque graznan de forma escalofriante."
    Estas monstruosidades femeninas se mezclan con las larvas y los lemures, seres fantasmagóricos relacionados con los muertos, asexuados, pero que el pater familias exorcizaba en la celebración fúnebre de las lemurias romanas. Aquí observamos de nuevo el temor del orden establecido patriarcal y cómo se defiende ante el culto lunar. Petronio describe ampliamente dichas celebraciones en su Satiricón:
"Ah, pobres de nosotros, bien poca cosa es el hombre, vivamos
pues alegremente, mientras ese don nos sea concedido."
    Por su parte, el filósofo cristiano Agustín de Hipona polemiza sobre estos seres, afirmando que son demonios guiados por Lucifer.
    Es ya en la Edad Media cuando brujas y vampiras adquieren un aspecto y características similares. Al respecto podríamos citar los célebres procesos de Zugarramurdi o mostrar las leyendas que todavía perduran sobre las meigas chuchonas gallegas o las guaxas asturianas. El mito vampírico femenino se solapa con los cultos lunares matriarcales de la brujería. El psicólogo Erich Neumann nos habla del matriarcado no tan sólo como un periodo social, sino más bien como un estado psíquico donde el ser humano no había alcanzado todavía el vértigo de la consciencia. Vincula lo inconsciente a la cercanía y el culto básico a la Naturaleza, y lo consciente a la supremacía del yo y a los elementos de poder jerárquico socializados. El culto a la "gran madre", en palabras de Neumann, fue paulatinamente sepultado frente a la irrupción del hombre socializado. En simbolismo astral, el dios Sol anuló la débil pero intensa luz lunar.
    En el matriarcado arcaico, el sexo se vincula a los ciclos vitales y se reconoce una dosis de agresividad. Los originales Pan, Poseidón, Hades, el Zeus ctónico, Dioniso, Wotan, Osiris e incluso Shiva son héroes fertilizadores secundarios subordinados al culto matriarcal. Cuando se les da la vuelta, los cultos patriarcales tienden a concebir a la "gran madre" como algo sórdido, peligroso y eliminable. De la satanización de la síntesis de sexo, misterio y ciclos lunares surgió la vampira.
    La sangre también se vincula directamente a la mujer por la menstruación, especialmente en el mundo arcaico, existiendo una relación muy estrecha entre el ciclo menstrual y el lunar. Robert Graves afirma que el sabbath y el aquelarre fueron originariamente fiestas de la Luna, y que el ser humano tiene un recuerdo confuso y distorsionado de una religión antiquísima, coincidente entre todas las culturas, puesto que todos descendemos de las mismas tribus primigenias. Era una religión de la fertilidad donde el culto a la Luna y a la Naturaleza era oficiado por la mujer como ser estrechamente unido a la Naturaleza.
    Como los mitos no son lineales, si no entramados, el cristianismo sataniza esa religión matriarcal, pero a su vez entroniza a María como pilar de su culto, supeditada eso sí al dios solar y a su patriarca humano. Cabe mencionar también  la versión sajona de la mítica historia de Balder, el más querido de los héroes escandinavos, que muere luchando por la mano de la virgen luna, convirtiéndose en el dios del Sol de medianoche.
    Durante la Edad Media, los cultos lunares se transforman en cultos tántricos de fertilidad y en ceremonias vampíricas de sexualidad descarnada. Éstas deben reprimirse doblemente porque hay que contener la inagotable sexualidad de la mujer. Primitivos procesos de asociación hacen que se produzca una identificación masculina inconsciente entre vagina y boca. Entonces, según Phyllis Roth, para que la boca no sea una vagina dentada debe ser despojada de sus dientes, feroces colmillos de vampira.
    Se teme a la mujer sexualmente activa porque puede tomar la iniciativa en las relaciones sexuales y arrebatar al hombre sus preciados líquidos vitales. La sangre es símbolo del semen, y además ella puede repetir hasta la saciedad el acto sexual. La rígida estructura patriarcal sólo puede valorar a la mujer en una imposible dicotomía: la madre o la ramera, la virgen mística y edípica o la voluptuosa vampira.
    Es la bella dama sin piedad, el vampiro de Las flores del mal:
"Tú que en mi corazón doliente entraste
como una cuchillada, tú que has sido
la que ha venido a mí como un tropel
de demonios, engalanada y loca,
para hacer de mi espíritu humillado
tu lecho y tu dominio; tú, la infame,
a cuyo cuerpo estoy siempre sujeto
como el forzado atado a la cadena..."
    Baudelaire describe lo que Joseph Sheridan LeFanu intuyó y dramatizó en el más rico y simbólico libro de vampiros, Carmilla. La seducción, el sexo sofocado y reprimido, pero exultante, la noche, la sangre, la atracción de la nada, la Luna, con su luz ominosa, el sable fálico del patriarca; en suma, LeFanu cristalizó un origen de más de cuatro mil años en plena segunda revolución industrial. Luego la moral victoriana siguió fijando al patriarca depredador con Drácula de Bram Stoker. Londres era para él un jardín de placer y satisfacciones de cazador. Sin embargo, la contraposición a la voz profunda y dictatorial del Sol, del patriarca, es el silencio... y la presencia influyente y constante de la Luna... la mirada de la Luna.


