viernes, 30 de agosto de 2013

Apuntes en torno a la Guerra de las Castas

Hablando de la situación en Yucatán en la época en que se inició la Guerra de las Castas (1847-1848), expresa la mejor autoridad sobre el tema [Nelson Reed]:
Sabemos que el país estaba dividido por la raza, pero mayor aún era la escisión debida a las concepciones opuestas de un mundo común. El maíz, que para el blanco es un simple bien de consumo, era sagrado para el maya; para el blanco la tierra sin cultivar no era más que tierra baldía, pero para el maya era la legítima morada de los dioses de la selva.
Por supuesto, hay que recordar que los mayas habían aceptado con total sinceridad el cristianismo. La notable síntesis de ideas cristianas y bíblicas con los vestigios de la estructura social maya, erigida sobre el complejísimo y casi místico sistema de calendario que se remontaba a épocas anteriores a Cristo, asumió un carácter profundamente escatológico en los libros mayas de Chilam Balam. Estos libros proféticos y apocalípticos habían sido conservados y estudiados en secreto desde el tiempo de la Conquista, y en ellos se aludía al justo castigo que habría de recaer sobre los conquistadores llegados desde el sol naciente, no porque fueran cristianos sino, precisamente, porque no eran cristianos.
    Es curioso ver el fervor con que, al mismo tiempo, algunos de los profetas mayas aceptaban el mensaje de Cristo y rechazaban, por indignos, a los mensajeros (aun admitiendo la necesidad de sacerdotes católicos como mediadores). En el libro de Chumayel, del Chilam Balam, leemos la siguiente evaluación de la conquista:
Los hombres <<más cristianos>> llegaron aquí con el verdadero Dios; pero ese fue el comienzo de nuestra desdicha, el comienzo de los tributos, el comienzo de la <<caridad>>, la causa de que salieran a la luz secretas discordias, el comienzo de las luchas con armas de fuego... el comienzo de la esclavitud por deudas y de las deudas cosidas en los hombros...
    Tal fue el Anticristo sobre la tierra, el tigre de los pueblos, el gato montés de las naciones, que se bebía la sangre de los pobres indios. ¡Pero se acerca el día en que las lágrimas de los indios llegarán a Dios y en que la justicia de Dios descenderá sobre el mundo con un golpe aplastante!
A mediados del siglo XVIII había tenido lugar una breve rebelión, que fue brutalmente sofocada. En ese momento, dado el fermento de inquietud y cambio, los mayas empezaban a evaluar la nueva situación en sus propios términos, que eran los del Chilam Balam. Sabemos que el libro estaba nuevamente en circulación (la edición española impresa del Chilam Balam de Chumayel está basada en un manuscrito que cambió de dueño en 1831) y que los indios estaban reinterpretando su rol en el mundo revolucionario de la época: debían afirmar una vez más su propia identidad y repudiar la perversa sociedad de los conquistadores, y quizás incluso prepararse para el juicio de Dios. Más aún, podía resultar que fueran ellos mismos los instrumentos de ese juicio. Evidentemente, tales ideas eran objeto de las secretas cavilaciones de unos pocos y no se les daba amplia publicidad, pero ejercían su efecto.
    A los ojos de los mayas, el carácter <<no cristiano>> de la sociedad ladina se hacía evidente no tanto por su falta de ortodoxia formal como por su desprecio por el hombre, por las cosas que viven y crecen, por la tierra, por la sagrada planta de maíz -el don de los dioses- y por el propio indio. Un portavoz de los indios mayas resumió las razones por las cuales se proponían resistir a los blancos, con la violencia si era necesario:
Nosotros, los pobres indios, nos damos cuenta de lo que están haciendo los blancos para dañarnos, de cuántos males cometen en contra de nosotros, e incluso de nuestros hijos y de nuestras indefensas mujeres. Tanto perjuicio sin base alguna nos parece un crimen... Si los indios se levantan, es porque los blancos les dieron motivos; porque los blancos dicen que no creen en Jesucristo, porque han incendiado los campos de maíz. Ellos han dado justa causa para las represalias de los indios, a quienes ellos mismos han matado...
(La declaración continúa diciendo que no importa qué fuerzas usen los blancos en contra de ellos, los mayas no abandonarán la lucha porque...)
Somos los sacrificios de Dios. Ellos tendrán que decir si Dios les dio permiso para asesinarnos a todos, sin que nosotros tuviéramos decisión en el asunto... Por lo tanto, si morimos a manos de los blancos, paciencia. Los blancos piensan que estas cosas están terminadas, pero eso nunca ocurrirá. Así está escrito en el libro de Chilam Balam, y así lo ha dicho también Nuestro Señor Jesucristo sobre la tierra y más allá, que si los blancos se vuelven pacíficos, nosotros también lo seremos.


                         Thomas Merton; Los luchadores de la cruz

miércoles, 28 de agosto de 2013

PSIQUE: Juramento hipocrático


"Juro por Apolo, médico, por Esculapio, Higías y Panacea y pongo por testigos a todos los dioses y diosas, de que he de observar el siguiente juramento, que me obligo a cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis fuerzas y mi inteligencia.

Tributaré a mi maestro de Medicina el mismo respeto que a los autores de mis días, partiré con ellos mi fortuna y los socorreré si lo necesitaren; trataré a sus hijos como a mis hermanos y si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa.

Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan bajo el convenio y juramento que determine la ley médica, y a nadie más.

Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia. No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré a nadie cosa semejante; me abstendré de aplicar a las mujeres pesarios abortivos.

Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza. No ejecutaré la talla, dejando tal operación a los que se dedican a practicarla.

En cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos; me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitaré sobre todo la seducción de mujeres u hombres, libres o esclavos.

Guardaré secreto sobre lo que oiga y vea en la sociedad por razón de mi ejercicio y que no sea indispensable divulgar, sea o no del dominio de mi profesión, considerando como un deber el ser discreto en tales casos.

Si observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí la suerte contraria."


Atribuido a Hipócrates (s. V a. C.)

Tartesos (2ª parte)

(...)
La historia clásica nos ofrece distintas hipótesis. Desde la evolución de los indígenas neolíticos, la llegada de unos metalúrgicos orientales, o la presencia de ciertos pueblos después de la caída de Troya. En el estado actual de nuestra ciencia histórica, no es posible contestar con firmeza. Se precisarán muchos más datos arqueológicos, históricos, lingüísticos. Una opinión podría ser, la de que Tartesos se formó en su aspecto racial con un sustrato de gentes orientales, sobre la que se impuso una aristocracia de origen griego-arcaico. Uno de los numerosos "pueblos del mar", que bien pudo ser aqueo, pelasgo o anatólico. Y esta comunidad, que posteriormente conocemos como tartesos, debió tener, en principio, escasísimas aportaciones étnicas de tipo ibérica o céltica. Si bien la presencia del ibérico se pierde en España en la noche de los tiempos, y la llegada de los pretartesos orientales hizo que probablemente se replegaran hacia el interior del país. La concentración urbana de los marinos orientales, se llevó a cabo en la faja costera. Gracias a la mitología podemos conocer algunos de los reyes fabulosos de Tartesos: "Sol", "Gargoris", "Habis", "Norax". Argantonio es el primero que podríamos considerar histórico. Los griegos idealizaron a este soberano, atribuyéndole toda clase de virtudes. Su dilatada existencia transcurrió entre el año 650 a. de Cristo y el 550. Parece que después de este monarca, la dinastía entró en una época de decadencia, a la que no fueron ajenos los cartagineses. Pese al silencio púnico, conservamos los nombres de otros príncipes tartesos y turdetanos que irán apareciendo en los anales romanos. El Rey Koliches, traducido también por Culcas, fue aliado de Publio Cornelio Escipión en la batalla de Ilipa. El Rey Luxinio reinaba sobre Almuñécar, Málaga y otras urbes del litoral. El Rey Attenes, Theron, etc., figuran entre los caudillos militares en las guerras de conquista romana.
    Para el ocaso de Tartesos se han dado varias explicaciones. ¿Hubo un grandioso colapso debido a una catástrofe geológica? ¿Fue destruida por otro pueblo? ¿Se produjo un debilitamiento político que la llevó a una fragmentación en pequeños reinos? El profesor Schulten, nos dirá que la ciudad en decadencia, aún existía en el siglo V a. de Cristo, pero que fue aniquilada por los cartagineses. Para Maluquer que también trató esta cuestión la pregunta es: ¿Por qué desapareció Tartesos? Es evidente responde, que la historia contesta con un silencio de tres siglos, que coincide con la presencia cartaginesa en el sur de España; que el estaño perdía mercado por diversas razones: como el generalizado uso del hierro; o que los mismos púnicos inician una explotación propia de la "Ruta del Estaño". También pudo suceder que Tartesos no desapareció. El propio Schulten defensor de la destrucción violenta de esta ciudad-estado, cree que Tartesos perduró como concepto geográfico. Seguramente ocurrió que la monarquía que imperaba en el sur se fue transformando en un mosaico de principados taifas que trataron de asimilarse unos a otros. En este proceso de relaciones tendría importancia primordial la política de los cartagineses. El sentido monárquico de los turdetanos, descendientes de los tartesos, subsistió durante mucho tiempo, aunque el autor de la Oda Marítima, Avieno, nos cuenta que la urbe estaba pobre y arruinada. El desafortunado cierre del estrecho por los púnicos, nos impedirá conocer la realidad. La falta de noticias, sin embargo, se interpretó por algunos historiadores de la antigüedad como prueba de la desaparición. Cuando Tartesos se eclipsa, Cádiz, su vieja rival se agiganta rápidamente, extendiendo sus actividades a toda la comarca. Su impulso industrial la llevó hacia nuevas experiencias: construcción de barcos, salazones, pesca de altura en el Atlántico, etc. Y todo ello sin perder de vista sus famosas exportaciones de plata, caldos, esclavos, vinos.
    Existe en la actualidad un creciente interés por la cultura tartésica, al que contribuye el hecho de no haberse encontrado su misteriosa ciudad. Multitud de opiniones la sitúan en puntos dispares de la península, pese a los accidentes geográficos que limitan su ubicación en los alrededores del río Guadalquivir. Ya que según todas las probabilidades estuvo entre dos de sus brazos, o ramales, antes de desembocar en el mar. A lo largo de los años, las opiniones de los eruditos se dividieron en dos bandos. Los que afirmaban que el brazo oriental se hallaba al este de Sanlúcar, y los que por el contrario se declaraban partidarios de la tesis de un brazo desaparecido hacia el poniente. La hipótesis de que el brazo perdido se situase en los alrededores de Rota podría definirse como la escuela española. Historiadores andaluces de los siglos XVII y XVIII habían aludido en algunos escritos a numerosos testimonios sobre cauces en esa zona. El profesor Schulten, después de oír las explicaciones de los geólogos buscó la ciudad de Tartesos en el occidente. En las marismas que constituyen el parque nacional del Coto de Doñana. El hecho de que allí se extendiera durante kilómetros el fondo seco del lago Ligustino no era sino un acicate más, pues sólo en lugares semipantanosos y desérticos podían haberse mantenido incógnitas las ruinas de la urbe. Sus excavaciones no fueron coronadas por el éxito.
    Sin embargo, entre las noticias que los autores clásicos dejaron sobre Tartesos, hay determinadas descripciones que se salen del ámbito literario para entrar en el científico. Es decir, se pueden utilizar como medidas concretas para determinar una situación geográfica. Sitúan la ciudad dentro de unas coordenadas capaces de establecer distancias más o menos exactas, de las referencias topográficas. Los datos que aparecen en la Geografía de Estrabón aseguran que la isla fluvial de Tartesos se hallaba a 18 kilómetros del mar. Noticia que por carecer de sentido para muchos investigadores ha sido interpretada de manera muy diversa. Es también muy interesante la noticia que da Estrabón sobre las distancias que había entre las dos bocas del río Guadalquivir. Sobre la Oda Marítima, del poeta Avieno se han hecho numerosos estudios, pero a mi juicio sólo hay un dato seguro: que del río Tartesos al golfo o seno tartésico había un día de navegación. Otro autor que nos ha legado cifras concretas sobre las bocas del Guadalquivir y las ciudades interiores fue Marciano de Heraclea. Que en su periplo indica la distancia desde el estrecho de Gibraltar a la ciudad de Asta. También Escimno de Quíos, que tomó sus datos al parecer de fuentes jónicas y cartaginesas aclara que desde la ciudad de Cádiz a la de Tartesos había dos días de navegación. Ptolomeo fue otro de los científicos de la antigüedad que dejó números precisos sobre la topografía andaluza. Situó en sus famosas tablas las desembocaduras del río Guadalquivir, calculándolas en grados y minutos. Todas estas medidas, aunque no tan exactas como las que puede hoy en día brindarnos la geografía, sí sirven para no disparatar acerca de la ubicación de la desaparecida ciudad.
    Tartesos no ha entregado aún restos asombrosos al estilo de Troya o Pompeya. Los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre el lugar donde podría hallarse enterrada. Los arqueólogos tampoco son muy optimistas a la hora de catalogar lo que simboliza esta civilización. El misterio, pues, de Tartesos continúa, entre la indiferencia de algunos, las fábulas de otros y la escasa excavación de nuestro patrimonio. Pero sobre los secos esteros al norte de Jerez de la Frontera, duermen las ruinas de Asta Regia. La ciudad del Lago, según los romanos, que tuvo adonde ahora no hay más que polvo, un puerto comercial al que acudían docenas de naves del imperio latino. Destruida durante las guerras civiles árabes, unos pequeños trabajos de desescombro, han entregado multitud de objetos de todas las civilizaciones desde el neolítico. Y quizás espera al audaz que acabe con el enigma de Tartesos.