Nicolás Cortés Rojano; El jardín de placer de Vlad Dracul

domingo, 23 de febrero de 2014

THANATOLOGÍA: El más allá egipcio



            Los egipcios no estaban obsesionados con la muerte, sino con la vida. Todos sus rituales mortuorios, como la momificación, el entierro y el recuerdo ritual, servían para asegurarse una nueva vida tras la muerte. Querían vivir como seres perfectos en el campo de juncos, el reino de Osiris, donde los muertos bendecidos se reunían en ricos campos de cebada y trigo.
            La conservación de la persona entera
            Los egipcios creían que para asegurarse una nueva vida, se tenían que cuidar todos los elementos que componían a una persona, el cuerpo físico, el nombre y la sombra. El cuerpo debía conservarse, porque el ka, su fuerza vital, regresaría a él para alimentarse. Si el cuerpo se descomponía, el ka se moriría de hambre y ni podría unirse con el ba, el alma o personalidad, para crear el akh, el espíritu perfeccionado que disfrutaría de una vida en el campo de juncos.
            La momificación permitía que el fallecido se identificara con Osiris mediante una ceremonia que representaba la muerte del dios y su resurrección y que aportaba el regalo de la vida eterna. El embalsamador jefe y supervisor de los misterios interpretaba el papel del dios chacal Anubis, dios protector de los muertos. El proceso de momificación duraba setenta días. Se iniciaba con la ceremonia de la apertura de la boca, una serie de 75 rituales que transformaban el cadáver en una embarcación para el ka del muerto. Todas las partes del cuerpo que la persona pudiera necesitar en la nueva vida, comenzando por la boca, se tocaban con unos instrumentos especiales para que pudieran recuperar su función.
            Las dos verdades
            Luego los fallecidos negociaban el camino desde este mundo al siguiente, evitando peligros como el dios con cabeza de perro, que se les comía la sombra y les arrancaba el corazón. Después, Anubis los guiaba hasta la sala de las Dos Verdades. Allí el corazón del fallecido se pesaba contra la pluma de Ma’at, o Verdad. Si el corazón, lleno de vergüenza y de pecado, pesaba más que la pluma, Ammut, el monstruo femenino que devoraba a los muertos, se lo tragaba. Si la pluma pesaba más que el corazón, Horus llevaba al fallecido ante Osiris y los 42 dioses que eran los jueces de los infiernos.
 
            El juicio final
            Los infiernos eran un estrecho valle con un río que lo atravesaba. Estaba separado del mundo de los vivos por una cordillera desde donde el sol salía y donde se ponía. En los infiernos, los malvados sufrían una segunda muerte de la que no se podía regresar, los mortales corrientes entraban al servicio de Osiris y los buenos disfrutaban de una vida eterna y feliz. Una canción del antiguo Egipto dice: “La vida terrenal solo es un sueño fugaz. Cuando llegues a la tierra de los muertos, estarás a salvo en casa”.