                                                  Historia de España (presentación); Editorial Genil, S.A.

martes, 27 de agosto de 2013

El nacimiento de la fiesta

Un tema interesante es el conocer cómo comenzaron la mayoría de los festejos populares, y hay muchas versiones diferentes.
    Al principio, en la Antigüedad, a los toros los cazaban en el monte y los bajaban al poblado; seguramente lo hacían con dos sogas llevados pacientemente por los componentes de la tribu o cazadores. Una vez ya capturadas las reses, a las grandes se las comían y les quitaban las pieles, y a las más pequeñas las domesticaban para utilizarlas en las labores camperas, y al mismo tiempo, también las utilizaban para las celebraciones festivas soltándolas para divertirse. Lo único que tenía que hacer el pueblo era conseguir un motivo para poder realizar alguna celebración, que bien podía ser la de algún día de caza importante, una boda, o cualquier acontecimiento social que les motivara para ello.
    Pero hay una cuestión que llama poderosamente la atención, y son las diversas formas que tenía el pueblo a lo largo de la historia para que les sirviera como motivo para poder soltar toros. Y desde luego que se calentaban la cabeza para salirse con la suya.
    Conforme avanzaron los siglos y con los diferentes reinos ya establecidos, unas veces soltaban toros para celebrar algún acto importante, como el nacimiento de un príncipe, el coronamiento de un rey, el triunfo en una batalla, y otras veces, tal vez buscaban cualquier suceso que pudiese servir de excusa para poder soltar las reses a la calle.
    Otros festejos empezaron porque hubo una peste, se sacó el santo pertinente y la peste paró de hacer estragos, y desde entonces se hizo la promesa de que todos los años por ese tiempo se correría un toro para rememorar aquel milagro.
    Pero hay una particularidad que llama poderosamente la atención, y es que todas las fiestas taurinas se celebran siempre al amparo de una celebración religiosa, bien sea en honor de un santo o en honor de alguna virgen. Lo que quiere decir que el pueblo siempre se acercó a las festividades que celebraba la Iglesia para poder soltar toros, y en otros, fue la Iglesia la que se arrimó al pueblo en las fiestas taurinas para ir arropada con ellos. Esta sí que ha sido una larga historia de amores y odios, tanto, que a lo largo de los siglos, la Iglesia llegó a prohibir correr toros en varias ocasiones, muestra de ello son las conocidas bulas que emitieron los Papas Pío V y Sixto V en el siglo XVI.
    Pero sin duda, la época más gloriosa de la fiesta taurina fue a partir del siglo XV, donde ya se empiezan a reseñar en libros y a tener constancia de los hechos y gastos de los señores en cuanto a celebraciones taurinas se refiere.
    Esa época tuvo gran repercusión para el toreo porque fue cuando los caballeros, militares y la realeza tomaron participación directa en la fiesta y empezaron a lancear toros en las plazas de los pueblos, o incluso en la Plaza Mayor de Madrid, con la ayuda de sus lacayos.
    Desde entonces hasta el día de hoy han pasado muchas cosas. La primera de todas fue que esos lacayos fueron tomando posiciones en la fiesta, adaptándola a sus gustos y circunstancias y así contar con un extensísimo abanico de fiestas, cada una con su peculiar forma de desarrollarlas y vivirlas.


                                                                        Espasa Calpe S.A.; Cossío / Los toros

lunes, 26 de agosto de 2013

La canción de Gollum

(Según borrador original)










Las duras tierras frías
con los pies y las manos
    son crueles.
Allí el viento chilla,
las piedras son frías;
    no hay nada que encontrar.
Nuestro corazón descansa
en aguas húmedas
    en algún pantano profundo.
¡Oh, cómo deseamos
probar el pescado
    tan dulce y frío!


                                                                                                           J. R. R. Tolkien

Segunda Epístola: <<¡Magnifiquemos al Señor!>>















-¿Por qué hemos de magnificar al Señor? -se preguntó cierto día Herr Professor Heinrich Strauss, y enseguida se puso a tallar y a pulir la lente más grande que se haya visto nunca en el mundo, y el armazón para sustentarla.
    -¡O bien el Señor está muy lejos, o debe de ser muy pequeño..., minúsculo, en realidad!
    Luego lo pensó mejor y convirtió su aparato óptico en un telemicroscopio: un instrumento que combinaba en uno solo las funciones opuestas del telescopio y del microscopio. Podía observar aquellos fenómenos que son tan grandes y tan próximos que nadie repara en ellos (como todo el ancho mundo, que su máquina reducía al tamaño de un granito de arena), así como los que son tan lejanos que se sitúan en la curva de los mismos confines del cosmos, directamente detrás de la cabeza del observador.
    Un día, mientras contemplaba su propio occipucio a través de varios miles de millones de años-luz de distancia, gracias a la curvatura del cosmos (utilizaba luz de taquiones), Herr Professor observó una diminuta figura que bailaba y agitaba los brazos para llamar su atención. Aumentando la magnificación un par de divisiones de la escala logarítmica, tuvo la satisfacción de comprender que aquél a quien observaba debía ser sin duda el Dios a quien andaba buscando...


                                                                        Ian Watson; El Jardín de las Delicias

domingo, 25 de agosto de 2013

METALITERATURA: Cartas a un joven poeta

Era en 1902, a fines de otoño. Estaba yo sentado en el parque de la Academia Militar de Wiener Neustadt, bajo unos viejísimos castaños, y leía en un libro. Profundamente sumido en la lectura, noté apenas cómo se llegó junto a mí Horacek, el sabio y bondadoso capellán de la Academia, el único entre nuestros profesores que no fuera militar. Me tomó el libro de las manos, contempló la cubierta y movió la cabeza. "¿Poemas de Rainer María Rilke?", preguntó pensativo. Y, hojeando luego al azar, recorrió algunos versos con la vista, miró meditabundo a lo lejos, e inclinó por fin la frente, musitando: "Así, pues, el cadete Renato Rilke nos ha salido poeta..."
De este modo supe yo algo del niño delgado y pulido, entregado por sus padres más de quince años atrás a la Escuela Militar Elemental de Sankt Poelten, para que algún día llegase a oficial. Horacek había estado de capellán en aquel establecimiento y aún recordaba muy bien al antiguo alumno. El retrato que de él me hizo fue el de un joven callado, serio y dotado de altas cualidades, que gustoso manteníase retraído y soportaba con paciencia la disciplina del internado. Al terminar el cuarto curso, pasó junto con los demás alumnos a la Escuela Militar Superior de Weisskirchen, en Moravia. Allí, por cierto, echóse de ver que su constitución no era bastante recia, y así sus padres tuvieron que retirarlo del establecimiento, haciéndole proseguir estudios en Praga, cerca del hogar. De cómo siguió desarrollándose luego el camino externo de su vida, ya nada supo referirme Horacek.
Por todo ello, será fácil comprender que yo, en aquel mismo instante, decidiera enviar mis ensayos poéticos a Rainer Maria Rilke y solicitar su dictamen. No cumplidos aún los veinte años, y hallándome apenas en el umbral de una carrera, que en mi íntimo sentir era del todo contraria a mis inclinaciones, creía que si acaso podía esperar comprensión de alguien, había de encontrarla en el autor de "Para mi propio festejo". Y sin que lo hubiese premeditado, tomó cuerpo y juntóse a mis versos una carta, en la cual me confiaba tan francamente al poeta como jamás me confié, ni antes ni después, a ningún otro ser.
Muchas semanas pasaron hasta que llegó la respuesta. La carta, sellada con lacre azul, pesaba mucho en la mano, y, en el sobre, que llevaba la estampilla de París, veíanse los mismos trazos claros, bellos y seguros, con que iba escrito el texto, desde la primera línea hasta la última. Iniciada de esta manera mi asidua correspondencia con Rilke, prosiguió hasta el año 1908, y fue luego enriqueciéndose poco a poco, porque la vida me desvió hacia unos derroteros de los que precisamente había querido preservarme el cálido, delicado y conmovedor desvelo del poeta.
Pero esto no tiene importancia. Lo único importante son las diez cartas que siguen. Importante para saber del mundo en que vivió y creó Rainer Maria Rilke. Importante también para muchos que se desenvuelvan y se formen hoy y mañana. Y ahí donde habla uno que es grande y único, deben callarse los pequeños.
Franz Xaver Kappus.
Berlín, junio de 1929.
Rainer Maria Rilke; Cartas a un joven poeta. (Introducción)

miércoles, 21 de agosto de 2013

El nirvana y el átomo (2ª parte)

¿Podrían considerarse la vida y la consciencia como un cáncer de la materia o una propiedad inherente al núcleo del átomo? Los sabios contemporáneos no piensan que la vida sea un fenómeno único en el universo. Sin embargo, cuando llegamos a sus atributos, las opiniones difieren.
    Thomas Mann presenta la consciencia como la necesidad universal experimentada por la naturaleza para completar su propio conocimiento. Es el deseo de la vida de comprenderse ella misma. La necesidad que tiene la materia de definirse.
    Seres vivientes inferiores poseen a menudo un elevado grado de inteligencia, por ejemplo el delfín. En la bahía del Almirantazgo, en Nueva Zelanda, Pelorus Jack escoltó navíos y buques como un práctico durante treinta años. La Marina de los Estados Unidos empleó los servicios de Tuffy, una marsopa de siete pies que servía de estafeta en el océano Pacífico, cerca de San Diego, en California.
    En general, los autores se refieren al tamaño de su cerebro para explicar la inteligencia del delfín. Pero, ¿qué diremos de la pequeña abeja que da informaciones sobre los campos de flores, la calidad del polen disponible, su emplazamiento exacto, su distancia con relación a la colmena, informaciones todas que son transmitidas por una especie de danza y de sonidos que nosotros no podemos percibir? Los termes no tienen mucha más materia cerebral y, sin embargo, poseen el suficiente sentido común para fertilizar sus criaderos. Las hormigas mantienen lecherías, donde los pulgones están sometidos al ordeño, como las vacas. Son capaces de escoger el sexo de su progenitura y, gracias a esta elección, pueden controlar su población. La Ciencia dice que el instinto lo explica todo. Pero, ¿no es el instinto una forma de consciencia colectiva para determinadas especies?
    La Ciencia estudia la inteligencia en los animales inferiores a la especie humana. Pero no quiere admitir que el conocimiento mental pueda extenderse a las formas más ínfimas de la vida, hasta el mismo átomo.
    Concebir que un sistema astronómico como una galaxia sea un centro de consciencia sería igualmente considerado como no científico. Olaf Stapleton, autor de cienciaficción, imagina nuestra Vía Láctea como un vasto cuerpo dotado de consciencia. En esta galaxia hay diez veces tantos soles como células en el cerebro humano.
    Uno está en su derecho al maravillarse de la falta de imaginación de nuestros sabios contemporáneos quienes, por una parte, enseñan la teoría de la evolución -de la ameba al académico- y, por otra parte, llevados por su vanidad, no son capaces de ver las formas más altas de la vida cósmica.
    Johann Lambert (1728-1777), un profesor alemán, fue el primero que en los tiempos modernos sugirió la posibilidad de una jerarquía en el Cosmos. Estaba convencido de que la mayor parte de estrellas tenían familias de planetas. Consideraba los sistemas planetarios como sistemas de primer orden. Lambert sospechaba que los soles y los planetas formaban una unidad cósmica de mayor dimensión. Esta teoría fue confirmada más tarde por el descubrimiento de la galaxia de la Vía Láctea que, en la nomenclatura de Lambert, era un sistema de segundo orden. Por analogía, Johann Lambert llegaba a la conclusión de que esas formaciones de segundo orden debían ser las componentes de un orden superior. Lo que en el siglo XVIII era una atrevida especulación fue demostrado de una forma brillante, hace relativamente poco, con el descubrimiento de la metagalaxia. Por otra parte, Lambert no pensaba que este tercer orden fuera necesariamente el orden final.
    El filósofo Leibniz cultivaba la idea que cada unidad cósmica de vida estaba formada de partes más pequeñas o <<mónadas>>. Los átomos, las hormigas, los animales, los hombres, los planetas, los soles y las galaxias pueden ser las cristalizaciones de una sola y misma esencia de la consciencia cósmica universal.
    Es innegable que la vida florece a partir de la semilla del átomo. Aparentemente, la necesidad de manifestarse en forma y principio vivientes está arraigada en el corazón de la Materia. Bajo los hielos del polo Norte, la vida marítima es tan rica y activa como en no importa qué mar tropical. Así, pues, la vida dinámica ignora la geografía y se adapta a las condiciones exteriores.
    La consciencia es, probablemente, un atributo universal de la Materia y, sin embargo, es encauzada por la Ciencia a un rango limitado en la escala de la evolución, en la que nosotros ocupamos el lugar de honor. Esta concepción es geocéntrica y antropomórfica. <<¿Por qué se detendrían las cosas en el Hombre?>>, preguntaba H. G. Wells.
    Teilhard de Chardin hablaba de Ultrahumanidad, una futura raza humana superior. Se puede pensar en una raza superior más antigua que existiría ya en las estrellas. Debemos darnos cuenta de que la evolución no puede conducirnos a ningún callejón sin salida a causa de la progresión infinita de la vida.
    Nuestra madre Naturaleza manifiesta ser inteligente creando las proporciones geométricas y la belleza de los cristales, de las conchas, de las flores, de los pájaros y de los animales. Que de las formas primitivas resulten formas complejas y perfectas es un fenómeno que puede explicarse por la sola presencia del espíritu universal en el átomo.
    La clave del misterio del Tiempo puede estar escondida en el núcleo del átomo viviente.