Philip y  Wilkinson; Mitología.

jueves, 20 de febrero de 2014

Licántropo


La creencia de que algunos hombres, voluntariamente, por medio de ciertas prácticas mágicas, o involuntariamente, por influjos no controlados, pueden transformarse en animales feroces está extendida por todo el mundo. Cuando se habla de licantropía cabría pensar que hay que limitarse a las transformaciones en lobo (lykos en griego); pero esta interpretación es excesivamente reductiva. En efecto, el conjunto mítico de la metamorfosis también permanece estructuralmente invariado cuando ésta no se refiere a los lobos; por tanto, con este nombre me refiero a la casuística metamórfica en su sentido más amplio, prescindiendo del animal elegido. Este animal varía de hecho según las zonas geográficas, escogido siempre entre los que tienen una particular importancia simbólica en el ámbito cultural considerado. Así, mientras en la Europa Meridional y en buena parte de Asia es el lobo el que encarna los valores de mayor significado, en la Europa del Norte, en cambio, a veces se elige el oso; en el África Septentrional encontramos por lo general la hiena que, si vamos más al Sur, cede el lugar al león, al leopardo, al cocodrilo e incluso al elefante. En el Asia Oriental, el animal favorito es la zorra, mientras en el área india goza de cierta popularidad también el tigre; en América Septentrional encontramos el lobo y el oso, mientras que la Meridional es la zona del jaguar.
    La transformación puede realizarse conforme a tres modalidades diferentes, no siempre presentes en las distintas civilizaciones: puede ser inducida, voluntaria o espontánea. La transformación inducida es la obrada por un mago o por un brujo en alguien que puede estar de acuerdo y haberla pedido expresamente, o ser víctima inconsciente de la magia (este último es el caso, por ejemplo, de los compañeros de Ulises transformados en cerdos por Circe). La transformación voluntaria es la operada por el licántropo mismo; se puede obtener por varios medios: las brujas acudían al aquelarre transformadas en animales, untándose ciertos ungüentos; en muchos casos, en cambio, desempeña un papel fundamental en la transformación el vestido: hay que despojarse de las ropas humanas y revestir la piel del animal elegido para la transformación; recubrirse de la apariencia de un animal significa adoptar sus características y participar de su naturaleza (pensemos en los Berserkr, en Heracles, en los Aniotos). La transformación espontánea, en realidad, es siempre una transformación inducida, o sea causada por una fuerza agente exterior a la víctima y desconocida por ésta, pero en este caso ya no se trata de una voluntad humana que actúa, sino de un influjo natural, generalmente identificable con la Luna. En realidad este papel de la Luna en la licantropía se basa en un doble equívoco: en primer lugar, en una confusión entre la palabra griega que significa "lobo" y la que significa "luz", que ha hecho conjeturar que durante el periodo nocturno de máxima luz, el plenilunio, pueden producirse estas metamorfosis (mientras que en realidad más bien habría que pensar que se producen durante la luna nueva, puesto que los animales de presa, como el lobo, más bien están relacionados con la oscuridad que con la luz); en segundo lugar, en una identificación entre una enfermedad mental, ya reconocida como tal por Galeno en el siglo II d.C., que se manifiesta con el vagar de noche, bajo la luna, gritando y lamentándose, y la verdadera y propia transformación en animales.
    En las distintas lenguas, el fenómeno de la licantropía ha tomado denominaciones multiformes, entre cuyas etimologías se pueden descubrir detalles interesantes para ahondar más en el tema. El inglés werewolf deriva de wer, hombre (véase el latino vir y el sánscrito viras), y de wolf que, antes de significar lobo, significaba "ladrón". Por lo demás, también en el Rigveda "ladrón" es un epíteto referido al lobo; y por lo demás, antaño, cuando se ahorcaba a un ladrón, junto a él se ahorcaba también a un lobo. Esta convergencia de significados entronca con el hecho de que el lobo siempre ha sido el símbolo de los fugitivos, de los desterrados y de los exiliados; según las leyes de Eduardo el Confesor, los