                                                                               Andrew Tomas; La barrera del Tiempo

martes, 20 de agosto de 2013

Pincelada de C.S. Lewis

"Los cristianos y los paganos tienen mucho más en común entre ellos que con cualquiera de los postcristianos. El hueco que separa a aquellos que adoran a dioses diferentes no es tan amplio como el que separa a alguien que adora a una deidad y alguien que no cree en ninguna [...] Un postcristiano no es un pagano, es como creer que una mujer recupera su virginidad gracias a que se divorcia. El postcristianismo queda separado del pasado cristiano y por lo tanto, doblemente separado del pasado pagano."

lunes, 19 de agosto de 2013

La India aria


Nuestra fuente principal para la historia de este remoto período es el Rig Veda, colección de antiguos himnos del año 1000 a. de C. aproximadamente. En ellos se alude a las luchas por las tierras de pastos, contra los indígenas y entre las propias tribus arias. El jefe de tribu, o rajá, era, principalmente, un jefe guerrero y compartía el poder con los sacerdotes y con los consejos de tribu.
    Las tribus arias se habían establecido principalmente en los valles de los ríos Indo y Ganges. Allí criaban ganado vacuno, cabrío y ovino, cultivaban cereales y confeccionaban útiles y armas de bronce. Pero, durante mucho tiempo, se abstuvieron de construir ciudades.
    Aunque la primitiva vida aria seguía siendo tribal, había ya clases diferentes: nobles y guerreros (kshatrias), sacerdotes (brahmanes) y campesinos y artesanos (vaishyas). Una cuarta clase, la de los siervos (shudras), surgió cuando los arios se convirtieron en los amos de los drávidas.
    A través de los siglos, la composición de las clases o castas sufrió alguna alteración, pero éstas se hicieron más cerradas. Un ario podía bajar la escala con bastante rapidez, o convertirse en un paria si se casaba con una mujer no aria; pero el ascenso era otro asunto. Los brahmanes transformaron el sistema de castas en un principio religioso, protegiendo de este modo su propia situación encumbrada, la cual reforzaron más y más al complicar el ritual.
    La mayoría de los dioses del brahmanismo, Indra (dios del aire y de la lluvia), Agni (dios del fuego), Dyaus (dios del cielo), etcétera, eran antiguos dioses védicos, parecidos a los de los griegos y romanos. Mitra, el dios del Sol, también aparece en el primitivo panteón persa.
    Aproximadamente entre los años 800 y 500 a. de C., los arios se extendieron hacia el Este, a lo largo del río Ganges. Un antiguo poema, el Mahabharata, canta como una gran guerra lo que probablemente fue un choque entre tribus; pero ni la época ni los participantes pueden ser fijados con exactitud. En cambio, los escritos sagrados nos dan información específica sobre doctrinas religiosas. Por ejemplo, los Upanishadas (enseñanzas confidenciales), escritos entre los años 600 y 300 a. de C., introdujeron la idea del continuo renacimiento del hombre (samsara), dependiendo su situación en cada vida de sus acciones en las vidas anteriores (karma). Esta idea ayudó a los sacerdotes a conservar el sistema de castas.
    Al vigorizarse el brahmanismo, surgieron inevitablemente las disidencias. Los jainos (siglo VI de nuestra era) predicaron el ascetismo. Buscaban el dolor físico y hacían vida de aislamiento en los bosques.
    Otra alternativa al brahmanismo fue la propuesta por Siddhartha Gautama, príncipe norteño que nació alrededor del año 560 a. de C. Siddhartha renunció a su vida de príncipe para buscar la razón de la miseria humana. Después de años de caminar sin rumbo, le fue revelada la verdad. Su revelación conjugó la antigua idea de karma con la del nirvana, liberación final del dolor soportado en las vidas sucesivas. El ser individual podía conseguir el nirvana (unión con el Ser del Universo) llevando una vida de meditación, de austeridad y de altruismo.
    Las enseñanzas de Siddhartha le valieron el título de Buda, "el Iluminado". En el siglo III a. de C., el budismo contaba con muchos monasterios y templos en toda la India, coexistiendo con el brahmanismo, el jainismo y otras religiones.


                   Biblioteca de los Conocimientos, Antiguas Civilizaciones; Plaza & Janes S.A.

TAUMATURGIA: Inadmisible

 
Inadmisible, adj. Que no merece ser considerado. Dícese de ciertos testimonios que los jurados son incapaces de apreciar, y que en consecuencia los jueces rechazan, aun en procedimientos de los que son los únicos árbitros. La evidencia de oídas es inadmisible, porque la persona a quien se cita no ha prestado juramento y no puede ser interrogada por el tribunal; no obstante, la evidencia de oídas sirve diariamente de fundamento a las más importantes acciones, militares, políticas, comerciales y de cualquier otra clase. No existe en el mundo una religión que no se funde en la evidencia de oídas. La revelación es evidencia de oídas; que las Escrituras sean la palabra de Dios, es cosa que sabemos solamente por el testimonio de hombres muertos hace mucho tiempo, cuya identidad no está claramente establecida y que no prestaron ningún tipo de juramento. Según las reglas de la evidencia judicial ninguna de las afirmaciones de la Biblia sería admisible ante un tribunal. Tampoco podría probarse que la batalla de Blenheim se libró, que existió Julio César, que hubo un imperio asirio. En cambio, y puesto que los archivos judiciales constituyen evidencia admisible, puede probarse fácilmente que han existido poderosos y perversos magos que fueron un azote para la humanidad. La evidencia (confesiones inclusive) que sirvió para condenar y ejecutar por hechiceras a ciertas mujeres, no tenía fallas; aún hoy es inatacable. Las decisiones judiciales fundadas en ella eran justas dentro de la lógica y la ley. Nada está mejor probado ante un tribunal que los cargos de brujería que llevaron a tantos a su muerte. Si las brujas no existieran, el testimonio humano y la razón humana carecerían igualmente de valor.
Ambrose Bierce; El Diccionario del Diablo.

jueves, 15 de agosto de 2013

Dulce Et Decorum Est



Encorvados cual mendigos viejos bajo una tela de saco,
con las rodillas temblando, tosiendo igual que brujas decrépitas,
avanzamos como pudimos por el lodo, escupiendo maldiciones,
hasta que dejamos atrás el resplandor, grabado para siempre
    en nuestro recuerdo,
e iniciamos el penoso camino hacia el lejano descanso.
Unos caminaban dormidos; muchos habían perdido las botas,
pero seguían adelante, cojeando, embadurnados de sangre.
Mutilados, ciegos, aturdidos de cansancio,
sordos incluso a los silbidos de las furiosas bombas
que seguían cayendo a nuestra espalda.