proscritos tenían que llevar una máscara de lobo. El francés loup garou no es sino una tautología: deriva, en efecto, de loup garwolf [werewolf] y significa por consiguiente "lobo hombre-lobo". Hace poco, sin embargo, se ha propuesto la hipótesis de que garou no sea una deformación de werewolf, sino que derive, en cambio, del céltico garo, cruel; en este caso el loup garou es un lobo malo; hay que observar, sin embargo, que en esta segunda hipótesis se pierde cualquier referencia a la participación humana en la estructura del monstruo, participación que es fundamental en el mito. El término hombre lobo desciende del medio latino lupus hominarius; en latín clásico, en cambio, el licántropo se llamaba versipellis, el que cambia la piel. El ruso volkodlak deriva de volk, lobo, y dlak, pelo, con referencia a una de las características clave de los licántropos, su vellosidad, que se evidenciaba, también en su aspecto humano, por las gruesas cejas, o por los pelos en la palma de la mano; por lo demás, en el Medievo todavía se creía que el licántropo, bajo la piel humana, tenía pelo de lobo. Entre los vascos encontramos el nombre gizonochoa, que es una traducción literal de hombre lobo. En el folclore letón, el nombre se convierte en vilkacis y en el lituano vilkatas. Los escandinavos lo llaman vargulfr o varulf; los portugueses lobarras o lobis homen; el griego Burculacas o brucolacas corresponde al eslavo volkodlak o al serbio vulkodlak, porque la beta inicial griega se pronunciaba como la "v". En este nuevo paso del eslavo al griego se produce también un desplazamiento de significado: el que para los eslavos era todavía un licántropo, en Grecia se convierte en un vampiro. Por último, en Rumanía tenemos los pryccolitchs, que para transformarse voluntariamente en lobos no deben hacer otra cosa que girar tres veces sobre sí mismos.
    Muchos pueblos se precian de descender de los lobos y conservan huella de ello en el nombre mismo: recordemos a los dacios (del frigio daos, lobo); los hircanos del Mar Caspio (del iránico vehrka, lobo); los orkas frigios (de la misma raíz); los licaones de la Arcadia, los lucanos de la Italia meridional, los licios, los lucenses españoles (todos ellos del griego lykos); los irpinos itálicos (del samnita hirpus, lobo). Tanta convergencia de significados en los pueblos antiguos tiene que ver con lo que hemos dicho respecto al significado simbólico del lobo como proscrito o fugitivo. Estos pueblos derivaban evidentemente de emigraciones forzadas de otros territorios próximos: muchos pueblos antiguos se precian de orígenes semejantes. Los proscritos, para sobrevivir, se organizaban como bandas de guerreros o como hermandades militares. Sabemos que estas sociedades guerreras requerían una forma de iniciación que a menudo consistía en la metamorfosis ritual del iniciado en animal. Ésta llevaba a un acceso de verdadero furor agresivo y de crueldad animal, que hacía invencible al guerrero: típico es el caso de los Berserkr, y no hay que olvidar que en África semejantes tipos de iniciación llevan a la constitución de sociedades secretas basadas en el uso de máscaras animales y en la agresividad salvaje. Revestirse con pieles de animal servía para que el iniciado participase realmente de la naturaleza de la fiera, hasta el punto de creerse transformado. Los pueblos con nombre de lobo, por tanto, eran antiguas hermandades de guerreros licántropos, inicialmente expulsados de otros territorios. Sabemos luego que también los pueblos cazadores dicen a menudo que descienden de animales de presa, porque existe una estrecha conexión entre el cazador y el animal feroz, también cazador. De modo que detrás de la caza, de la guerra, de la invasión de un territorio por parte de inmigrados y del comportamiento de los fugitivos, se percibe una estructura mítica idéntica en la que a la disgregación de un mundo anterior se opone una reconstitución, mediante la fuerza, de un nuevo orden. El licántropo, por tanto, es un desarraigado, un rechazado, un excluido, pero no un vencido. Mediante una fuerza interior invencible que, como a las fieras, lo convierte en parte integrante de la naturaleza, encuentra su legitimación siempre que haya sabido salir de las trampas del aislamiento.


Massimo Izzi; Diccionario ilustrado de los Monstruos

martes, 18 de febrero de 2014

PARNASO: Fue sueño ayer, mañana será tierra...

Fue sueño ayer, mañana será tierra.
¡Poco antes nada, y poco después humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!

Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.

Ya no es ayer, mañana no ha llegado;
hoy pasa y es y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento
que a jornal de mi pena y mi cuidado
cavan en mi vivir mi monumento.

Francisco de Quevedo

Isil (brillo plateado)

La Luna.
La mayor de las dos lámparas del cielo que los Valar crearon después del envenenamiento de los Dos Árboles para ayudar a los Elfos y estorbar las acciones de Melkor. La luz de la Luna era la última flor de Telperion, colocada en una embarcación que Tilion guiaba por los cielos.
    La Luna se elevó por primera vez cuando Fingolfin entró en la Tierra Media, y completó siete ciclos antes de que saliera el Sol. Después, los cursos de Tilion se tornaron erráticos, pues él deseaba acercarse al Sol pero su calor lo quemaba y ennegrecía. A principios de su viaje Melkor, que odiaba su luz, atacó a la Luna, mas Tilion repelió el ataque. Igual que el Sol, originalmente la Luna iba de oeste a este; puede que cambiara de dirección durante la reforma que devolvió la noche a Arda.
    En quenya llamada Isil, la Refulgente (nombre inventado por los Vanyar) e Ithil en sindarin. También llamada Rána la Errante (por los Noldor) y Flor de Plata.


Robert Foster; Guía completa de la Tierra Media

lunes, 17 de febrero de 2014

Kaguya Hime

Kaguya Hime es una diosa japonesa de la Luna. Se la muestra como una bebé diminuta dentro de una reluciente caña de bambú, o como una maravillosa y diminuta mujer cantante. La leyenda cuenta que un buen anciano caminaba un día por un bosque de bambú cuando vio que una planta de bambú resplandecía, y, al cortar el tallo a lo largo, encontró en su interior a una niña recién nacida. Su esposa y él la criaron, ya que no tenían hijos. La llamaron Kaguya Hime, y era tan bella que incluso el emperador deseaba cortejarla.
    Mientras vivió con el matrimonio de ancianos, cada vez que el hombre iba al bosque y cortaba una caña de bambú, encontraba dinero en su interior. Pero con el paso del tiempo, a Kaguya Hime empezó a entristecerle la vida en la Tierra, de modo que les contó a sus padres que la Luna era su verdadero hogar y que un día los ángeles llegarían para llevarla de vuelta. Antes de regresar a la Luna definitivamente bendijo al emperador otorgándole vida eterna, pues fue siempre el don de esta diosa poder conceder la inmortalidad.