                                 Wilfred Owen, sobre la vida en las trincheras en la 1ª Guerra Mundial

martes, 13 de agosto de 2013

El tío Judas

Toda la región era sorprendente, estaba marcada por un carácter de grandeza casi religiosa y de siniestra desolación.
    En el centro de un vasto círculo de colinas yermas donde no crecían más que aliagas, y, en algunos sitios, un extraño roble torcido por el viento, se extendía una vasta laguna salvaje, de agua negra y dormida, donde temblaban millares de cañas.
    Una sola casa a orillas de aquel lago sombrío, una casita baja habitada por un viejo barquero, el tío Joseph, que vivía del producto de la pesca. Todas las semanas llevaba sus peces a los pueblos vecinos, y regresaba con las sencillas provisiones que necesitaba para vivir.
    Quise ver a aquel solitario, y él se ofreció a llevarme a retirar sus nasas. Acepté.
    Su barca era vieja, carcomida y tosca. Y él, huesudo y flaco, remaba con un movimiento monótono y suave que acunaba el espíritu, cercado ya por la tristeza del horizonte.
    Me creía transportado a los primeros tiempos del mundo, en medio de aquel paisaje antiguo, en aquella embarcación primitiva que manejaba aquel hombre de otra época.
    Levantó sus redes, y arrojaba los peces a sus pies con ademanes de pescador bíblico. Después quiso pasearme hasta el final de la ciénaga, y de pronto divisé, en la otra orilla, una ruina, una choza despanzurrada cuya pared tenía una cruz, una cruz enorme, que parecía trazada con sangre, bajo los últimos resplandores del sol poniente.
    Pregunté:
    -¿Qué es eso?
    El hombre se persignó al punto, y después respondió:
    -Allí es donde murió Judas.
    No me sorprendí, como si hubiera podido esperarme tan extraña respuesta.
    Insistí, sin embargo:
    -¿Judas? ¿Qué Judas?
    Él agregó:
    -El Judío errante, señor.
    Le rogué que me contase aquella leyenda. Pero era más que una leyenda; era una historia, y casi reciente, pues el tío Joseph había conocido al hombre.
    Antaño aquella cabaña estaba ocupada por una mujer muy alta, una especie de mendiga, que vivía de la pública caridad. El tío Joseph ya no se acordaba de quién le había dado la choza. Ahora bien, una noche, un viejo de barba blanca, un viejo que parecía dos veces centenario, y que se arrastraba con dificultad, pidió al pasar limosna a aquella miserable.
    Ella respondió:
    -Siéntese, abuelo; todo lo que hay aquí es de todos, porque de todos procede.
    Él se sentó en una piedra delante de la puerta. Compartió el pan de la mujer, y su cama de hojas, y su casa.
    Ya no se separó de ella. Habían acabado sus viajes.
    El tío Joseph agregó:
    -Fue la Virgen Nuestra Señora la que lo permitió, señor, en vista de que una mujer había abierto su puerta a Judas.
    Pues el viejo vagabundo era el Judío errante.
    En la región no se supo enseguida, pero pronto se sospechó, pues caminaba sin parar, tan acostumbrado estaba a hacerlo.
    Otra razón hizo nacer las sospechas. La mujer que albergaba en su casa al desconocido pasaba por judía, pues nunca se la había visto en la iglesia.
    En diez leguas a la redonda sólo la llamaban <<la Judía>>. Cuando los niños pequeños de la región la veían llegar mendigando, gritaban: <<¡Mamá, mamá, es la Judía!>>.
    El viejo y ella empezaron a vagar por los pueblos vecinos, tendiendo la mano en todas las puertas, balbuciendo súplicas a espaldas de todos los transeúntes. Se les vio a cualquier hora del día, por sendieros perdidos, a lo largo de los pueblos, o bien comiendo un pedazo de pan a la sombra de un árbol solitario, con el gran calor del mediodía.
    Y en la comarca empezaron a llamarle al mendigo <<el tío Judas>>.

Ahora bien, un día, trajo en sus alforjas dos cerditos vivos que le habían dado en una granja, porque había curado al granjero de un mal.
    Y pronto dejó de mendigar, muy ocupado en conducir a sus cerdos para alimentarlos, paseándolos a lo largo de la laguna, bajo los robles aislados de los vallecitos vecinos. La mujer, en cambio, vagaba sin cesar en busca de limosnas, pero se reunía con él todas las noches.
    Tampoco él iba nunca a la iglesia, y nunca lo habían visto hacer la señal de la cruz delante de los cruceros. Todo ello provocaba muchos cotilleos.
    Una noche, a su compañera le dio la fiebre y empezó a temblar como una tela agitada por el viento. Él se acercó a la aldea a buscar medicinas, después se encerró a su lado, y durante seis días no se le volvió a ver.
    Pero el cura, habiendo oído decir que <<la Judía>> iba a morir, acudió a llevar los consuelos de su religión a la moribunda, y a ofrecerle los últimos sacramentos. ¿Era judía? Él no lo sabía. Deseaba, en cualquier caso, intentar salvar su alma.
    En cuanto llamó a la puerta, el tío Judas apareció en el umbral, jadeante, con los ojos encendidos, con toda la gran barba agitada como un agua que chorrea, y gritó en una lengua desconocida palabras blasfemas, extendiendo sus flacos brazos para impedir que el sacerdote entrase.
    El cura quiso hablar, ofrecer su bolsa y sus cuidados, pero el viejo seguía insultándolo, haciendo con las manos el ademán de tirarle piedras. Y el sacerdote se retiró, perseguido por las maldiciones del mendigo.
    Al día siguiente la compañera del tío Judas murió. Él mismo la enterró ante su puerta. Era una gente tan insignificante que nadie se ocupó del asunto.
    Y se volvió a ver al hombre guiando a sus cerdos a lo largo de la laguna y por las laderas de las colinas. A menudo también él volvía a mendigar para comer. Pero ya no le daban casi nada, tantas eran las historias que sobre él circulaban. Y cada cual sabía también de qué manera había recibido al cura.
    Desapareció. Era durante la Semana Santa. Nadie se preocupó.
    Pero el lunes de Pascua, unos chicos y chicas que habían ido de paseo hasta la laguna oyeron un gran ruido en la choza. La puerta estaba cerrada; los chicos la derribaron y los dos cerdos escaparon saltando como machos cabríos. Nadie los volvió a ver.
    Entonces, al entrar toda aquella gente, descubrieron en el suelo algunas ropas viejas, el sombrero del mendigo, unos huesos, sangre seca y restos de carne en las cavidades de una calavera.
    Sus cerdos lo habían devorado.
    Y el tío Joseph agregó:
    -Eso ocurrió, señor, el Viernes Santo, a las tres de la tarde.
    Pregunté:
    -¿Cómo lo sabe?
    Respondió:
    -No cabe la menor duda.
    Traté de hacerle comprender que era muy natural que los animales hambrientos se hubieran comido a su dueño, muerto de repente en su choza.
    En cuanto a la cruz de la pared, había aparecido una mañana, sin que se supiera qué mano la había trazado de aquel extraño color.
    A partir de entonces, nadie dudó que el Judío errante había muerto en aquel lugar.
    Yo mismo lo creí durante una hora.