Julie Loar; Diosas para cada día

viernes, 14 de febrero de 2014

THANATOLOGÍA: La Muerte



            Arcano decimotercero del Tarot. Esta imagen presenta la conocida alegoría del esqueleto, pero aquí, contra lo acostumbrado, maneja la guadaña hacia el lado izquierdo. Los huesos no son grises, sino rosados. El suelo está sembrado de restos humanos, pero éstos, como en las leyendas y cuentos folklóricos, presentan los caracteres de lo vivo. Las cabezas incluso conservan su expresión. Las manos que emergen de la tierra parecen prestas a la acción. Todo en el arcano tiende a la ambivalencia, para remarcar que si la vida, en sí, como supieron Heráclito, los medievales y confirma la ciencia moderna, está íntimamente ligada a la muerte, también la muerte es el manantial de la vida, no sólo de la espiritual, sino de la resurrección de la materia. Es preciso resignarse a morir en una prisión oscura para renacer en la luz y la claridad. Igual que Saturno poda el árbol para que se rejuvenezca, Shiva transforma los seres, destruyendo su forma sin aniquilar su fundamento. La muerte es, de otro lado, la suprema liberación. En sentido afirmativo este arcano simboliza la transformación de todas las cosas, la marcha de la evolución, la desmaterialización. En sentido negativo, melancolía, descomposición, final de algo determinado y por ello integrado en una duración. Todas las alegorías e imágenes de la muerte tienen el mismo sentido. La mitología griega la hacía hija de la noche y hermana del sueño. Horacio la representa con alas negras y una red con la que cazaba las víctimas, red idéntica a la de los dioses uránicos y a la del gladiador romano. La muerte se relaciona con el elemento tierra y con la gama de colores que va del negro al verde pasando por los matices terrosos. El estiércol está asociado a su simbolismo.

Cirlot, Juan-Eduardo; Diccionario de símbolos.

jueves, 13 de febrero de 2014

La Luna en el Tarot


I (Descripción de la lámina)
La luna parece arrojar de sí diecinueve manchas de color en forma de lágrimas; bajo ella hay dos perros y, más atrás, dos torres; en primer plano, un cangrejo nada en un estanque.
    El cangrejo y el agua del estanque, son azules; los perros, que parecen aullar, están representados en color carne; del suelo, amarillo como las torres del fondo, brotan tres plantas del mismo color.
    La luna está vista a la vez llena y en creciente, e insertado en esta última figuración se ve el perfil de un hombre: siete rayos azules, siete blancos, y quince pequeños rayos rojos surgen de su disco. Las diecinueve lágrimas están dispuestas en forma de collar, en una doble hilera y con la punta hacia abajo: cinco de ellas son amarillas, seis rojas, ocho azules.

II (Interpretación histórica)
En varios diseños del Tarot -anteriores y posteriores al de Marsella- el Arcano XVIII representa a dos astrólogos, haciendo cálculos bajo una luna menguante. Los abundantes elementos del Marsella -perros, cangrejo, estanque, torres- no aparecen en ellos; la luna misma no ofrece más que un plano, a diferencia del diseño concéntrico (perfil humano, creciente, disco) del caso que nos ocupa.
    Sobre las torres, Curt de Gébelin ha imaginado que aluden a las columnas de Hércules, aunque también puede considerárselas como dos puertas monumentales. Hay que recordar entonces que la Luna (Diana-Hécate) es a la vez Janua Coeli y Janua Inferni: la puerta del cielo y el infierno; estrechamente relacionada con los dos perros (o lobos) aulladores, a los que Gébelin veía como símbolos de los trópicos. Ya el jesuita Athanase Kircher ubicaba a Anubis y Hermanubis (deidades curiosamente representadas con cabezas de chacal) ante las dos puertas del Cielo: Anubis en el solsticio de invierno, frente a la puerta de la ascensión, indicada por el Capricornio; Hermanubis en el solsticio de verano, ante la puerta de descenso o del hombre, que señalaba Cáncer. Clemente de Alejandría, por otra parte, relató las procesiones egipcias, que incluían el paseo de los dos perros-dioses, <<que ellos pretenden son guardianes de las puertas del Sol, en el norte y en el sur>>. Aunque no hay ejemplos de zoolatría entre los griegos, sí es verdad que consagraron diversos animales a ser compañía de los dioses. En el caso de Artemisa -Plutarco lo afirma en su Isis y Osiris- este cortejo estaba formado por dos perros: resulta significativo recordar que la cazadora celeste era, para su pueblo, una deidad lunar.
    Por lo que respecta al cangrejo, su relación con la Luna es antigua y reiterada, ya que aparece mezclado a ritos y leyendas protagonizados por el astro nocturno en numerosas culturas. Esto puede deberse a la particular marcha retrógrada del animal, homologada al paso de la Luna por la observación popular (la trayectoria de poniente a levante). También desde el punto de vista astronómico, el cangrejo se relaciona con el simbolismo general de la lámina y de las torres en particular: Cáncer es, como se sabe, signo del trópico y del solsticio de verano.
    Las manchas de color en forma de lágrimas que llueven de la Luna están diseñadas con la punta hacia abajo: en el arcano siguiente (El Sol) se las ve en cambio con la punta hacia arriba. Como curiosidad sobre estas lluvias comunes a tres arcanos del Tarot, puede señalarse un antecedente del que es difícil extraer conclusiones: Pipart observó, entre los indios Piel Roja de Norteamérica, numerosos pictogramas que aludían de esta forma a los fuegos celestes.

III (Interpretación adivinatoria -de Eliphas Levi-)
Los elementos, el mundo visible, la luz reflejada, las formas materiales, el simbolismo.

IV (Interpretación adivinatoria -de Oswald Wirth-)
Imaginación. Apariencias. Ilusiones. Influencia lunar activa.
    POSITIVO.- La objetividad, el mundo sensible. Experimentación, trabajo, penosa conquista de la realidad. Instrucción por el dolor, labor fastidiosa pero necesaria. Videncia pasiva, lucidez. Navegación.
    NEGATIVO.- Errores de los sentidos, falsas suposiciones. Embustes, trampas, decepción. Teorías engañosas, falso saber, videncia histérica. Amenaza, chantaje. Viaje inoportuno, caprichos. Carácter neurótico.

V (Interpretación adivinatoria -de Paul Marteau-)
MENTAL.- En caso de negociaciones: mentira; en caso de trabajo personal: error. Ojeada superficial en todos los niveles.
    ANÍMICO.- Sentimientos turbados, pasionales, sin otra salida que el desorden. Celos. Hipocondría. Ideas quiméricas.
    FÍSICO.- Oscurecimiento total. Estado de conciencia turbado y agitado. Escándalo, difamación, delación; secreto que se hace público. Si la pregunta se refiere a la salud: hay desórdenes en el sistema nervioso; se necesita un cambio de ambiente por problemas higiénicos con el actual; buscar los lugares secos y el calor.
    SENTIDO NEGATIVO.- El instinto -causa de espejismos- acentúa sus efectos por la situación ascendente del pantano. Estado de conciencia confuso, que permanece latente y sin manifestarse.

VI (Ampliación y análisis)
Ouspensky ha visto en las imágenes del Arcano XVIII una alegoría del viaje heroico, un claro resumen del simbolismo relacionado con el tránsito y el pasaje: el estanque de agua (materia primordial), el cangrejo que emerge de ella (devorador de lo transitorio, como el escarabajo entre los egipcios), los perros que interceptan el paso (guardianes, calificadores de la aptitud del viajero para enfrentar el misterio), las torres en el horizonte (plenas de acechanzas por sus virtuales habitantes, pero también puertas -meta, frontera-). Cirlot ve más bien que los perros impiden el paso de la Luna al dominio del logos (conocimiento solar), y comenta agudamente la descripción de Wirth sobre lo que no se ve en la lámina: <<Tras esas torres -dice- hay una estepa y detrás un bosque (la selva de las leyendas y cuentos folklóricos), lleno de fantasmas. Después hay una montaña (¿la montaña doble, aludida por Schneider?) y un precipicio que termina en un curso de agua purificadora. Esta ruta parece corresponder a la descrita por los chamanes en sus viajes extáticos.>>
    Lo que parece evidente, es que el Arcano XVIII está emparentado, como ningún otro, con el plano iniciático de la vía húmeda (lunar). Es por esto que Wirth la relaciona con la intuición y lo imaginativo, y que entre sus más recurrentes interpretaciones adivinatorias figure la sensualidad.
    Sería interminable acoplar al Arcano XVIII el vasto simbolismo lunar, desde su relación con el ciclo fisiológico femenino hasta el panteón de las deidades nocturnas, pasando por sus implicaciones cósmicas, mágicas y astrológicas. Parece más prudente considerar que La Luna no alude a todo lo que nombra, sino a la particular situación que compone con los otros elementos de la lámina.