                                                                                                           Guy de Maupassant

lunes, 12 de agosto de 2013

Tartesos (1ª parte)

Las primeras noticias que tenemos de Tartesos son de origen mítico. Allí vivía Gerión, el gigante de las tres cabezas, que pastoreaba los más hermosos toros de occidente. Hércules viajó hasta su isla para robar estos preciados animales. La leyenda de Hércules y Gerión es muy antigua, conservándose en numerosos textos e imágenes del mundo griego y romano. De Tartesos, encontramos referencias lejanas dentro de las primeras obras de nuestra civilización. Hesíodo nos dice que Crisaor se había unido a Caliroe, hija del Océano, para engendrar al monstruoso Gerión. Las expediciones marítimas de la Odisea nos hablan del misterioso Atlántico, donde se adivinan las comarcas tartésicas. Una ínsula en el delta de un gran río. Esteban de Bizancio y Posidonio sitúan Tartesos en la desembocadura del río Homónimo. Heródoto, en sus Nueve Libros de la Historia, también proporciona algunos datos sobre Argantonio, el rey longevo de Tartesos. Avieno el poeta que versificó la geografía arcaica de la península, nos refiere que hubo una ciudad rodeada de murallas y protegida por brazos fluviales llamada Tartesos. Según Hecateo, no sólo era una ciudad-estado, sino una monarquía cuyo poder político se extendía principalmente por todo el valle del Guadalquivir. Con una lengua, leyes, costumbres y economía propia, que se regía desde una capital dueña de las riquezas metalúrgicas de Andalucía. Su flota, poseía unas características nuevas, que en el mundo mediterráneo vinieron a simbolizar lo fuerte y poderoso. "Naves tartésicas", las llama también la biblia, comparándolas con el orgullo técnico de la humanidad. Con ellas, se explotaba la "Ruta del Estaño", que subía hasta las islas británicas, ya que España no era capaz de producir todo el estaño que necesitaban los países orientales. Y esta materia era indispensable para la obtención del bronce, y fabricar cascos, yelmos, hachas, espadas, etcétera.
    Tartesos fue una civilización nacida en las tierras de occidente, ajena al mundo ibérico, y después de desarrollarse durante algunos siglos se diluyó en las influencias púnicas, griegas, romanas. Símbolos fenicios y egipcios, le dieron un aspecto orientalizante. Su arte se materializó en joyas, objetos preciosos, utensilios. Desgraciadamente esta materia prima fue siempre muy cotizada. De su arquitectura conocemos poco, aunque como afirmó el profesor Schulten es consecuencia de la falta de excavaciones. No existen tampoco monedas propiamente tartésicas, debido a la introducción tardía de este invento. De los hallazgos sobre esta cultura ninguno tan interesante como los grupos de joyas a los que se ha bautizado con el nombre de "tesoros" o "tesorillos". La obligada selección nos lleva a mencionar los tres principales: de la Aliseda, el Carambolo, y el del cortijo de Evora. En el Carambolo, un cerro de las cercanías de Sevilla se descubrieron en 1958 veintiuna piezas dentro de una vasija. Pectorales, brazaletes, placas, collares, totalizaban la mayor muestra de la orfebrería tartésica. Pese a estos descubrimientos, la civilización de este pueblo misterioso, es una civilización iceberg. Se han visto algunas muestras aflorando, aunque la mayor parte de su masa se encuentra oculta. Pero, ¿quiénes eran estos marinos de hace tres milenios, capaces de beneficiar los metales, y navegar por el Atlántico? No es sencillo dar una respuesta a este interrogante.
(...)


                                                      Historia de España (presentación); Editorial Genil, S.A.

Pincelada de Thomas Vaughan

"La noche última vi la Eternidad.
Como un gran círculo de pura e infinita luminosidad,
Brillaba, tan apacible era,
Y por debajo de él, el Tiempo, en horas, días y años
Se movía como una inmensa sombra
Conducida por las celestes esferas..."

sábado, 10 de agosto de 2013

Creación de la realeza en la Tierra


De no haber existido la caída, Adán y Eva hubiesen alcanzado la categoría de Verdaderos Padres, sin pecado, llegando a la perfección. De haber sido así, sus hijos hubiesen formado una verdadera familia, una verdadera tribu, una verdadera nación y un verdadero mundo. Así tendría que haber sido establecida la verdadera paternidad en todos los niveles, desde el mismísimo comienzo. En cada nivel de paternidad, la autoridad real hubiese sido otorgada automáticamente en una esfera cultural unificada. Por consiguiente, Adán y Eva habrían sido el rey y la reina de una familia, de un clan, de una nación unificada, de un mundo, etc. Pero al caer el hombre, su destino fue el de tener que pasar por el Mesías. ¿Cuál es la definición del Mesías? El Mesías es el que viene en lugar de los Verdaderos Padres y llega a ocupar ese puesto.
    Durante sus cuatro mil años de historia, Dios envió al Mesías, Jesucristo, que vino como salvador. Sin embargo, durante su vida se esperaba que eligiera una novia del mundo de Satanás y, con ella, consumara su misión como Verdaderos Padres.
    Jesucristo vino como salvador, pero lo que es más importante, vino en lugar de Adán, para realizar la tarea que le hubiera correspondido a Adán. Era ésta su misión, y debía cumplirla Él a todos los niveles. Pero fue crucificado antes de haber podido consumar esa misión. Llegó a la Tierra y debía establecer un reino en lugar de Adán. Él deseaba realizar esa tarea desde la familia hasta un nivel mundial. De no poderla realizar, el ideal de Dios no se podría llevar a cabo. Ésta es la base del Principio Divino y la historia de la Providencia de Dios.
    Hoy día, los cristianos dicen que el Señor tiene que volver. En realidad, todas las religiones esperan lo mismo. Esto aclara sencillamente el mensaje de que el Mesías debe venir para terminar la misión que Jesús dejó incompleta hace dos mil años, y que era la de completar la misión de Adán.
    El movimiento de Unificación es el encargado de realizar ese ideal. Si yo hubiera sido aceptado en 1945 por la Cristiandad Coreana, no tendríamos que haber pasado por el sendero de la unificación ni haber padecido tantos años, sobre todo en los Estados Unidos. El motivo de ello, es que los cristianos de Corea hubieran sido ligados directamente a la cristiandad de los Estados Unidos. La aceptación por parte de Corea hubiese significado la aceptación universal.
    Nadie conocía el hecho increíble de que los Estados Unidos ocupan hoy el lugar de Roma hace dos mil años, ni el de que Corea ocupa hoy la posición de Israel en aquel entonces, ni de que yo ocupo el puesto de Jesús. Nadie lo sabía. El Imperio Romano de hace dos milenios era una nación satánica. Sin embargo, ese imperio había de constituir una base para la proclamación del cristianismo a través del mundo entero. Si la Cristiandad me hubiese aceptado, la revelación podría haber sido cumplida. No habrían sido necesarios más cimientos. No hubieran sido precisos los últimos cuarenta años de historia de la Iglesia de la Unificación, ya que el Cristianismo habría servido de esos cimientos que hoy ofrece la Iglesia de la Unificación.
    Yo vine a terminar de cumplir la misión que Jesús dejó inacabada. Jesús realizó sólo el aspecto espiritual. Yo vine para perfeccionar ese aspecto espiritual y ponerlo al nivel físico. Vine para cumplir tanto la misión de Jesús como la de Adán.
    Desde el punto de vista de Dios, después de la segunda Guerra Mundial, cuando la Cristiandad coreana no quiso unirse a mí, Dios vio la necesidad de crear otro fundamento en lugar de la Cristiandad, así como una ideología que sobrepasara las ideologías del mundo democrático y del mundo comunista.
    Dado que necesitó establecer ese tipo de fundamento, de cimentación, yo soy el centro de atención. Tanto el mundo libre como el comunista se pusieron contra mí, porque yo intento crear una sustitución de ambos mundos. Ahora debo enfrentarme con los Estados Unidos de América.


Fragmento del discurso de Sun Myung Moon durante la boda
de su hijo ya muerto con la hija del coronel Pak.
La traducción es íntegra y literal del texto en inglés publicado en la revista
Today's World, número de abril de 1984. Esta revista está editada por la
secta Moon y es de circulación muy reservada.
Pepe Rodríguez; La conspiración Moon

viernes, 9 de agosto de 2013

Un conjuro para acabar con insectos y roedores

En este conjuro, las piedras y las diosas felinas del mes de agosto se unen para ofrecer protección contra los roedores hambrientos que buscan la cosecha. Puedes desterrar a los insectos y roedores de cualquier zona. Para el hechizo necesitas tres perlas o piedras sueltas, preferiblemente una de cada (el ojo de gato, el ágata de fuego y el jaspe). Empieza cargando las piedras.
Primero, el ojo de gato:
Bast de los gatos, ven hacia mí.
Abre tu ojo y muestra tu rostro,
Aquí hay ratas -¡ven y cázalas!

Después, carga el ágata de fuego:
Sejmet, leona del Sol,
eleva la llama del fuego, ¡la guerra ha empezado!
Aquí hay ratones -mira como corren.

Por último, carga el jaspe:
Ishtar, leona que estás en la puerta,
levanta el jaspe de tu destino,
Aquí hay insectos -¡arréglalo!

Pon las tres piedras en la zona que quieras proteger.

Bast, Sejmet e Ishtar, contemplad.
Tres diosas felinas antiguas
que tan audaces estáis de guardianas.

Alzad vuestra mirada, como antes
¡Abrid vuestras gargantas y rugid!
Entonces ya no habrá más insectos y roedores.

Visualiza cómo Bast, Sejmet e Ishtar patrullan esa zona de forma felina. Contempla cómo cazan los ratones y las ratas, cómo ahuyentan a los insectos. Deja las piedras en ese lugar para fijar el conjuro.


                                                                                 Calendario de las Brujas de Llewellyn

jueves, 8 de agosto de 2013

PARNASO: La vida feliz de los cansados

Esmeradamente sintonizado con
la canción de un pez
estaba en la cocina
a medio camino de la locura
soñando con la España
de Hemingway.
Hace bochorno, como se suele decir,
no puedo respirar,
he cagado y
he leído las páginas de deportes,
he abierto la nevera,
he visto un trozo de carne
morada
y la he vuelto a dejar
allí.
El lugar en el que encontrar el centro
es en el límite
ese repiqueteo en el cielo
no es más que una cañería
que vibra.
Cosas terribles avanzan por las
paredes; flores de cáncer crecen
en el porche; a mi gato blanco
le arrancaron un ojo
y sólo quedan 7 días
de carreras
de la temporada veraniega.
La bailarina nunca llegó del
Club Normandy
y Jimmy no trajo a la
furcia,
pero hay una postal desde
Arkansas
y un impreso retornable de Food King:
10 días gratis en Hawai,
todo lo que hay que hacer
es rellenarlo
pero no quiero ir a
Hawai
quiero la furcia con ojos de pelícano
ombligo de bronce
y
corazón de marfil.
Saco el trozo de carne
morada,
lo echo a la
sartén.
Entonces suena el teléfono.
Caigo sobre una rodilla
y ruedo bajo
la mesa. Allí me quedo
hasta que deja de sonar.
Después me levanto y
pongo
la radio.
No me extraña que Hemingway fuera
un borracho, ¡maldita España!
yo tampoco puedo
soportarla.
Hace un bochorno
tan grande.
[the happy life of the tired

neatly in tune with
the song of a fish
I stand in the kitchen
halfway to madness
dreaming of Hemingway’s
Spain.
it’s muggy, like they say,
I can’t breathe,
have crapped and
read the sports pages,
opened the refrigerator
looked at a piece of purple
meat,
tossed it back
in.

the place to find the center
is at the edge
that pounding in the sky
is just a water pipe
vibrating.

terrible things inch in the
walls; cancer flowers grow
on the porch; my white cat has
one eye torn
away and there are only 7 days
of racing left in the
summer meet.

the dancer never arrived from the
Club Normandy
and Jimmy didn’t bring the
hooker,
but there’s a postcard from
Arkansas
and a throwaway from Food King:
10 free vacations to Hawaii,
all I got to do is
fill out the form.
but I don’t want to go to
Hawaii.

I want the hooker with the pelican eyes
brass belly-button
and
ivory heart.

I take out the piece of purple
meat
drop it into the
pan.

then the phone rings.

I fall to one knee and roll under the
table. I remain there
until it
stops.

then I get up and
turn on the
radio.
no wonder Hemingway was a
drunk, Spain be damned,
I can’t stand it
either.

it’s so
muggy.]

Charles Bukowski