Alberto Cousté; El Tarot, o La Máquina de imaginar

martes, 11 de febrero de 2014

THANATOLOGÍA: El libro tibetano de los muertos



Los sueños de la muerte
            Igual que en el fenómeno del sueño, al que nos hallamos acostumbrados, y que no obstante, es extraordinario, el órgano de la vista es el primer sentido que deja de funcionar. El órgano del oído persiste más, siendo el último en desaparecer, y el hombre que muere y tiene ya todas las apariencias de la muerte, oye todavía las palabras que se pronuncian a su alrededor, pero veladas como oídas a través de un grueso paquete de algodón.
            Los tibetanos acostumbraban a exhortar a sus moribundos a expresar los deseos aún no satisfechos y a liberar a su espíritu de todas las angustias y preocupaciones, remitiendo a sus amigos y parientes la obligación de llevar a cabo los actos que ellos ya no podrán ejecutar.
Consideran sumamente importante que al morir, su espíritu se haya liberado de todas las ataduras materiales. Esto es básico para la naturaleza de la futura existencia y asimismo para los que siguen con vida, a los que los muertos podrían molestar por las acciones que quedaron inconclusas y que no pudieron emprender antes de abandonar la tierra.
En el Tibet, la dirección Norte es la orientación sagrada que ha de seguir un descarnado para poder transitar por el “Bardo” y alcanzar la suprema liberación.
Por el contrario, la dirección Sur se considera penosa, pues debería sufrir calor y frío, estando en todo momento amenazado por animales feroces, así como por una multitud de diablos y enviados que tienen formas espantosas y están armados de lazos y mazas.
Lanzando terribles amenazas e imprecaciones, acabarán por arrastrarle al reino de las sombras por una ruta tenebrosa y tortuosa, donde le golpearán de manera implacable por un período más o menos largo, según hayan sido sus pecados.Es entonces cuando el desencarnado recuerda las acciones malas cometidas en vida, cuando se aflige y cuando sufre por las consecuencias venideras. En vano busca a su alrededor un protector que le socorra. No lo encuentra. El prolongado vagar por el reino de las sombras tiene un tiempo limitado, como ocurre con los episodios del sueño, siendo los viajes siempre subjetivos.
Respecto a las sensaciones que produce ese deambular por el reino de las sombras, las experimentan los tres principales cuerpos del difunto: el etérico, el astral y el mental.
El sueño del hombre después de la muerte es de una duración relativa para cada ser. Su despertar está mezclado a la sorpresa y al terror, así era cómo el alma consideraba a la muerte. Aun yendo en la dirección Norte, perfectamente guiado por el lama, el difunto se halla en medio de tinieblas y percibe, no con los sentidos, sino con una facultad paranormal e interna, cuanto ocurre en torno a él. Las distintas corrientes también lo arrastrarán, las atracciones y repulsiones seguirán siendo soberanas, y una y otra vez, lanzado de unas a otras, la inmensa noche le capturará y, si no escucha, ignorará adónde ha de dirigirse y entonces, para él, principiará el verdadero terror.
El ser humano pasa la mayor parte de ese período en el mundo celeste. Es dable considerar que el lugar más inferior del mundo invisible es el primer “subplano”, es decir, el Hades de los griegos, el purgatorio de los cristianos, o lo que los teósofos denominan el mundo astral, lugar al que se va a parar después de las tinieblas de la muerte. Esto sucederá de esta manera si su paso por la tierra dejó un mal recuerdo, pero en casi contrario, o sea que si su grado de espiritualidad y conocimiento fue elevado, no se aterrorizará ante lo desconocido, y participará de la felicidad de un maravilloso descanso en el “Nirvana”.
                                                                                              R. R. Ayala; Mitología china.